PULSO/ Sin “masiosares”

EDUARDO MERAZ

Condenable por dónde se le vea el allanamiento de la embajada de México en Ecuador y romper relaciones fue un acto consecuente. Pero ni una cosa ni otra le dieron el respaldo buscado por el habitante temporal de Palacio Nacional.

Si bien un buen porcentaje de mexicanos mostró su apoyo a la decisión gubernamental, otro porcentaje importante se lo negó. Muestra inequívoca del daño causado a la unidad de la nación, no sólo en lo doméstico, sino ahora en sus tratos con otros países.

Sus consuetudinarios excesos verbales y el entrometimiento en la vida de otros países, en los hechos niega el apotegma juarista: entre los individuos como entre las naciones, el respeto al derecho ajeno es la paz.

Haber cuestionado el reciente proceso electoral ecuatoriano, al perder la corriente con la cual se identifica el mandatario palaciego y llamar” fachos” a las autoridades de la nación sudamericana, provocaron la reacción de allanar la embajada mexicana para impedir la salida del exvicepresidente Jorge Glas, acusado de varios delitos en su país.

El exceso en el uso de la fuerza del gobierno de Ecuador a fin de retener y juzgar a dicho exfuncionario en su territorio debe desaprobarse totalmente. Sin embargo, también hay que aceptar que lo hizo en apego a disposiciones internacionales y de su propia legislación.

El rendimiento político esperado y anhelado por el mandatario palaciego, en la víspera del primer debate de los candidatos presidenciales de México y ante la cercanía de la jornada electoral, resultó magro para él y para la candidata del oficialismo.

Si la mejor política exterior es la política interior, según el ejecutivo sin nombre y sin palabra, ni duda cabe lo ha hecho bien: dividió y polarizó a la sociedad mexicana y avanza en el propósito de trasladarlo en su relación con otras naciones.

Argentina, Bolivia, Ecuador, España, Estados Unidos, Canadá y ahora Perú son ejemplo claro de desacuerdos en los vínculos, con diferente gradación, a causa del narcisismo presidencial.

Creyó el habitante temporal del palacete que sus recientes lides con Ecuador y Perú le otorgarían un bono absoluto de confianza en su gestión y, con ello, llegar al fin de su mandato con un nivel de rechazo menor. Mal cálculo.

El nacionalismo de los ciudadanos mexicanos ha adquirido un elevado nivel de madurez que, difícilmente, se deja embaucar con el falso y rancio patrioterismo cuatroteísta.

La imagen de Juan de la Barrera envuelto en la bandera es una pintura bastante añeja y alejada del momento actual, pues no hay ninguna invasión de por medio, salvó la autorizada por la 4T a militares estadounidenses armados, la semana pasada.

Los diferendos con otros países a los cuales nos ha conducido el mandatario palaciego están lejos de hacer necesario un llamamiento a “masiosares”.

He dicho.

EFECTO DOMINÓ

Una información del diario El Economista indica que México es uno de los países con mayor índice de percepción de corrupción, según la organización Transparencia Internacional, pues se encuentra en el lugar 126, de 180 países totales, con una calificación de 31 de 100 puntos posibles. Desde 2020, México se ha estancado con 31 puntos de calificación.

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