TERESA MOLLÁ CASTELLS (SemMéxico, Ontinyent, Valencia /España). Con la aprobación de la llamada “Ley trans” en el Senado esta semana y su retorno al Congreso para su aprobación definitiva se están superando todas las barreras para su aprobación por urgencia.
Una ley que para lograr su aprobación ha usurpado el debate parlamentario al no haber permitido en su tramitación la comparecencia de personas expertas que pudieren expones las consecuencias de su aplicación, sobre todo en menores, pero también en adultas.
Una ley que borra de un plumazo los efectos de la ley orgánica para la igualdad efectiva entre mujeres y hombres que tantos esfuerzos costó a tanta gente y cuya aplicación consiguió, entre otras cosas, la casi paridad en listas electorales, la desagregación por sexos de los datos importantes como los de paro, empleo, expectativas de vida, etc. y que con la desaparición del factor “sexo” van a ser ninguneados y troceados para quedar sin valor.
Porque les guste o no a quienes, desgraciadamente para las mujeres y las niñas, han promovido esta ley, el sexo sigue y seguirá existiendo por mucho que nos quieran imponer el género como categoría social. Las mujeres seguiremos siendo mujeres les pese a quien les pese. Y nuestra capacidad de gestar o no y al menos de momento, la seguiremos teniendo solo nosotras. Insisto tanto siles gusta como si no.
Podrán disfrazar la realidad material de la categoría “sexo” como les dé la gana, pero pese a todos sus esfuerzos, seguirá siendo una realidad material.
Por mucho que se esfuercen en inventar una neolengua que intente borrar a las mujeres, como de hecho ya está ocurriendo, seguiremos estando ahí y reivindicando la superación de las desigualdades que sufrimos por haber nacido mujeres. Y a las mujeres lesbianas les vamos a tener que prestar una especial atención, como también estamos ya viendo por los efectos de los derechos que se van a otorgar a algunas personas en base a sus deseos.
Y volvemos a la imposición de los deseos sobre los derechos de más de la mitad de la población que somos las mujeres. Deseos que ponen en peligro la dignidad y los derechos de todas las mujeres y las niñas. Deseos de una escandalosa minoría que van a dañar sus cuerpos permanentemente y a destrozar sus vidas al quedar sujetos a medicación crónica sin necesidad previa.
Deseos que van a condicionar los espacios de seguridad de las mujeres al tenerlos que compartir con quienes “se sienten” mujeres sin serlo como vestuarios, aseos, etc. por no hablar de los módulos de las mujeres en las cárceles en los cuáles van a poder tener entrada y libre acceso a los cuerpos de las mujeres los varones que se “sientan” mujeres porque con su simple deseo bastará para serlo.
Tiempos de distopías gracias a una izquierda que ha acudido a satisfacer los deseos de una minoría caprichosa y adicta al neoliberalismo más consumista, incluso de cuerpos humanos, en lugar de atender las necesidades de igualdad real de más de la mitad de la población que somos las mujeres. Y que han utilizado los medios económicos e institucionales que deberían haber sido utilizados para combatir las violencias machistas, por ejemplo, para impulsar políticas que nada tienen que ver con ello y que incluso las potencian, aunque sea de manera indirecta.
Triste realidad la que nos toca vivir a las mujeres atrapadas entre la distopía promocionada por una izquierda posmoderna y chupiguay con mucho brilli brilli, pero sin fundamento y la ultraderecha que pretende hacer retroceder nuestros derechos ya, al menos teóricamente, consolidados.
No será este momento histórico recordado con cariño por quienes aspiramos a que el futuro para nuestras niñas sea mejor que el nuestro.
Me siento, como ya he dicho en numerosas ocasiones, traicionada por esta izquierda desnortada que no ha dudado en venderse a los intereses de grandes multinacionales farmacéuticas y médicas que son las que verdaderamente van a ganar con la aprobación de esta ley distópica.
Y, si siempre hemos mirado a los países nórdicos en cuestiones de derechos sociales, ¿Por qué no los observan ahora que, al comprobar los daños colaterales de la aplicación de este tipo de leyes, están dando marcha atrás? Todavía es posible no cometer este error histórico de intentar borrar la realidad material del sexo por la del género sentido. Todavía y con voluntad política se podría parar esta locura. Pero mucho me temo que, de nuevo, la arrogancia y la prepotencia de algunas se van a imponer.
Solo me queda recordar que el feminismo no vota a traidores. Y que la izquierda posmoderna chupi guay nos ha traicionado a las mujeres y al feminismo. Y quiero admitir que siento mucho dolor y mucha rabia al escribir que me siento traicionada por esa izquierda a quien jamás volveré a votar.
Porque les guste o no, el sexo como realidad material seguirá existiendo y las mujeres seguiremos siendo mujeres, aunque pretendan disfrazarlo de mil maneras. Aunque se inventen palabros o expresiones para no nombrarnos, seguiremos siéndolo siempre.
Insisto: Feminismo no vota a partidos que nos han traicionado. Y estamos en año electoral. Antes voto nulo que votar a quien nos ha traicionado desde la izquierda.