JOSÉ ANTONIO ASPIROS VILLAGÓMEZ
El 11 de septiembre de hace 50 años, con intervención estadunidense a través de la CIA se produjo en Chile un golpe militar contra el presidente constitucional de ese país, el médico Salvador Guillermo Allende Gossens, quien murió dentro del Palacio de la Moneda cuando ese edificio fue atacando por tierra y aire con tanques y aviones, hasta dejarlo en llamas.
El presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador visitará Chile (y también se lo van a criticar sus adversarios) para asistir al acto que, en memoria de aquel gobernante mártir, encabezará el mandatario chileno Gabriel Boric, un izquierdista que triunfó en las elecciones de hace dos años sobre Antonio Kast, simpatizante del exdictador Augusto Pinochet.
El socialista Allende había llegado a la Presidencia chilena en 1970 al triunfar con el 36.3 por ciento de los votos sobre sus antagonistas, el derechista Jorge Alessandri y el demócrata cristiano Radomiro Tomic, pero vio truncado su mandato de seis años por el golpe de Estado perpetrado en 1973 por Pinochet en un contexto muy complejo que requeriría de otro artículo para semblantearlo.
El periodista francés Pierre Kalfon estaba en Santiago de Chile el día del cuartelazo, y según sus reseñas para el diario Le Monde y un guion cinematográfico de 1998, reunidos en el libro Allende. Chile 1970-1973, una primera intentona golpista había fracasado el 29 de junio anterior, mientras que la del 11 de septiembre sí tuvo éxito y Allende se suicidó.
En la mañana de esta última fecha, el presidente todavía confiaba en la lealtad de Pinochet y hasta creía que lo habían detenido la Marina y las Fuerzas Aéreas, primeras sublevadas, pero a los pocos minutos una Junta Militar encabezada por ese traidor, le pidió rendirse y su respuesta fueron varios mensajes por radio, en uno de los cuales sostuvo que “solamente acribillándome a balazos se me podrá impedir llevar a cabo el programa del pueblo”.
“¡No dimitiré!”, dijo en su último comunicado difundido, y según el libro de Kalfon (Ed. Foca, Madrid, 1979) siguió un diálogo entre Pinochet y un vicealmirante a través de una frecuencia de radio, donde acordaron que si Allende se rendía, “se le saca del país… y el avión se estrella a continuación”.
Cuando Allende finalmente decidió la rendición para evitar sacrificios inútiles, organizó la salida por una puerta lateral de mujeres y civiles que seguían atrincherados en La Moneda y él iría a la retaguardia. Pero el médico personal de Allende, Patricio Guijón, regresó por una máscara al Palacio y, al pasar por el salón donde estaba todavía el presidente, vio cómo éste, sentado en un sofá, se disparaba con una metralleta que sostenía entre las piernas. Se habría suicidado con el AK47 que le obsequió el líder cubano Fidel Castro cuando visitó Chile.
El cuerpo del gobernante chileno fue sacado del Palacio por los militares golpistas y llevado en avión a Viña el Mar para ser sepultado. Durante el trayecto, a su viuda Hortensia Bussi no le permitieron abrir la tapa del féretro para comprobar que se trataba de Salvador Allende. Días después, Le Monde informo que su corresponsal había sido echado de Chile: “notre collaborateur Pierre Kalfon est expulsé du Chili”.
Otro periodista que estaba en Santiago ese 11 de septiembre, fue el mexicano Manuel Mejido, de Excélsior, quien tuvo la suerte de encontrar una línea telefónica que no había sido cortada, y a través de llamadas a territorio argentino logró informar al mundo de los sucesos.
En su libro Esto pasó en Chile (Extemporáneos, México, 1974), Mejido relató cómo la embajada de México en Santiago, entonces a cargo del diplomático Gonzalo Martínez Corbalá, dio asilo a numerosos chilenos y aunque con carencias pudo asistirlos mientras les conseguía salvoconductos para salir del país. Al terminar esa labor, el gobierno del presidente Luis Echeverría rompió relaciones con la dictadura pinochetista.
LA OTRA VERSIÓN
¿Realmente se suicidó Salvador Allende? A finales de enero de 2011, la fiscal de la Corte de Apelaciones de Santiago, Beatriz Pedrals, presentó una querella porque faltaban de ser investigados los casos de violaciones a los derechos humanos de 726 personas, entre ellas Allende, durante la dictadura pinochetista.
Los restos del presidente fueron exhumados por órdenes del juez Mario Carroza e identificados en mayo siguiente, y sus familiares solicitaron nuevos peritajes para despejar dudas históricas de cómo fue el final de Allende, pues con los años surgieron versiones de que habría sido asesinado, pese al testimonio, reiterado posteriormente, del médico Guijón.
A finales del mismo mayo, el forense uruguayo Hugo Rodríguez dijo en un programa de la Televisión Nacional, de Santiago, que tras haber analizado los restos encontró que Allende había recibido dos disparos de diferente calibre, lo cual apuntaló la tesis del magnicidio. Otro forense, el chileno Luis Ravanal, quien revisó en 2008 el informe forense y un peritaje policial, coincidió con la versión de Rodríguez: los disparos fueron dos, producidos por un arma pequeña y un rifle de asalto.
Y según un despacho noticioso de la Associated Press, también sembró dudas sobre el suicidio el que no fueron encontradas las huellas dactilares de Allende ni de nadie en el rifle AK47 que habría usado el mandatario para quitarse la vida.
En enero de 2014 la Suprema Corte de Chile cerró el caso y decretó que había sido suicidio. En contra del veredicto votó el ministro Hugo Dolmestch, quien sostuvo la tesis de los al menos dos disparos. Y siete meses después, un sobrino del general Javier Palacios dijo en una entrevista que su tío había dado el tiro de gracia a Allende, según lo contó en una cena en febrero de 1977.
Palacios no dijo nada más, pero según el periodista Francisco Marín Castro, del semanario Alternativas, la versión se publicó en el libro Allende, Yo no me rendiré (Ceibo, 2013), donde también se menciona que había sido ocultado un peritaje de 2011 que demostraba la existencia del segundo disparo con arma de bajo calibre.
Al conmemorarse este septiembre el cincuentenario de la muerte del presidente chileno, la revista mexicana Proceso revivió la polémica con un reportaje del citado Marín Castro, ya como su corresponsal, donde insiste en que “de acuerdo con investigación forense y testimonios sobre las últimas horas de Allende, se concluye que este nunca se rindió; murió combatiendo, fue acribillado y rematado”.
El presidente Salvador Allende tuvo tres funerales: el 12 de septiembre de 1973, un día después de su muerte, sin testigos y en un nicho sin nombre en Viña del Mar; el 4 de septiembre de 1990 cuando fue trasladado al mausoleo familiar en el Cementerio General de Santiago, y en ese mismo sitio el 4 de septiembre de 2011 una vez que el juez Carroza ordenó la devolución de los restos a la familia. El 11 de septiembre de este 2023, recibirá el homenaje de su país, donde todavía hay pinochetistas, en su cincuentenario luctuoso.