DRINA ERGUETA
SemMéxico, La Paz, Bolivia. La feroz disputa por el poder al interior del partido de gobierno, los resultados de las elecciones argentinas con un histriónico de extrema derecha con grandes posibilidades de ganar, la guerra genocida en Gaza que nos llega desde tan lejos o la sequía y los humos de los incendios en Bolivia, ¡¿qué importan?! Qué importan cuando un hijo o una hija no vuelve a casa.
El mundo se trastoca, es una pesadilla y ni siquiera la muerte se compara con ese terror del no saber, de imaginar… entonces, se busca en un estado de enajenación y se tocan todas las puertas preguntando y clamando ayuda, qué importa lo que algunas malas lenguas pudieran decir porque ya se sabe que a estas edades… ha salido y no ha vuelto a casa, ha pasado un día, dos, tres, ¿y si es toda la vida? Horror.
Pero es distinto lo que ocurre según quién sea el o la adolescente que haya desaparecido, una cosa es pertenecer a una clase social de élite, que de inmediato reacciona y se moviliza (llama la atención el espíritu de cuerpo que aquí se observa), ya sea sólo por las redes sociales que tienen su peso e influencia cuando se masifica, que logra que las autoridades policiales se muevan e indaguen y logren resultados; y otra cosa es no tener influencia ni recursos, no ser nadie, con redes que responden distinto, con mayor indiferencia o menos posibilidades por otras urgencias, y la probabilidad de encontrarle son mucho menores.
Según datos del Observatorio de Seguridad Ciudadana, publicados en algunos medios, en los últimos años se producen alrededor de 100 denuncias de desapariciones de adolescentes por mes, de las cuales hay entre un 15% y 20% que no vuelven a sus casas o no se les encuentra rápidamente. Este Observatorio, respecto a trata de personas, señala un crecimiento paulatino de denuncias presentadas, 13 por semana en 2023. Es mucho para un país con reducida población, 12 millones de habitantes.
En los casos de trata, más del 65% las víctimas son mujeres y en general, tanto en hombres como en mujeres, la mayoría son personas jóvenes. En el caso de adolescentes (de 12 a 17 años) el incremento de víctimas mujeres ha sido del 195% entre enero y mayo de este año, en relación al mismo periodo del año anterior. En frente, el victimador es hombre en más del 70% de los casos, es una de las caras violentas del Patriarcado.
En suma, las desapariciones de adolescentes son numerosas, crece el índice del delito de trata donde la mayoría de víctimas son mujeres y con un crecimiento enorme de casos de adolescentes en esta situación que, en gran parte de los casos, son víctimas de explotación sexual ¿Cómo no aterrorizarse si desaparece una hija o un hijo?
Entonces, el proceso de búsqueda es distinto dependiendo de la clase social de la persona desaparecida y también son diferentes las probabilidades (y los miedos) de lo que podría haberle ocurrido si se trata de un hombre o una mujer, ya que la agresión hacia mujeres tiene otras características. Siempre hay el añadido sexual cuando se trata de víctimas mujeres y eso toda madre y padre lo sabe, y teme.
Si luego de dos días el hijo o la hija aparece porque estaba de parranda, si bien puede haber un castigo por ello, en el fondo no importa frente a las otras posibilidades. El problema real está en que haya esas otras posibilidades y que, aparte de contabilizarlas estadísticamente, todo indica que no se hace algo serio para eliminarlas. Y esa es función del Estado, es decir: del gobierno, de las instituciones y de toda la sociedad en su conjunto.
La desaparición de adolescentes o personas jóvenes no debiera naturalizarse de ninguna forma y, al contrario, generar una conciencia y un movimiento de Estado que le ponga freno, tomando en cuenta, además, que se trata de una violencia que se ejerce desde una masculinidad nociva y desde un patriarcado depredador fundamentalmente hacia mujeres, pero también hacia hombres y otras opciones sexuales.
El hecho de que sean jóvenes las personas desaparecidas, que sean principalmente mujeres y que en su mayoría no sean de una clase social privilegiada hace que, salvo para quienes las quieren, otras noticias sean más relevantes y eso nos debe, al menos, cuestionar y mucho.