MARCELA ETERNOD ARÁMBURU (SemMéxico, Aguascalientes). En estos días que tanto se ha escrito sobre la importancia de contar con una política educativa de largo aliento, que permita formar a niñas y niños, preparándoles para afrontar —con relativo éxito— la incertidumbre que siempre acompaña al futuro; recordé la temeraria y excéntrica decisión de László Polgár (pedagogo húngaro, nacido en 1946) quien, junto con su esposa Klara (también profesora), se comprometieron a formar una familia y educar a su descendencia de forma independiente, renunciando al sistema obligatorio formal que imponía el gobierno húngaro.
Tanto Klara como László, al ser ambos profesores, estaban convencidos que la escuela en Hungría solo formaba personas mediocres, irreflexivas y obedientes, totalmente ideologizadas y carentes de herramientas analíticas. Es más, sostenían que la escuela, al homogeneizar al estudiantado, era la responsable de asesinar los talentos, inhibir las habilidades y suprimir las destrezas que toda persona tiene y muestra desde sus primeros años. La escuela —decían— acaba con la curiosidad y la inventiva, obliga a que todos vean lo mismo y exige una única respuesta, aun sabiendo que de hecho puede haber muchas.
Tan en contra estaban de la educación oficial, que decidieron educar en casa a sus hijas. Susan, la mayor, nació en 1969 y fue por ella que decidieron a que su hija no fuera a la escuela, a perder el tiempo. Ellos dos se encargarían de su educación y de elaborar un ambicioso programa educativo que superara —con mucho— lo que ofrecía la escuela regular. La guerra contra las autoridades escolares fue larga y a cada batalla ganada, le sucedía otra. Primero, se centró en cuestionar la obligatoriedad de mandar a su hija a la escuela, como marcaba la ley. Su programa era tan completo que las autoridades tuvieron que admitir que superaba —y en mucho— lo que la escuela formal podía ofrecer, y decidieron aceptar, no sin estruendosos pataleos, que la niña se educara en casa, con la condición de que rindiera exámenes de competencia regularmente. La segunda gran batalla fue contra los detractores y críticos, creo que esa sigue hasta la fecha. Sin embargo, la biografía de cada una de las hijas habla por sí misma: a ninguna de las tres le costó trabajo demostrar sus competencias académicas y sus rendimientos fueros excepcionales.
Veinte años después, en 1989, László Polgár publicaría un libro “Criar un genio” donde compartía sus ideas sobre cómo se debía educar para desarrollar, desde sus primeros años, las potencialidades de cada persona. El libro, sin ser un riguroso texto sobre la educación, resulta entretenido porque presenta sus ideas como un experimento pedagógico. Los resultados alcanzados por las hermanas Polgár: Susan, Sofía y Judit, muestran que el experimento, al menos en ellas, dio muy buenos resultados.
Quizá lo más relevante del método Polgár es que demostró que es posible educar de otra manera y que los resultados son medibles, demostrables y, sobre todo, muy buenos. Como afirma Susan, su padre siempre dijo que los genios no nacen, sino que se hacen con dedicación, esfuerzo y una buena guía. Hay varios componentes destacables del programa educativo que recibieron las niñas, además de lo relacionado con cubrir todos los contenidos —por absurdos o cuestionables que parecieran— de la escuela normal. Primero, la enseñanza de idiomas; segundo, de las matemáticas; y tercero, del ajedrez. Cuentan que Klara, que no juega ajedrez, afirma… “que el hilo va por donde la aguja lo lleva”, y que ella es la aguja que insistió para que sus hijas aprendieran, además, a tratar de ser felices e ir superando cada uno de los obstáculos que la vida siempre presenta.
László, eligió el ajedrez porque enseña a analizar, pensar, evaluar opciones y decidir, afrontando las consecuencias; porque es un juego de competencia donde se puede medir, mediante un puntaje, la habilidad para encontrar alternativas y soluciones. Para algunos de sus críticos la razón fue “porque el juego lo apasiona”. Sea como sea, las tres hermanas Polgár son destacadas ajedrecistas. Susan y Judit son Gran Maestro Internacional y Sofía es Maestro Internacional a secas, por tener otros intereses. Desde pequeñas se han medido compitiendo en los torneos varoniles, con tan destacadas actuaciones que fueron nombradas “el orgullo de Budapest” durante muchos años.
Sin duda, debe ser un gran estímulo para una niña saber que es una excelente jugadora y que puede derrotar en un tablero a personas mucho más grandes que ella. De hecho, Sofía ganó ocho partidas consecutivas contra grandes maestros, antes de cumplir los 14 años y Judit a los 15 años recibió el grado de gran maestra, superando a la leyenda de Bobby Fischer.
En 1988, Susan de 19 años, Sofía de 14 y Judit de 12, asistieron a las Olimpíadas de Ajedrez, representando a Hungría, ganaron todas sus partidas, vencieron a los soviéticos, campeones durante más de 30 años, y se hicieron merecedoras del oro. Los muchos años de dedicación, constancia, educación y entrenamiento, lograron esa hazaña. Como remate, Judit venció, años más tarde a Kasparov, quien en muchas ocasiones afirmó que “ninguna mujer podía competir con un hombre”.
Leontxo García Olasagasti, sin duda un gran promotor del ajedrez a nivel internacional y, quizá, el más destacado comentarista de habla hispana de partidas memorables entre jugadores de excelencia, transmite una muy particular admiración por las tres hermanas. Siendo un muy buen jugador, desdeñó dedicarse al ajedrez y optó por especializarse en dos áreas: el periodismo y la promoción en las escuelas para que se jugara el ajedrez desde los primeros años. Sus breves videos sobre partidas notables, “El Rincón de los Inmortales”, muestra el enorme amor que le tiene al juego. Lo anterior viene a cuento, porque García Olasagasti, desde hace muchos años, es un convencido de las enormes capacidades que tienen las niñas para jugar ajedrez, aunque cuando él inició prácticamente se les excluía por considerar que al ser un juego que demandaba pensar, no era apto para las mujeres.
Y para quienes gusten del ajedrez, hay un librito escrito por Tibor Károlyi, “Judit Polgár, Princesa del Ajedrez” donde, además de comentar algunas de las partidas más importantes de Judit, proporciona interesantes datos sobre ella, sus hermanas, su formación, el ambiente ajedrecístico y educativo de Budapest, la enorme contribución de Klara, su madre, en completar el plan educativo con el desarrollo emocional, el afecto y la alegría, incluyendo muchas anécdotas destacables.