MARCELA ETERNOD ARÁMBURU
SemMéxico, Aguascalientes. Todos los días, alrededor de las cuatro de la mañana y hasta las ocho o nueve, Fabienne toma un bolígrafo, una libreta y escribe. Esta es la disciplina autoimpuesta, la única disciplina que sirve y vale la pena, por una de las autoras contemporáneas más versátiles, incisivas e irónicamente divertidas que podemos disfrutar.
Leer a Amélie Nothomb —nombre con el que siempre ha publicado Fabienne— desde mi perspectiva, siempre es un deleite. Esta escritora de 56 años ha publicado ininterrumpidamente un libro cada año, desde 1992 cuando vio la luz “Higiene de un asesino”, su primera novela, hasta “Primera sangre” publicada apenas este año. En medio se encuentran novelas auto referenciales con tramas inverosímiles o realistas; narraciones concisas, directas, irreverentes, absurdas, ambiguas o increíbles, siempre destellantes de ironía y humor perverso y fino; y textos crudos, excéntricos o extravagantes que dan cuenta de sucesos o situaciones millones de veces tratadas con una originalidad innegable.
“Higiene de un asesino” tiene por protagonista a un octogenario, Prétextat Tach, escritor reconocido con un premio Nobel de Literatura, inteligente, arrogante, misántropo, misógino, racista, siempre cruel y despiadado con los otros. Un hombre obeso que pasó de ser un vulgar tragón a un refinado gourmet, consumidor de 20 cigarros puros diarios, que acompañaba con dulces y caramelos. Vive solo y está a punto de morir, lo que lo motiva a pedirle a su distante pero eficiente secretario, Ernest Gravelin, que organice cinco entrevistas con periodistas, para despedirse del gran público que ha leído o leerá su obra.
En solo 93 páginas nos enteramos de que el glorioso premio Nobel tiene 83 años, empezó a escribir con la seriedad propia de un niño en su infancia y se disciplinó a escribir todos los días, hasta la extenuación, de los 23 a los 59 años, cuando dejó inconclusa su última novela. Después se recluyó en su casa durante 24 años, hasta que decidió conceder las entrevistas a cinco periodistas escrupulosamente seleccionados.
Ninguno de ellos sería extranjero, solo se harían las entrevistas en francés y en su casa, y no podría ser un periodista de color porque el famoso nobel era racista confeso. Nadie vendría de los medios televisivos, ni de revistas políticas, feministas, amarillistas o de poca mota, y sería él y solo él quien pautara las entrevistas.
La primera parte de la novela presenta el aniquilamiento verbal que, como un espadachín consumado, hace Prétextat Tach de cuatro periodistas indefensos que, sorprendidos, son lacerados con lógica y maldad por el escritor, y torturados con argumentaciones paradójicas y contradictorias, hasta que quedan hechos polvo, víctimas de la soberbia y el desprecio que el nobel siente por toda la humanidad.
La última entrevista está a cargo de Nina, quien se preparó concienzudamente para ello, y en más de una ocasión sorprende al escritor y lo obliga a replegarse y defenderse diciendo “Sabe usted, siempre hay un puñado de ociosos, de vegetarianos, de críticos nocivos, de estudiantes masoquistas o incluso de curiosos que llegan a leer los libros que compran.” Nina es una de las que si leyó.
Y así, emerge la historia de la Marquesa de Planége de Saint Sulpice, de Casimir y Célestine, y de la bella Léopoldina, que, ante las reticencias del escritor es narrada por la propia Nina, enfrentándolo a su demencia criminal en un diálogo vertiginoso y dialéctico, implacable y complejo.
Además de “Higiene de un asesino”, tres obras destacan por su originalidad, no obstante que son diferentes. “El sabotaje amoroso” que, en 90 páginas, cuenta el complejo, intenso y sobrecogedor enamoramiento de una niña de siete años, confinada en elegantes, pero vigilados espacios diplomático en Pekín, de otra niña, Elena, la italiana, que le mostrará los infortunios de ese intenso sentimiento que es el amor, aderezado de desconsuelo e incentivado por la admiración.
En “Estupor y temblores” encontramos la otra cara de lo que admiramos en la cultura laboral japonesa: la exigencia de una obediencia ciega, de un sometimiento permanente y de llevar una vida laboral en las horrorosas aguas de las ofensas y las humillaciones. Fubuki Mori, la jefa, es la encarnación del mal y exige una obediencia incuestionable, imponiendo tareas cada vez más humillantes, hasta que la flamante señorita europea, sofisticada y culta, contratada por su impecable japonés, su dominio del inglés y del francés y su formación universitaria, es relegada a limpiar los baños de los señores. Todo esto narrado con tal desparpajo, crudeza y realismo que resulta brutal e hilarante al mismo tiempo. Esta novela recibió el Gran Premio de la Academia Francesa.
Y, finalmente, una divertida oda a la embriaguez, especialmente con champán, donde una jovencísima Pétronille Fanto acompaña a la protagonista, Amélie, no solo en sus fenomenales borracheras, sino en su gusto por la lectura, su devoción por la buena literatura y el ineludible mandato que a ambas las obliga a escribir.
“Pétronille” será la compañera de copas, la valiente cómplice en los retos etílicos. Es la historia de una intensa amistad bañada permanentemente por el champán, con chispeantes diálogos que enaltecen las sensaciones que provoca el rápido o el lento consumo de alcohol, si éste se sirve frio o caliente, si se pueden apreciar sus distintivas notas y si provoca estados total o medianamente alterados. Pero también es la historia de una escritora rica y reconocida frente a una escritora primeriza, proletaria e izquierdosa que no duda en enfrentar con precisión y asertividad a la prestigiada. Y como dice Nothomb, nos da la oportunidad de poner a enfriar una botella y seguir el consejo de Napoleón: “En caso de victoria, me la habré merecido, pero en caso de derrota, la necesitaré”.
En resumen, Amélie Nothomb es una de las escritoras francesas contemporáneas más disfrutable; valiente, por abordar temáticas vetadas; e imaginativa ya que logra transformar hechos y situaciones trillados en resplandecientes y novedosos textos. Tiene además el don de la síntesis y la precisión, lo que hace que su lectura sea contundente, directa y plena en cuanto a su profundidad y belleza literaria.