MARCELA ETERNOD ARÁMBURU
SemMéxico, Aguascalientes, Aguascalientes. La primera referencia a Juana Belén Gutiérrez la encontré en el libro de Claudio Lommitz, “El regreso del camarada Ricardo Flores Magón”, publicado en 2016, donde se presenta a Juana como una de las figuras destacadas del amplio movimiento anti porfirista de principios del siglo XX vinculada al partido liberal. Lommitz no profundiza en sus muchas contribuciones para derrocar a Porfirio Díaz, su feminismo militante y sus esfuerzos sociales por la justicia y la libertad, sino que utiliza a Juana para resaltar las fracturas del carácter de Flores Magón que lo lleva a los ataques virulentos y mentirosos, a la denigración de quienes no comulgan con sus sacrosantas ideas y a la descalificación implacable de quienes optaron por seguir a Camilo Arriaga. En el caso de Juana, a denunciarla acre y vulgarmente como lujuriosa lesbiana.
Dice Lommitz “Juana Gutiérrez de Mendoza organizó varias asociaciones de mujeres revolucionarias; fue una de las primeras mujeres en luchar por el sufragio femenino durante la Revolución y llegó a tener rango de oficial en el ejército de Emiliano Zapata”. Las tres cosas resultan sorprendentes. Y, más adelante, señala que dentro de la gran importancia que tuvieron los periódicos liberales contra el Porfirismo, “Vesper” el periódico fundado por Juana Belén, convivió con ‘Regeneración’, ‘Renacimiento’, ‘La Corregidora’ y ‘Excelsior’.
En el artículo escrito por Beatriz Elena Valles Salas, “Juana Belén Gutiérrez de Mendoza. Estrella de la Tarde”, se lee: “Se le ha definido como la mujer más inteligente y extraordinaria de principios del siglo pasado; como precursora del primer gran movimiento social del siglo XX en México; y como la primera mujer que, de manera formal y abierta, hizo críticas al sistema social de México de principios de siglo”. Tan elogiosa descripción despierta el interés por saber más de una mujer tan peculiar que nuestra historia, como es costumbre, se ha empeñado en mantener en las tranquilas aguas del olvido.
Al parecer María Juana Francisca se bautizó como Juana Belén por las muchas veces que estuvo presa en la Cárcel de Belem (Belén) en la Ciudad de México. Sus encierros fueron constantes al empeñarse en ejercer el periodismo libre, al participar en varias conspiraciones contra Díaz y al organizar centros de disidencia en muchas entidades del país. Siempre usó su nombre de casada y todo lo que escribió lo firmó como Gutiérrez de Mendoza.
Para conocer un poco más de esta mujer sobresaliente, reconocida ampliamente por los prerrevolucionarios, los revolucionarios y los postrevolucionarios; que trabajó incansablemente para que Madero ganara las elecciones; a quien Zapata nombró coronela; que combatió a Huerta y a Carranza y se sumó a la cruzada alfabetizadora de Vasconcelos, y que trabajó toda su vida al lado de los marginados y desprotegidos, por la justicia y la libertad, combatiendo la corrupción y la cobardía y exaltando a la democracia, hay una pequeña biografía de poco menos de 100 páginas, escrita por Alicia Villaneda, “Justicia y libertad Juana Belén Gutiérrez Mendoza 1875-1942”, publicada en 1994. Villaneda, como casi todas las personas que han escrito sobre Juana, confiesa que la biografía de esta mujer la deslumbró y que simplemente quedó fascinada por la intensa, ontológicamente densa y tumultuosa vida de Juana Belén. Es más, escribe en el prólogo de su libro: “empecé a dudar de la veracidad de algunos [hechos]. Me parecía que no hubiera podido [nadie] realizar tantas hazañas, estar en tantos lugares, conocer a tanta gente que hoy forma parte de la historia nacional.” Pero su investigación comprobó, contrastó y verificó la veracidad de los hechos y la vida de Juana, como bien señala la autora, es la de una luchadora impecable, transgresora y libre.
Parafraseando a Villaneda, Juana fue una mujer liberal cuando el espacio público era únicamente de los hombres conservadores y sencillamente se encarcelaba, desaparecía o mataba a los liberales. Fue crítica del régimen porfirista durante muchos años y cuando a la disidencia política y social —vaya que eran creativos esos muchachos— se le encarcelaba o se le desaparecía por instrucciones directas de Díaz. Fue maderista y demócrata, aunque sus propios compañeros de lucha la injuriaran, y el régimen la persiguiera y encarcelara. Fue zapatista cuando éste fue proscrito por el usurpador de la Revolución y por otros revolucionarios. Combatió directamente a Carranza cuando este optó por la concentración del poder arrasando con las fuerzas opositoras.
Juana Belén fue indigenista muchos años antes de que la política nacional siquiera imaginara posible la defensa de los pueblos indígenas, y fue una precursora feminista desde que inició su participación política y sus muy diversas luchas sociales, aliándose con otras mujeres para impulsar su participación. Siendo una autodidacta que prácticamente aprendió a leer sola, promovió la educación con intensidad y la alfabetización de todas las personas (se cuenta que fue ella la que enseñó a leer a Cirilo Mendoza, su esposo y el padre de sus dos hijas y su hijo Santiago que murió de niño). Fue mujer de ideas, de principios, de causas, y no la impresionaba ni el poder, ni la gloria, ni el reconocimiento, ni la fama. No hacían mella en ella los insultos, las mentiras y las traiciones porque conocía las debilidades humanas y las necesidades apremiantes que hacían desfallecer las almas y comprometían a las voluntades.
Por donde se vea, resalta el temple de esta mujer que de ella misma decía “Me tiene muy sin cuidado la aprobación o desaprobación de los demás y me importa bien poco el perjuicio o el beneficio que pueda reportarme lo que hago o lo que digo” (Valles Salas, 2015). Lo que sí importa es salir de esos olvidos ignomiosos de la historia oficial, cegada por gestas míticas falsas empeñadas en impedir el merecido reconocimiento de las mujeres como parte sustantiva de cualquier historia.