VIDA Y LECTURA/ Kim Thúy Ly Thanh

MARCELA ETERNOD ARÁMBURU

SemMéxico, Aguascalientes, Aguascalientes. Kim Thúy es el nombre de la escritora vietnamita-canadiense que radica desde hace muchos años en Montreal. Nacida en el Saigón en 1968 (actualmente, la ciudad de Ho Chi Minh), le corresponde de acuerdo con el calendario y el horóscopo chino, el año del mono. Y así empieza “Ru”, la primera novela de Thúy, traducida por Manuel Serrat para la Editorial Periférica.

En 1968 Vietnam del Norte puso en marcha “La ofensiva del Tet”, operación militar de infiltración hormiga en los campos de Vietnam del Sur que tuvo como saldo la muerte de miles de vietnamitas comunistas, pero también de miles de soldados norteamericanos, situación que incrementó aceleradamente el rechazo en los Estados Unidos a esa guerra que cada vez tenía menos sentido para los norteamericanos.

Nacer en un país sumido en una cruenta y larga guerra civil, donde las atrocidades cometidas por cada bando fueron de una crueldad insólita, donde las huellas del napalm y del agente naranja que usaron los norteamericanos son nefastas e imborrables aún en la actualidad, sin duda deja cicatrices perdurables y recuerdos indelebles en las personas. Pertenecer al bando derrotado y vivir tus primeros diez años de vida en un clima de total incertidumbre, donde día con día el vencedor sorprendía con nuevas regulaciones, exigencias y mandatos hace que los recuerdos permanezcan intactos por todos los años siguientes.

Ese es el tema de “Ru”. Recuerdos como destellos que con enorme fuerza impactan a los y las lectoras. Recuerdos mezclados de infancia, de familia, de lugares donde se hacinan tías, tíos, primos, hermanas, hermanos y amistades que vivieron en un Saigón derrotado, humillado y vencido, en donde regia el miedo, ese que cala en los huesos y que obliga a tomar decisiones entre dos destinos terroríficos: emigrar hacia lo desconocido, en condiciones inciertas donde apenas se vislumbra un rayito de esperanza, o morir en el lugar de origen, lenta o rápidamente según la voluntad de los otros.

“Ru” contiene los recuerdos de Kim Thúy, desordenados, intensos, mezclados, y da cuenta del periplo de su familia al salir de Saigón por mar, en una balsa insegura, con muchas otras personas —algunas de las cuales simplemente no llegaron a la costa—. Presenta con brevedad y precisión lo que debió vivirse con profundo miedo al residir, por meses, en un campo de refugiados donde todo hacía falta, donde la podredumbre y la insalubridad campeaban a sus anchas y donde perder una sandalia en una inmunda y espesa letrina obligaba a andar descalza por el lodo, sin posibilidades de conseguir otra.

En “Ru” están presentes los recuerdos que tiene una niña de una abuela analítica, inteligente y fuerte, que decidió enviar a sus hijos e hijas al exilio con el riesgo de que se ahoguen en el mar ante la certeza de que serían enviados a la guerra en los campos camboyanos y murieran destrozados por la explosión de alguna de las miles de minas que había (y que todavía hoy cercenan de vez en cuando a los campesinos que tratan de sembrar en terrenos que no han sido certificados como libres de minas). Una abuela que protestaba y resistía de manera sutil ante el exultante vencedor al ponerse un vestido prohibido porque evidenciaba la pobreza con la que vestían las heroicas libertadoras de la Patria con sus trajes militares toscos y verdes que caracterizaba al ejército del norte. “Mi abuela, por su parte, no tardaba tres sino diez veces más tiempo, en ponerse esa túnica pues, tras haber alumbrado a diez hijos, era preciso esculpir su cuerpo, remodelarlo con una faja de treinta cierres para respetar el corte ceñido de esa túnica hipócritamente púdica y falsamente inocente.”

La protagonista de la novela es Nguyen An Tịnh, con un puntito debajo de la “i” porque eso la diferencia del nombre de su madre que al carecer del puntito significa otra cosa. Nguyen, al igual que Thúy, es una vietnamita refugiada en Canadá que agradece la acogida que este país le dio a su familia y las muchas posibilidades de incorporarse, estudiar, trabajar y progresar no sin segregación, no sin la vivencia de la otredad, no sin seguir siendo asiática, refugiada, acogida y protegida, porque ese es el destino del migrante, del exiliado, pero sí agradecida por poder tener esa vida junto con sus padres, sus hermanos y sus tíos.

Es una novela de destellos contrastantes. En ella se combina la narración amorosa con la miserable y cruel. Así podemos leer lo que resulta de dar las mejillas de un suculento pescado —al parecer la parte más exquisita— como gesto de deferencia y cariño y que éstas circulen, deshaciéndose de plato en plato, porque la madre las da al esposo para hacer patente su amor, el esposo a la hija para señalarle que la ama, la hija a su propio hijo para decirle que lo quiere y le agradece, y ese hijo a su abuela como señal de respeto y admiración. Y unas cuentas páginas más adelante que sus primos fueron obligados, cuando vivián en ese Saigón decrépito y apagado y solo contaban con seis o siete años, a masturbar a los hombres ardientes de sexo perverso para recibir un plato de sopa.

También podemos conocer la receta de cómo hacer café con pan duro carbonizado molido, o leer la historia de cómo fue la celebración de los 85 años de la mítica abuela acompañada por 38 miembros de su familia que lograron alejarse de ese Vietnam siempre presente en sus recuerdos, añorado en sus tradiciones y ahora tan lejano de sus realidades porque lograron dispersarse por distintos lugares y reunirse para celebrar la vida de la matriarca con alegría y agradecimiento.

“Ru” es un libro para reflexionar, aprender, investigar muchas historias y empezar a conocer las diferentes voces que integran las historias pequeñas que borra la “Historia”, siempre con mayúscula, siempre mentirosa y sesgada. Pero también es un libro entusiasta y vital que, sin temores, sin lágrimas ni vacilaciones narra la luminosidad que embarga a la esperanza.

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