SURREALISMO POLÍTICO/ “Tierra Caliente: La marca”

MARTÍN MARTÍNEZ OLVERA (SemMėxico/Ceprovysa, Chilpancingo, Guerrero). En la tierra caliente de Guerrero existe una marca. Ajá. Y usted dirá, ¿una marca? ¿De qué producto o a razón de qué viene la marca?

En la Tierra Caliente se conoce así, como la marca. No importa la edad, sexo o actividad, la marca es la marca. Y se maneja en silencio y si usted pregunta la respuesta es “no se”, igual que cuando un convoy del Ejército Mexicano entra a algún punto y pregunta si han visto algo “raro” la respuesta será “no, todo bien”, nadie dirá nada, como de la marca.

¿Usted desea que su producto sea vendido en la región calentana? Debe llevar la marca o, hablar para que tenga no su marca, sería peligroso, sino la marca que le permitirá estar en todos los negocios.

Pero la marca no solo se encuentra en los productos, también está en las profesiones, en los servicios y hasta en las tortillas y el pan.

No se habla de ello ¿pará qué?, si lo que se conoce y establece no requiere ser cuestionado, simplemente se acata.

Por ello, esa “marca” en especial se conoce y hay quienes dicen que se negocia para que no sea una acción perdida, es decir, que quien quiera vender algo y no lleve la marca, sea perdido.

Pero en esta región no se habla mucho de ello, o al menos, no en voz alta.

Esta alegre región donde los violines arrancan sones alegres tiene hasta en la música el permiso respectivo para operar.

Todo lleva marca, la alegría y la tristeza, el festejo y el luto.

¿Qué va a pasar con esa generación de jóvenes y niños y niñas que no conocieron otra cosa que la marca para su vida futura? ¿Estarán dispuestos/as o predispuestos/as ya a seguir con esa “tradición”? o buscarán salirse de algo que también se convierte en un yugo.

La marca ha establecido una forma de vida. Adultas y adultos mayores que conocieron la grandeza de la tierra caliente se duelen de haber perdido esa grandeza. Vieron morir su ganado cuando no pasaba a la marca, perder sus ranchos, cuando llegaban a desalojarlos/as, cerrar sus escuelas por no querer tener la marca, cambiar de giros económicos por perder ganancias sin llevar el permiso respectivo para operar.

Pero el silencio, a veces también cómplice, o del miedo o de la sumisión, hace que hasta como compradores se preocupen si algo no tiene la marca.

Saben que el peligro les acecha y a pesar de conocer a cada uno de quienes integran esa marcha, no dirán nada.

Solo esperan a que el surrealismo, convertido en gobierno, haga su trabajo y la marca, se desprenda de su vida. ¿Surrealismo?

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