TEXTOS EN LIBERTAD/ Medio siglo para sentenciar a los asesinos de Víctor Jara

JOSÉ ANTONIO ASPIROS VILLAGÓMEZ

A la memoria del colega y amigo tabasqueño José Antonio Calcáneo, en su 10° aniversario luctuoso

El 16 de septiembre se cumplirán 50 años de que el popular cantautor chileno Víctor Lidio Jara Martínez fue sádicamente asesinado por un grupo de militares, cinco días después del golpe de Estado contra el presidente de Chile, el socialista Salvador Allende.

Tras la caída del gobierno de la Unidad Popular, los golpistas emprendieron la persecución y detención de miles de civiles que fueron llevados al Estadio Chile, donde los torturaron y ejecutaron.

Víctor Jara tenía 40 años cuando fue capturado el día 12 junto con cientos de compañeros en la Universidad Técnica del Estado, donde era profesor; lo torturaron durante cinco días y su cadáver apareció el 16 en un terreno baldío próximo al Cementerio Metropolitano de Santiago. Según la autopsia, presentaba 44 impactos de bala.

Por versiones de testigos y confesiones de los asesinos, se supo que un uniformado que jugaba a la ruleta rusa le disparó al compositor, y luego ordenó a sus subalternos que lo remataran. Antes había sido víctima de palizas que le destrozaron las manos, pero aún así pudo escribir un verso y entregarlo a otro detenido.

Ese texto, que conserva la Fundación Víctor Jara fundada hace tres décadas, dice: “¡Canto, qué mal me sales / cuando tengo que cantar espanto! / Espanto como el que vivo / como el que muero, espanto”.

Víctor Jara estuvo casado con la bailarina inglesa Joan Turner, a quien le dieron la ciudadanía chilena 36 años después. Cuando ocurrió el sacrificio del artista, su hija Amanda tenía ocho años y su hijastra Manuela, 13.

En junio de 2009 fueron exhumados los restos de Jara para precisar las causas de su muerte, que no variaron aunque la autopsia de 1973 había sido “superficial” debido a la carga de trabajo de los forenses, y en diciembre siguiente sus restos fueron velados y reinhumados tras una ceremonia pública donde hubo un ritual criollo.

Con el apoyo de abogados, en 2013 viuda e hijas presentaron una denuncia por el asesinato contra el ex oficial pinochetista Pedro Pablo Barrientos, quien para entonces vivía en Florida ya con nacionalidad estadunidense. En 2016 fue sentenciado en un juzgado de Orlando a indemnizar con 28 millones de dólares a la familia, y en la actualidad la justicia chilena sigue reclamando su extradición.

Y apenas el 28 de agosto pasado –medio siglo después– la Corte Suprema de Chile condenó a 25 años de prisión a los ya ancianos soldados cómplices de ese y otros crímenes, y a ocho años a otro por encubrimiento.

En varios juicios más por el secuestro y asesinado de otras víctimas del pinochetismo, los deudos han recibido también indemnizaciones y los homicidas han sido sentenciados.

Desde hace 20 años el Estadio que fue campo de concentración, tortura y homicidio de miles de chilenos en 1973 y 1974, lleva el nombre de Víctor Jara.

De acuerdo con la Universidad de Chile, ese Estadio tiene “una historia política, cultural y deportiva sumamente relevante” para el país sudamericano. Fue inaugurado el 14 de abril de 1969 y ese mismo año celebró en sus instalaciones el Festival de la Nueva Canción Chilena, que ganó Víctor Jara con la canción ‘Plegaria de un labrador’.

En la actualidad es un sitio de memoria donde la Fundación Víctor Jara, junto con instancias gubernamentales, lleva a cabo eventos artísticos y culturales para recordar aquel 1973, cuando –dice un despacho de la agencia española Efe—se “quebró la democracia e inició a una dictadura de 17 años”, mientras que grupos locales, revisionistas y negacionistas –en suma, pinochetistas–, tratan de borrar aquellos crímenes cuya primera víctima fue el presidente Salvador Allende.

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