UNA COLORADA (vale más que cien descoloridas)/ Entender los cambios

LILIA CISNEROS LUJÁN. No siempre los cambios son buenos ni mucho menos comprensibles. En estricto sentido todo cambia de forma cotidiana, el bebé que primero fue solo esperanza crece, nos emociona con la adquisición de sus habilidades y a veces desespera a los adultos por algunas inclinaciones no muy sanas, pero inevitablemente cambia. ¿Qué cambió en la vida de unos padres cuya niña de secundaria de pronto no llegó a casa? ¿Cómo podemos comprender los cambios en su mente después de haber declarado que estaba perdida y que las autoridades le dijeron que su ausencia era “voluntaria”? ¿Cuál fue el factor que los llevó de la exigencia y lo acusatorio a la solicitud de perdón y agradecimiento?

La buena en toda esta angustiosa historia, es que al fin de cuentas tres chicas adolescentes “extraviadas” fueron encontradas y devueltas a sus familias. No hay una explicación aceptable que haga comprender porque otras tantas quedan perdidas para siempre o para aparecer muertas en domicilios lejanos de sus hogares. Este es tema parecido al del aumento de las tapas de coladeras robadas y carece de explicación porqué las policías preventivas no dan con los grupos que igual compran accesorios automovilísticos que chicas jóvenes. Son millones las letras que se han escrito acerca de los grupos criminales de Tlaxcala quienes por generaciones se han dedicado al comercio de mujeres y adolescentes ¿Cuántos están detenidos? ¿Qué programa se ha diseñado y ejecutado para evitar este tipo de delitos?

Todos hemos sido adolescentes, los riesgos de la ingenuidad extrema los vivimos o cuando menos nos fueron explicados por las personas decentes de nuestro entorno, por supuesto no había la posibilidad de buscar empatía e incluso amor en alguien que nos baja la luna y las estrellas de forma virtual, pero también es verdad que aun con las muchas limitaciones sobre todo de la gente más marginada –por carecer de empleo, educación académica o tal vez de salud- pero con preferir los canales televisivos de contendido profundo en vez de la repetición de noticias alarmantes, estaremos en mejores condiciones para habar con los preadolescentes y advertirles los riesgos de ser presa del miedo y las mentiras. Asumir que entre lo que aprendimos en la lejana juventud y nuestra actual casi cuarta edad –por aquello de que se pretende que los niños sean cuidados por abuelos- es también importante, no solo por lo pertinente de estar al tanto cuando menos lo indispensables para el manejo de la computadora o el teléfono, sino del mismo lenguaje. Hace unos días una persona de más de 70 años de intachable conducta y crecida en el entorno de una iglesia, se sintió agredida por recibir un mensaje en el que se advertía del poco conocimiento que los jóvenes tienen acerca de la diabetes.

El tema principal ni siquiera fue considerado por esta persona a la cual solo le pareció un insulto el haber utilizado palabras como: pendejo, buey, cabrón, fonemas todos que todavía en los años 60 provocaban cuando menos una reprimenda sino es que un buen bofetón por andar diciendo groserías. Hace tiempo que la real academia consideró que tales palabras no deben ser entendidas en sí mismas como insultos, ya que se trata de “barbarismos” así como es menester comprender que en Argentina no es muy delicado pedir cajeta en vez de dulce de leche y provocará risa o cuando menos sorpresa, si en Cuba se solicita desayunar algo de papaya. En un entorno de confrontación como el que se está dando en todo el planeta, la mentalidad de niños jóvenes y adultos cambia de manera mucho más drástica que en el pasado y así las cosas vocablos como: ratero, neoliberal, clasista, racista, deshonesto, simulador, ladino, déspota, hipócrita, conservador, criminal, etc. no son en sí mismas más que un término descriptivo que se puede convertir en ofensa, dependiendo del entorno en que se use y de la educación tanto del que los pronuncia como de quien los escucha[1]. A veces para poder dialogar con los jóvenes el uso de este lenguaje tan común para ellos es el mejor camino del entendimiento y muchas otras ocasiones, los adultos deberán considerar este cambio en su manera de hablar.

Por lo pronto aun las emociones más cruentas quedarán semi-borradas en la pausa social que implica un evento comercial, muy cuestionado, por cierto, que supone ejercicio físico, afinidad con ciertos grupos y como siempre un balón con el cual se puede anotar gooool. Las cifras de homicidios, secuestros, robos, abusos de confianza –ver el escándalo de lo que ocurre en el aeropuerto de México – y hasta festividades ancestrales como será el próximo jueves el día de gracias para nuestros vecinos del norte. Con todo el tiempo que está por trascurrir los cambios son inevitables, el llamado “buen fin” seguirá arruinando el crédito de algunos y llevara al hogar productos que no eran indispensables para la vida, una vida que a veces se muestra milagrosa como la de un pequeño de 5 años rescatado vivo en la destrucción del temblor ocurrido a muchos kilómetros de nosotros y que en otras será recordada como auténtica tragedia por los familiares de la mexicana que sin miramiento fue ultimada por un joven en Perú.

[1] Saulo de Tarso, individuo de doble nacionalidad, escribió en su segunda carta a los corintios a principios de la era cristiana, una opinión para aquellos que tenían duda de comer o no carne que había sido utilizada para la adoración de los ídolos y el recomendó que no tiene la mayor importancia si has aceptado la salvación dada por Cristo, pero que, si tu conducta es ocasión de escándalo en los hermanos débiles en la fe, mejor no lo hagas.

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