PULSO/ Barata o guerra de «presidentes»

EDUARDO MERAZ. A la menor provocación los morenistas gritan exaltados ¡presidente(a)! a las «corcholatas» que, ávidos de alabanzas, les ha dado por placearse a diestra y siniestra, a través de una escenografía que transpira naftalina.

La competencia de aplausos y vítores en la cual se han metido los aspirantes del partido guinda para conseguir la nominación presidencial, los ha llevado a realizar montajes de baja estofa, en detrimento de ellos y de los candidatos a gobernadores a quienes supuestamente acuden a respaldar.

El rancio modelo de reunir a centenares de simpatizantes, con gorras y playeras y  tal vez, algún apoyo económico seguido por todos los partidos políticos, donde todos alzan los brazos en señal de victoria, más como anhelo que realidad, ya no atrae más votos.

Tampoco el discurso encendido cambia el sentido de los sufragios, pero aun así las corcholatas recurren a este modelito vintage, de forma y fondo, como si con ello fuesen a inclinar la balanza a su favor, cuando en realidad dependen de la decisión del supremo elector que habita en en el olimpo de Palacio Nacional.

Ebrard, Sheinbaum y Monreal han decidido sumarse y  preservar usos y costumbres del folclor político mexicano, sobre todo por la imposibilidad de poder hacer pronunciamientos políticos y los sancionen por adelantar tiempos de campaña.

Así,  la única posibilidad de crear en el imaginario colectivo la impresión de contar con la preferencia de las huestes morenistas, es escuchar la voz de sus corifeos: ¡presidente(a)!, tomarse las selfies y sentirse queridos y apapachados y a ello se aferran. Pero, por otro lado, fuera de los reflectores y lejos del pueblo bueno y sabio, mantienen en secrecía las alianzas con grupos de dentro y fuera de Morena.

La «corcholata» menos rodada hasta el momento es el secretario de Gobernación, Adán Augusto López, al cual el presidente sin nombre y sin gracia, trata de foguearlo rápido, acercándole problemas para que recupere el papel de interlocutor confiable, que perdió al promover la consulta revocatoria.

Los fines de semana, se han convertido en baratas políticas, ofertando fuera de temporada; escenario sin adversarios a la vista, se vuelve un mercado con poco apetito para comprar baratijas.

Ausente la oposición, por más esfuerzos presidenciales para que los integrantes del relevo generacional tengan con quien hacer rounds de sombra, es mayor la posibilidad de batallas intestinas que, a la fecha, aún son civilizadas. Conforme se acerque el tiempo de definición, las formas se volverán más ríspidas y tal vez sangrientas.

En tanto, los sábados y domingos de plaza, de aquí a los primeros días de junio, previo de las elecciones estatales, serán coloridos. Después, el tedio de las obligaciones se apoderará de cada aspirante guinda, tratando de evitar errores que les bajen puntos.

Las baratas dejarán su paso a las guerras, hasta en tanto se defina la fecha de la o las encuestas. Rodando las corcholatas se encuentran y se topan.

He dicho.

EFECTO DOMINÓ

Los problemas que la democracia no ha podido solucionar generan descontento e inconformidad con los gobiernos emanados de elecciones libres y legales. La ciudadanía pierde interés en las elecciones, porque constata que sus problemas y necesidades, lejos de resolverse, en algunos casos se agudizan», señaló el consejero presidente del INE, Lorenzo Córdova.

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