SINGLADURA/ La lengua y sus hablantes

ROBERTO CIENFUEGOS J. Entre los signos característicos de estos tiempos turbulentos, de cambio o aun de transformación si se acepta el planteamiento clave del gobierno de turno, destaca en México el uso de un lenguaje, digamos público, cada vez más violento, descalificador y peligroso para la necesaria, imprescindible yo diría, convivencia nacional que debería animarnos a los mexicanos en general. Si en política la forma es fondo como nos enseñó el clásico, en el diálogo público ocurre o debería repetirse el concepto por el bien de todos.

Hace años leí el libro  “La lengua y los hablantes”, de Raúl Ávila. En el contexto hoy de México me vino al recuerdo.

Este no es sin embargo el espacio propicio para exponer los motivos o circunstancias que animan la creciente confrontación verbal entre mexicanos, atizado por el poder constituido y no pocos ciudadanos que hacen uso del lenguaje para emitir opiniones o exponer los frutos de sus pesquisas. Esta libertad mutua se está perfilando sin embargo en un recurso cada vez más filoso y en ocasiones incluso romo, en un fenómeno crecientemente peligroso y que hasta se considera inusual por su vastedad y/o alcance social. Podrían señalarse argumentos en favor de unos o de otros usuarios de este tipo de lenguaje. Pero tampoco es este el propósito de este breve texto, que se reduce a señalar la expresión cada vez más agresiva entre actores gubernamentales, sociales, ciudadanos y por supuesto en los medios de comunicación en masa y en consecuencia, aún en escalas mayores, en las famosas redes sociales, quizá el mecanismo de comunicación más inmediato, instantáneo y efímero que se haya conocido hasta ahora a escala global. México, claro, no marca la excepción de este uso incesante y aun inclemente de las redes. Un clavado en ellas nos deja ver sin mayor esfuerzo, a simple vista, el grado de confrontación que tiende a acentuarse y exacerbarse entre núcleos poblacionales de todo tipo.

Con la posibilidad a nuestro alcance cotidiano de comunicarnos mediante signos orales y escritos, el lenguaje constituye según los estudiosos del fenómeno la facultad de las personas para comunicarnos, algo que ocurre en un plano mental.

Entre las características, los expertos indican que se trata de una habilidad propia del ser humano, que se concreta en la lengua y el habla oral o escrita. Puede expresarse de forma verbal mediante el habla y también en la escritura. Se le considera además arbitrario debido a que su ordenamiento atiende convenciones sociales que pueden variar conforme el perfil del grupo. Hablamos en buena parte a partir de lo que heredamos y aprendemos en nuestros núcleos familiares, sociales y por supuesto, escolares. Expresamos en buena parte a través del lenguaje una forma de entender y/o concebir el mundo desde nuestro plano mental, aprendido.

El punto es que estamos observando la proyección verbal de los choques en diferentes planos y aún, en prácticamente todos, la confrontación verbal y/o escrita. Las formas parecen cada día venir a menos, se les desdeña y/o se les extrema a escalas poco vistas en los últimos años. En particular, se observa una confrontación verbal y/o escrita sin precedentes y lo peor es que la asumimos inadvertidamente.

Me parece que nos hemos subido al tobogán del descuido verbal y aún del lenguaje. Lo mismo da en el afán cotidiano de descalificar al otro, de vilipendiarlo y ganarle a como de lugar a través de la degradación del lenguaje, en lo que una vez más hace recordar el desdén por las formas, que como apuntó el clásico, es fondo. Lamentable la ausencia casi total de la contención en la guerra soterrada que libramos cada día en México. Sería bueno, reflexionar sobre las formas del lenguaje que se están usando y que trasuntan una guerra si se quiere de baja intensidad, pero profundamente hiriente para el país total.

No hay mucho que esforzarse para darnos cuenta que el nivel de la discusión nacional se está yendo a pique, otro deterioro más a muchos que dan al traste con cualquier esfuerzo constructivo en el país.

Tan desafortunado resulta que se tilde a uno, por ejemplo, como un mercenario, al servicio de la mafia del poder y corrupto, como que el otro llame a aquél un meme con alberca y cine privado. Revelan niveles de un lenguaje. Califíquelos usted. A mi me apena.

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@RoCienfuegos1

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