POR LA CUARTA/ Quién cuida a las mujeres policías

ENRIQUETA BURELO (SemMéxico, Tuxtla Gutiérrez, Chiapas). Hace unos días nos compartieron en un chat un artículo donde una mujer policía de un municipio de Sinaloa, narra el viacrucis de abusos sexuales que sufrió mientras permanecía en el cuerpo policiaco, “Para mí era un orgullo portar el uniforme de policía, y me enorgullecía llegar a la escuela de mis hijas, hoy me daba vergüenza”, señala Marisela N, quien en este momento está enfrentado una serie de audiencias por una denuncia ante la Comisión de Honor y Justicia de la corporación.

Yo soy policía ya desde hace tres años, aproximadamente del 2013 para acá. Me han tocado muchas cosas muy fuertes, entre ellas no sólo aguantar borrachos cuando nos los llevamos en la patrulla. Sino también, que nuestros jefes nos piden favores, usted sabe, favores como: oye hazme un paro, tengo una fiesta y pues quería ir contigo, acompáñame por favor. Si uno les dice que no, cae bronca. Le cambian los horarios o a veces hasta de compañeros de patrulla. Ya ni una está segura, ni por traer charola (Anónima, Mujer Policía de Ciudad Juárez, comunicación personal, 2016).

La cantidad de personal destinado a funciones de seguridad pública en las administraciones públicas estatales en México en 2020 era de 231,491 personas. De ellas, 75.9 por ciento eran hombres y 24.1 por ciento eran mujeres (INEGI, 2020). Desde su incorporación, se ha mantenido un patrón histórico que las asigna al ámbito privado-doméstico, por lo que se les asignan actividades administrativas, secretariales o en espacios relacionados con el aseo y labores de cocina; mismas que distan mucho de la carrera policial.

En general, los policías en México son una población que trabaja en condiciones precarias. Además de que enfrentan grandes peligros en su día a día, tienen salarios bajos, trabajan turnos de 24 horas o más, no reciben la capacitación suficiente y pagan por su equipo. Aunado a esto, los elementos policiales también se tienen que enfrentar a la discriminación y a la falta de valorización de su trabajo por parte de la ciudadanía. Sin embargo, dentro de los cuerpos de seguridad, las mujeres son aún más vulnerables.

La condición de vulnerabilidad facilita el acoso sexual el cual se presente desde dos manifestaciones. Primeramente, desde el albur mismo que es reproducido tanto para mujeres como para hombres; sin embargo, los hombres suelen devolver el albur al superior; situación que no es manifiesta por parte de las mujeres policías.

En segunda situación el acoso se manifiesta por las invitaciones reiteradas a salir. Mismas que son realizadas en forma agresiva, periódica, sin rodeos; con el objetivo explícito de realizar el coito. La pregunta es: ¿por qué acceden aún y cuando les causa incomodidad? Acceden porque las mujeres policías se encuentran bajo una condición de interseccionalidad estructural (Crenshaw, 1991); pues, viven en una clase social baja que depende de un ingreso económico en salarios mínimos, son mujeres en una sociedad androcéntrica, su lugar de residencia se encuentra en periferia, rondan en una edad de 33 años en promedio, su situación civil se encuentra en soltería principalmente, lo que condena a tener que aceptar las conductas del acoso sexual ejercido por el superior, si bien, sin acceder pero tampoco realizando una conducta para evitar su reproducción para poder mantener su empleo.

De acuerdo con la encuesta elaborada por la organización Causa en Común “¿Qué piensa la policía?, en su edición, 2019, aplicada a cinco mil hombres y mujeres policías estatales de todo el país:

Tres de cada 100 policías mujeres mencionaron haber sufrido o haber sido testigo de abuso sexual. Esta proporción se reduce a una de cada 100 en el caso de los policías hombres.

Cinco de cada 10 mujeres consideraron que hay discriminación en la corporación, mientras que solo dos de cada 10 hombres compartieron esa opinión.

35 por ciento de las mujeres indicaron que alguna de sus compañeras había recibido piropos ofensivos, comentarios sobre su apariencia o de índole sexual, frente a 18 por ciento de los hombres.

17 por ciento de las mujeres señalaron que alguna de sus compañeras había recibido mensajes, fotos o comentarios con insinuaciones y/o insultos, frente a ocho por ciento de los hombres.

La incorporación de la mujer al cuerpo policial municipal provocó asimismo su adaptación a situaciones derivadas de tal hecho. En ese sentido, los primeros embarazos supusieron toda una carga para la mujer policía cuando, en buena lógica, debería de haber sido todo lo contrario. A la falta de uniformidad adaptada para ese estado, se sumó la incomprensión de algunos por asignar servicios administrativos y considerar que se les daba un trato de favor por su condición femenina, se les acusa de que van a la oficina porque son mujeres, débiles, fáciles, lo cierto es que se las llama porque escriben mejor, tienen una formación escolar más elevada, son más ordenadas, atienden con más cuidado, y se adaptan mejor a un horario parcial.

Uno de los inconvenientes principales que parece tener la mujer en las tareas policiales es el estereotipo de su nivel más alto de temerosidad: el estereotipo es que la mujer es más miedosa que el varón. Sin embargo, ese supuesto mayor miedo o temor de la mujer no parece tener un fundamento biológico (Martín, 1994). Asimismo, dentro de la organización, la diferencia de roles implica que el varón no necesita demostrar su fuerza física para realizar cualquier tipo de función policial, mientras que la mujer tiene que demostrarlo en cada momento.

En una policía moderna no se concibe sin la participación de la mujer en la organización en términos de igualdad como dice Jar Couselo (1996) refiriéndose a la adopción de cambios en el modelo policial y asimismo la incorporación de las mujeres a la policía, manifestando que se trataba de un fenómeno novedoso para la sociedad del futuro el cada vez mayor protagonismo en la vida institucional de las mujeres, lo que les permitirá no sólo condicionar decisiones de los distintos poderes sino, a buen seguro, participar de manera directa en la adopción de las mismas.

Si en el cuerpo policial se respetan los derechos de las mujeres policías y en particular el derecho a vivir sin violencia es más probable que la policía haga cumplir estos mismos derechos en la comunidad.

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