ENRIQUETA BURELO MELGAR (SemMéxico, Tuxtla, Gutiérrez, Chiapas). En Colombia para evitar decir menstruación, llaman a este periodo de la vida de las mujeres, Juana la colorada; lo cual me encanta, ya que lo siento muy musical como si estuviera bailando una sabrosa cumbia como La pollera colora, que desde que la oí en mi adolescencia me invitó a bailarla, mis amigas colombianas dicen que las mexicanas bailamos a un ritmo muy rápido la cumbia, que es más lento, más sensual; con un rico movimiento de las polleras, que es como llaman a esas faldas amplias con las que tradicionalmente se baila la cumbia en ese hermoso país, tierra de Gabriel García Márquez, que ya no goza tanto de mis simpatías desde que supe que durante muchos años ocultó a una hija, “fuera de matrimonio”, y por su texto “borderline“ Memoria de mis putas tristes, que parece una elegía a la pedofilia.
Y para que veamos los tabúes acerca de la menstruación, esta recibe un sinnúmero de nombres a la par coloridos, «me cantó el gallo», en Puerto Rico; «me vino la que te conté», en Venezuela», y «Andrés -el que viene una vez por mes-«, en Argentina; la prima roja, estoy en esos días y semáforo rojo, y bueno una serie de nombres que podríamos llenar planas enteras. Y recordando a Colombia nuevamente, la tierra de Shakira, hoy también en el candelero, porque agarró a Piqué jugando fuera de lugar, haciendo un tiro indebido. Cuando se nos va la regla que susto pensamos en otra cumbia: Carmen se me perdió la cadenita, y no se nos perdió sacándole brillo a la baldosa, precisamente.
En mi tiempo, aun cuando no es el de Mary Castañas, sí ya cumplí 50 años de mi ingreso a la Universidad, imagínense, las mamás no te hablaban de la menstruación, no sabían cómo abordarlo, pensaban que mejor conservaras tu inocencia; sin embargo, esa inocencia podía ser interrumpida por muchas razones como hemos visto hoy, acoso y abuso por parte de familiares, y zas de repente, como en mi caso, la Caperucita Roja se apareció muy pronto a los nueve años, tenía puesta una pijama de rayitas rojas, y me dije estoy muerta o que me paso, mientras dormía, toda la sabana y mi pantalón de la pijama manchados de sangre, me decreté una semana sin ir a la escuela, y como no era tiempo de toallas femeninas y quien sabe porque no me las compraron, me chuté, un rollo de algodón diario, tan grueso el rollo que me ponía que parecía un charrito sin caballo al caminar con las piernas muy abiertas con los vestidos más oscuros que encontré, me explicaron que a todas las mujeres les pasaba eso, que no me iba a morir, pero nadie me dijo que a partir de ello podía quedar embarazada, como creen.
Afortunadamente mi relación con la prima roja, fue tersa, nada de dolores espantosos, ni cambios de ánimo drásticos, aunque si noté que unos días antes me dolían algo las piernas y me ponía de mírame y no me toques, con la lágrima en la punta de la pestaña, pero eso era peccata minuta, al lado de amigas, que no se podían parar de la cama, por lo menos el primer día, y les ponían bolsas de agua caliente en la panza y tomaban pastillas especiales para combatir esos síntomas.
Ya por entonces comprendí para que servían los trapitos que mi abuelita guardaba celosamente en una bolsa en el baño, yo hubiera detestado más estar en esos días si hubiera tenido que lavar los famosos trapitos, hay historias trágicas de mujeres y niñas que no tienen recursos para comprar ni trapitos ni nada, y están expuestas a infecciones y otras penas, y además no sé a quién se le ocurrió que era mejor no bañarse en esos días, algo abominable, ya que es cuando debes cuidar más tu higiene, que no comieras chile, y otras sonseras por el estilo.
Para algunas mujeres esos días del mes son fatales, la apatía y el cansancio es la característica principal, y algunas señalan que si abusas de los tampax el ciclo dura menos y el sangrado será no tan abundante, aunque por alguna razón experimentan más dolor. A propósito de los tampones, una joven del país vecino, es decir una gringa, llegó de intercambio a casa de mi abuelita, y no sé cómo ella descubrió que usaba tampones, y ardió Troya, no se lo dijo a ella pero si a nosotras, qué cómo era posible, que de seguro ya no era virgen, qué sucia por usar esos artefactos, a pesar que la chica era católica y venía precisamente a un intercambio de la iglesia, ni eso la salvó de la boca de mi abuela, ella con sus trapitos.
Es tan importante este tema para nosotras que ya existe el Día de la Higiene Menstrual, dirán los hombres, otro día más y nosotros mirando como el chinito, hasta las marcas comerciales aprovechan para sumarse, como el lanzamiento de Kotex She Can, la marca ha trabajado en eliminar las barreras derivadas de los estigmas relacionados con la menstruación. Fomentando la resiliencia por medio de la promoción y acceso a la educación en escuelas y comunidades, ayudando a abrir espacios donde las mujeres tengan igualdad de oportunidades.
Por último, es inevitable relacionar la regla con nuestra vida sexual. Somos animales y todo este ciclo está pensado para concebir por lo que la libido en los días fértiles es mucho mayor, así como el placer que se experimenta. La regla también tiene cosas positivas.
El olor del cuerpo de una mujer puede hacerla más atractiva ante los hombres durante su periodo más fértil, y más repelente en el resto de los días, según un estudio de la Universidad Charles, de la República Checa. Según el informe, cuando una mujer se encuentra en el momento más fértil del ciclo menstrual, el olor de la axila es suave y atractivo para determinados hombres.
En resumen, mi regla es parecida pero no igual a las de millones de mujeres. No estamos alteradas, aunque sí “hormonadas”, lo cual no tiene por qué ser malo si se entiende dentro de un proceso natural que durante miles de años ha evitado la extinción de nuestra especie.