VIDA Y LECTURA/ La verdad la dijeron las mujeres

MARCELA ETERNOD ARÁMBURU (SemMéxico, Aguascalientes). Pensando solo un poco y moviéndonos entre el terror y el asco, ese que descompone físicamente a las personas ante la barbarie y la impotencia que permiten la impunidad y la injusticia, se hace evidente que fueron varias mujeres las que se dieron cuenta, unas antes y otras después, del increíble —pero indudable— castillo de mentiras, falsedades y arbitrariedades que rodeó el caso Cassez-Vallarta.

La historia es públicamente conocida, el linchamiento fue total y la condena de las masas ignorantes, rencorosas y sedientas de sangre fue real. Tan real, que aún hoy hay personas encarceladas, sin sentencia, y varias pasaron en prisión dolorosos años de sus vidas, porque las autoridades mintieron y construyeron una narrativa perversa, donde lo de menos, por escandaloso que sea, fue crear falsos culpables, y lo insólito fue hacer gala de un poder inmerso en la innegable corrupción de los responsables de la procuración de justicia en México.

Todo lo anterior se expande y viriliza gracias a un documental de Netflix que está llegando a decenas de países y lo están viendo miles de personas con estupor y alarma. Se trata de “El caso Cassez-Vallarta: una novela criminal”, basada en el libro que publicó, en marzo de 2018, Jorge Luis Volpi Escalante. Y aunque nos presenta como un país carente de justicia de una forma terrible, descarnada y brutal, tiene el enorme mérito de derribar las montañas de mentiras, violaciones y sin sentidos que construyó la autoridad responsable —y sus hoy conocidos y poderosos cómplices— de la procuración de justicia, durante los gobiernos, básicamente, de Fox y Calderón.

Pero, entre todo lo que presenta ese documental, destaca el papel que jugaron tres mujeres (hay muchas más) en este enorme circo de injusticia y dolor: Laura Barranco, Yuri García y Emmanuelle Steels. Laura Barranco, en los momentos que se estaba transmitiendo en vivo la infamia de la captura de Cassez y Vallarta (el 9 de diciembre de 2005) alzó su voz diciendo que todo era irregular, que había enormes fallas en lo que se estaba transmitiendo y que las consecuencias serían tremendas. Con un sentimiento de preocupación y angustia, se atreve a decirle a su jefe que se detenga, que deje de transmitir, que pare. Por supuesto, su voz no fue escuchada y su alarma fue considerada histérica. El tiempo ha mostrado, con contundencia, que tenía razón y podemos valorar hoy su integridad y su valentía. También son conocidas las implicaciones en su vida laboral y personal, y los enormes costos que para ella significaron el alzar la voz.

Yuri García, que en diciembre de 2005 trabajaba en el equipo de Denise Maerker para Televisa, narra que estaba en su casa viendo el noticiero que transmitía la captura de los supuestos secuestradores comandados por Israel Vallarta, y que solo viendo las imágenes que se estaban transmitiendo observó que todo era sospechoso. Se preguntaba cómo era posible que en algo tan delicado estuvieran los medios de comunicación; cómo era posible que las autoridades permitieran el ingreso de un reportero, en directo, para entrevistar a los presuntos responsables y que Israel Vallarta, “jefe de la banda”, no supiera a quien había supuestamente secuestrado ni la cantidad de dinero que se pedía por los rescates. Yuri García fue más allá al observar que frente a las cámaras estaban los secuestrados, y que el supuesto secuestrador fuera lastimado en vivo.

Lo que vale la pena destacar de la actuación de Yuri García, es que no vio, dudó y le dio vuelta a la página, sino que siguió investigando. Así, encontró, en muy pocas semanas, que a los inculpados se les había capturado el día anterior por la mañana (8 de diciembre de 2005), se les mantuvo secuestrados, fueron torturados por las autoridades durante más de 18 horas y se les obligó —al día siguiente de su captura— a participar en “la puesta en escena” de su detención, logrando incluso que en la televisión abierta (en una entrevista de Denise Maerker al impresentable García Luna) las autoridades confesaran que fueron las responsables del terrorífico montaje.

Finalmente, Emmanuelle Steels, una periodista belga independiente que radica en México, día a día cobra mayor relevancia en este caso. Primero, porque llevó a cabo una cuidadosa investigación de lo sucedido que involucró diversas fuentes, desde todo lo que se difundió en los medios de comunicación, hasta entrevistas, lectura de expedientes y testimonios oficiales. Segundo, porque publicó, en 2015, “El teatro del engaño. Buscando a los Zodiaco, la banda de secuestradores que nunca existió”, donde pone sobre la mesa todos los elementos infames en la construcción de una narrativa oficial falsa y grotesca que construyó burdamente culpables y persiguió con delirio enloquecido a toda una familia. El libro de Steels presenta un cúmulo de evidencias que muestran la saña del gobierno calderonista por sostener como verdad la mentira; como cierta la falacia, y como justicia la ignominia. Además de su insistencia en que los medios de comunicación, todos, la difundieran machaconamente como la verdad de un Estado mexicano realmente comprometido con eliminar la delincuencia. El tiempo, en este, como en muchos otros casos, sigue acomodando las piezas y la verdad se devela, aunque todavía no reluce.

El libro de Jorge Volpi, “Una novela criminal”, en el que se basa el documental, es un reconocimiento al trabajo de Emmanuelle Steels, como él mismo lo narra. Volpi afirma que cuando leyó “El teatro del engaño” le surgió la idea de escribir una novela de no ficción, basada en las declaraciones, confesiones, expedientes y juicios en torno al caso Cassez-Vallarta. Una novela orientada a la hoy tan despreciada búsqueda de la verdad y a la tan humana pretensión de una justicia básica y elemental, esa que todas y todos merecemos, esa que en México se nos niega con cinismo, plena impunidad y vileza gubernamental.

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