SINGLADURA/ ¿Atila, el azote de Dios?

ROBERTO CIENFUEGOS J. @RoCienfuegos1

¿Qué es lo que no entiende que no entiende el presidente Andrés Manuel López Obrador sobre la violencia de género?

A ver. Hay que decirle y/o explicarle, para responder a sus preguntas,  en términos simples y llanos, que la violencia de género, atañe en términos jurídicos y prácticos a toda acción y/o expresión para dañar y afectar a una persona, sea ésta mujer, niño u hombre. De eso trata en términos muy amplios y generales el concepto de género.

Es cierto, una mujer puede incurrir en violencia de género si decide o se dispone a hacerlo por sus condiciones específicas desde una posición de poder.

Además, y debido a los estigmas sociales que permean buena parte de la sociedad mexicana, poco se sabe, aunque se sabe, de situaciones en que algunas mujeres se transforman en una especie de Atila de los hombres, o incluso de Dios. Pero se trata de casos en números pequeños, y que además se registran muy por debajo de la contabilidad real debido a la vergüenza que acompaña al o los hombres que experimentan este fenómeno.

En las leyes, de las que ha hecho escarnio el presidente, la violencia de género tiene como fundamento la preminencia del principio de salvaguardar a la mujer, y los menores, especialmente en un país histórica y marcadamente machista. ¿Se entiende esto?

Lo que de plano no se entiende es que el presidente de México, el hombre con el mayor poder político de este país, se asuma como una potencial víctima de la violencia de género. Ni siquiera cabe sugerirlo, a menos que esté pasando por un trance de disminución severa de su propia conciencia y poder.

Xóchitl, la señora X o ahora la Innombrable como se le ha querido minimizar o peor aún, ridiculizar, no tiene ni remotamente el poder para consumar un acto de violencia de género contra el presidente de este país, así aspire a encabezar la titularidad del Poder Ejecutivo Federal, y aún ostente el poder que le da una senaduría. Bueno, ni siquiera anda ahora por las calles con sus gelatinas como para al menos catapultar una de ellas en contra del principal inquilino de Palacio Nacional. Y si bien dijo a manera chusca que podría blindar su bicicleta, hace tiempo dejó de vender tamales como para también proveerse de alguna especie de proyectil para perpetrar semejante desaguisado nacional.

Así entonces, ¿qué es lo que no se entiende y qué lleva incluso a la no primera dama a hacer preguntas serias en torno a la violencia de género? Las dudas asociadas con este asunto fueron planteadas públicamente, pero bastaría un vistazo en Google para entender y evitar -lo que sería mejor- la violencia de género, que en México por lo menos se ejerce predominantemente en perjuicio de las mujeres, y de los menores de edad, en ese orden.

Dicho con toda franqueza y sin pecho bodeguero de por medio, no cabe en la cuadratura del círculo la pregunta o incluso queja del Primer Varón del país, sobre el eventual ejercicio en su contra de violencia de género. Mucho menos en un país -hay que insistir- donde el promedio de diario de feminicidios ronda las diez víctimas, esas sí, como parte de una escalada criminal lejos de toda contención y, más aún, castigo.

Sobre la violencia de género, rescato estos apuntes de Wikipedia: “A principios de la década de 2000, el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados señaló que la violencia de género podía catalogarse como una violación de los derechos humanos, e indicó que este flagelo afectaba a mujeres, hombres, niños y niñas, aunque son las mujeres y niñas las que predominantemente son víctimas”. ¿Queda claro, vamos o nos regresamos?

@RoCienfuegos1

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