CARLOS RAMOS PADILLA*. Cada día crece la idea de que se está perdiendo la gobernabilidad y que el Estado de Derecho en el país ha sido relegado. Casos y cosas han sucedido que justifican esa línea de pensamiento. Han ocurrido eventos inéditos con respuestas vagas, tibias y equivocadas ante las prioridades y urgencias nacionales. Prueba de ello, la violencia, la salud, la educación, la economía. Lejos estoy de pensar en dar cátedra alusiva al tema pero entendemos lo que significa gobernar, liderazgo y estadista. Desde la llegada de amlo a la presidencia hemos visto actos contrarios al sentido común, a la estabilidad, a la congruencia, a la integración. El presidente convertido en líder nacional debe, por obligación moral y legal, buscar el reencuentro, la reconciliación, la unidad con propósitos comunes de superación. No es aceptable emplear la tribuna máxima para engendrar odio, indisciplina, inestabilidad, confrontación. El presidente no está para proteger a los incondicionales y atacar a los adversarios; para descalificar toda acción que le incomode, buscar culpables en el pasado, llamar “mercenarios” a los reporteros, condicionar la vida nacional a sus ocurrencias, ideas o pifias y cancelar las posibilidades y oportunidades de desarrollo únicamente porque el Ejecutivo considera que está mal ser “aspiracionistas”. Un estadista ve al futuro, no al pasado, saber escuchar y enmendar, proyecta con sabios, desecha incompetentes, piensa en la nación a largo plazo, observa y analiza las circunstancias mundiales para aprovechar misiones y destinos, comprende que la fuerza de la sociedad radica en la educación, es implacable con aquellos que no cumplen con las leyes, es generoso y culto, no ofende y aprende a premiar a los sobresalientes, reconoce que el presupuesto corresponde a un ejercicio público que requiere de talento y competencia. Un gobernante no busca crecer abusando de la ignorancia de los demás ni estableciendo campañas clasistas como “primero lo pobres”, y los demás, los que contribuyen con su escala social y económica al pais?, los que participan de una economía activa para evitar justo la pobreza y hacer más equitativa la riqueza?. Administrar los recursos nacionales no significa destruir todo lo construido por venganza política ni hacer pensar que sólo por un discurso manipulador los males del país acabarán por sus sabias decisiones. Un estadista no se relaciona con delincuentes ni criminales y en su marco intelectual y con todo el poder jamás optaría por llamar a las abuelas a suplantar a las leyes para a nalgadas recomponer la moral. Un gobernante serio no toma decisiones ni “por lo que diga mi dedito” ni por asambleas callejeras. Un estadista serio y formal no aceptaría sumar día a día a sus conciencia miles de muertos por políticas públicas fallidas aplicadas por funcionarios corruptos o inexpertos. Un estadista no escoge a los héroes nacionales a su antojo ni se asume heredero de sus arengas. Es más, un presidente serio no plagia ni las ideas, ni los discursos ni los proyectos de otros asumiendo que la sociedad no se dará cuenta. Un presidente, sì un presidente, no culparía a la “señora”, esposa de su hijo, de poseer riqueza para justificar los abusos y avaricia de su familia. Un estadista no permite que incompetentes hablen por él con secciones baratas de quién dice más mentiras en una nación que presenta cifras alarmantes de pobreza y crímenes. Un hombre de bien no se permite asimismo explicar el asesinato de un periodista porque no estaba inscrito en el programa de protección a los comunicadores. Pero un pueblo digno no aceptaría tener en el poder a un sujeto que todos los días ve colgados a seres humanos en los puentes pero su preocupación es hablar con la madre tierra para que le permita el trayecto de su trenecito. La gente preparada no toleraría a un líder que para permanecer les ofende diciéndoles fifis o peor aún les engaña con revocaciones/ratificaciones. Quienes pretender crecer y colocarse en una mejor situación jamás aceptarían que a sus catedráticos y científicos los persiguieran por ideas contrarias al gobierno, les cancelaran becas por manifestarse o les arrebaten la fuerza a las universidades por intentar convertirlas en centros de adiestramiento político. Gobernar no es decir que se rasca un poquito y sale petróleo, o que coloca frente al mundo a abusadores sexuales porque las denuncias no le convencen. Un estadista en ejercicio no sirve como destapador de corcholatas (candidatos) ni atenta contra las más sólidas instituciones, vamos un hombre de gallardía no presumiría el manejo de la economía por las remesas (limosnas) que nos envían los expulsados del pais. La presidencia no es para vivir en un Palacio engañando a los gobernados con una austeridad que no existe ni en sus festines cívicos y que son expuestas las mentiras e irregularidades por fotografías publicadas por un embajador extranjero en día de la Independencia Nacional.
*Conductor del programa VaEnSerio MexiquenseTV canal 34.2 (izzi 135)