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MIGUEL ÁNGEL LÓPEZ FARÍAS
Parece que fue ayer, pero ya se avanzó en el reloj de este gobierno y la puerta de este sexenio se ve cerca.
La convulsión sigue siendo un acto de calambres corporales para muchos, pero para otros no.
México es nuestra de una anormalidad de la naturaleza que resulta difícil de digerirla.
Con cifras en las zonas de las tragedias que para cualquier otra nación significarían el acabose de sistemas, el fin de carreras políticas, la tumba de servidores públicos, pues aquí no. La receta de la vergüenza no cabe, no se aplica …y lo extraño es que parecería que nada sucede, que el México que hace unos días se abrazaba para cambiar el calendario no sabe de muertes, de narcos, de desaparecidos, de violencia …los cohetes estallando en el anuncio del fin del 2023 son tan parecidos al accionar de armas que terminan confundiéndose , las celebraciones de ciclos ,sean muertes o vidas dan exactamente igual . El mexicano ya subió sus festejos a las redes, ya somos funcionales, familias felices según la santa biblia de las redes sociales. Aquí no pasa nada.
Pero nos llega el siguiente puerto, el de las religiosas elecciones que para muchos son llamadas a misas y para los apostadores en las urnas, la oportunidad de seguir haciendo como que nos reinventamos.
Cuánta curiosidad debemos despertar a los extranjeros esto que nos da por llamar normalidad, lo que es cotidiano para uno debe ser todo un fenómeno de la descomposición mental de la gente en esta parte del planeta.
Pero si vamos, así nos amoldamos y decidimos caminar, privilegiando la amnesia, dirigiendo la mirada hacia otro punto de la geografía, en dónde no hayan fantasmas …y así avanzamos en el 2024, sosteniendo con la mano la llama de la esperanza, soñando con puertos posibles, acariciando la idea de que ahora sí nos irá mejor, o que un proceso electoral habrá de revolver hasta el mismísimo regreso de los territorios de Texas y la alta California robados por los gringos …
Qué curioso somos, tan anhelantes de nuevos milagros, de que todo se componga una vez que la nación despierte bajo del brazo de la nueva presidenta.
¿No sería saludable que comenzáramos a abrir un poquito los ojos y decidiéramos crecer sin la tutela de los ídolos políticos? ¿Qué tal un compromiso con el futuro comenzando por atender este presente tan lleno de deformaciones?
Digo, es el 2024, año de cambios, pero sin cambios, de las mismas frases ilusorias ¿No sería oxigenante aceptar que estamos así por que decidimos no hacer algo más ? No sé, tal vez crecer…para creer.
