POR LA CUARTA/ Push-up

ENRIQUETA BURELO

SemMéxico, Tuxtla Gutiérrez, Chiapas. De acuerdo con el periodo histórico que nos ha tocado vivir, los senos, bubis, busto, tetas, chichis, cobran un significado diferente, si hubiéramos sido amazonas nos hubiéramos cortado o cauterizado el pecho derecho para usar mejor el arco, el caso del Renacimiento, se impone la moda de los pechos grandes.

Los ideales igualitarios de la Revolución Francesa, convirtieron a los pechos, en el pecho estatal, cuando la madre que amamanta fue identificada con la «ciudadanía responsable» por oposición a la nodriza a la que recurría la aristocracia, la Ilustración representó sus ideales igualitarios con la imagen «nutritiva» de una mujer que ofrenda sus múltiples senos a todos los ciudadanos.

En el siglo XX hemos tenido breves períodos en los que estuvieron de moda los senos pequeños: uno de ellos fue la década del 20, y otro fue el de las postrimerías de la década del ´60, cuando se impuso la moda unisex al amparo del modelo de Twiggy.

En mi caso, soñaba con poder usar brasier, cuando a las 13 o 14 años se empezaron a asomar como capulines, unas pequeñas frutas que se dan en Chiapas muy apreciadas por los murciélagos mis pezones, mi mamá me compro unos corpiños de tela elástica suave y me sentía realizada, eran precisamente los años 60s cuando el fenómeno Twiggy, la ola inglesa y la minifalda, reinaban en el mundo, mundial, sin embargo, como toda mexicana, las chiapanecas éramos de caderas anchas, de busto, talla 34 mínimo, cuerpo cachondo dirían. No fue la mejor época para tener senos grandes, los sostenes de popelina, eran tiesos y sobresalían cual armas secretas a punto de disparar, a través de nuestras ligeras blusas veraniegas, tuvieron que pasar varios años para que la corsetería evolucionara y tuviéramos la licra, sofisticados encajes, el push-up, la media copa, que nos hicieron sentir una Mata Hari, provinciana o una odalisca escapada de un harén.

En 1968, un año emblemático de revueltas estudiantiles, las marchas contra la guerra de Vietnam, también ocurre un episodio interesante por su contenido político: el 7 de septiembre, un grupo formado por medio millar de mujeres decidió protestar y manifestarse a favor de la liberación femenina en el marco de la elección de Miss América en New Jersey, Estados Unidos, porque consideraban sexistas todos los concursos de belleza como éste y los comparaban con una exposición de ganado vacuno donde se calificaba y puntuaba a las mujeres como si fueran reses.

Además de exhibir carteles reivindicativos, colocaron en mitad del grupo un gran cubo de basura en el que las manifestantes, en un momento dado, empezaron a depositar lo que denominaban “instrumentos de tortura”, como sujetadores, fajas, rulos, zapatos de tacón alto, pestañas postizas y algunas revistas, entre ellas las cabeceras ‘Playboy’ y ‘Cosmopolitan’. Lo cierto es que pidieron permiso a la Policía para quemar simbólicamente el contenido de aquel recipiente, pero les fue denegado por considerar que estaban manifestándose en un área muy concurrida y podía existir peligro para los viandantes. Respetaron la norma y ahí quedó la cosa. Pero, al día siguiente, el diario ‘The Washington Post’ publicó un artículo que decía “La parte final y más trágica de la protesta tuvo lugar cuando varias mujeres quemaron públicamente sus sostenes”. Y se armó el follón.

Aunque falsa, la no-noticia se propagó rápidamente. Se introdujo en la audiencia norteamericana primero y mundial después de la extravagante visión de un sostén ardiendo como forma de protesta. Imaginemos esa poderosa secuencia: una mujer enfadada, desafiante y dispuesta a romper sus ataduras, mejor dicho, a quemarlas. Desde entonces, la quema de sujetadores (lo que suele llamarse ‘bra-burning’, y a sus protagonistas, ‘bra-burners’) se convirtió en una especie de símbolo universal de la liberación femenina, un mito mediático que se ha mantenido vigente más de cuarenta años.

Frente a estas manifestaciones, el sostén, siguen su evolución, el Wonderbra no es un invento de los 90. La marca fue patentada en 1935 en Estados Unidos, pero se desarrolló en Canadá. Sí, el Wonderbra es canadiense. El sujetador realzador o push up (este nombre llegaría luego) que más se parece al icónico fue diseñado por Louise Poirier y comercializado en los años 60; era el modelo 1300.

El Wonderbra conectó porque proporcionaba algo que la mayoría quería, repitamos todos estos verbos que ya nos debemos saber de memoria: unir y levantar. El deseo por un pecho voluptuoso es una constante, con oscilaciones según décadas, de la mujer occidental. El Wonderbra proporciona una talla más de copa y eso es algo que quieren desde las adolescentes a las madres. Toda mujer, en algún momento de su vida, tiene un Wonderbra o un push up en un cajón.

Sin embargo, en los últimos tiempos hay una tendencia instalada entre muchas mujeres que deciden ir sin sujetador, sea como forma de liberación o porque no tienen mucho busto, y no pasa nada, hay también, la tendencia desde la cirugía estética, de agrandar, achicar, levantar, en fin, todo lo que el bisturí puede hacer para hacer sentir para hacer sentir a las mujeres seguras y sexis.

En la era del feminismo sigue teniendo su sitio. Es feminista que cada mujer sea libre de llevar el sujetador que quiera o no lo lleve. Para algunas, ese es el Wonderbra, porque funciona como un vehículo de fuerza. Ya lo cantaban las Spice Girls: “We know how we got this far, strength and courage and a Wonderbra”.

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