SOLEDAD JARQUÍN EDGAR
SemMéxico, Oaxaca, Oaxaca. Hasta finales del año pasado, una decena de países enfrentaban una guerra con otra nación. Al mismo tiempo, medio centenar de naciones (52 de acuerdo con Statista.com) hicieron o siguen haciendo frente a conflictos armados internos y un 83 por ciento de la población mundial vivió en 2022 con altos niveles de criminalidad (Índice Global del Crimen Organizado IGCO 2023).
México no enfrenta conflictos con otras naciones ni conflictos internos armados por problemas sociales o políticos, sin embargo, en el territorio mexicano cada día se registran enfrentamientos armados o ataques armados directos contra poblaciones y el fenómeno de la violencia cobró cada día la vida (homicidios dolosos) de 72 personas, solo en febrero pasado.
En suma, en la actual administración federal se contabilizan más de 180 mil homicidios dolosos hasta el 29 de febrero, hasta ese momento, es decir, ha superado las cifras de lo ocurrido en los dos gobiernos federales anteriores, el del priista Enrique Peña Nieto y el del panista Felipe Calderón Hinojosa. Estos datos, no sorprenden a nadie, se dan a conocer frecuentemente en México por parte de las autoridades y se replican constantemente en los medios.
¿Y las mujeres? Las mujeres están inmersas en esas guerras, en esos conflictos armados internos y también son parte de las comunidades con alta presencia del crimen organizado, en una sola posición: la de víctimas directas e indirectas de los conflictos que orquestan, en el cien por ciento de los casos, los hombres.
A propósito de la conmemoración del 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, tenemos que hacer una reflexión, en especial frente a la expansión de las actividades ilícitas del crimen organizado, no sólo en el comercio de canbis, cocaína y heroína, sino en la producción de otras drogas sintéticas (ketamina, metanfetamina y fentanilo), así como la trata y tráfico de personas, los delitos ambientales, las extorsiones y los delitos financieros, entre otros, los cuales menciona el IGCO 2023. Porque me surge una pregunta: ¿Cómo se traduce eso en la vida de las mujeres?
Las estadísticas de la violencia contra las mujeres son ampliamente conocidas, las hay de fuentes oficiales y “los otros datos”: por años se ha sostenido que en promedio cada día 11 mujeres son asesinadas en México, pero la abogada Patricia Olamendi, fundadora de la Red Nosotras Tenemos otros Datos, sostiene que son 20 asesinatos de mujeres y niñas, 98 por ciento de estos casos permanecen en la impunidad. Solo dos casos de feminicidio obtienen justicia firme.
Tiene esta condición algo que ver con el crimen organizado. Yo diría que de forma directa en muchos casos sí, pero sobre todo de manera indirecta. Por un lado, es real que poco o nada se ha hecho contra el machismo en México. Como también nada o casi nada se ha realizado para replantear la educación igualitaria, al menos desde hace poco más de 20 años cuando -insisto- aparecieron las instituciones de las mujeres y con ello las políticas públicas con perspectiva de género. Y en absoluto muy poco se ha hecho desde las grandes empresas de comunicación, públicas y concesionadas, que siguen transmitiendo roles y estereotipos sexistas, misóginos y patriarcales las 24 horas del día.
En esa condición las mujeres enfrentamos al gran perpetrador de forma cotidiana en casa, en el trabajo, en la escuela, en la calle, en el transporte público, en las iglesias, en hospitales, en todas partes, aunado al riesgo potenciado que representan las actividades ilícitas.
Defensoras del territorio son desaparecidas (Irma Galindo, Claudia Uruchurtu y otras). En los últimos 17 años (2006-2023) casi 23 mil mujeres desaparecidas, datos del Registro Nacional de Personas Desaparecidas y No Localizadas (RNPDNO). Pero hay otros datos que señalan que cada día desaparecen siete mujeres y a diferencia de los hombres, el número de víctimas mujeres aumenta de manera importante. Mujeres cuyos cuerpos se comercian e intercambian, de muchas formas. Algunos de esos victimarios, como sucede en Oaxaca, fueron denunciados, pero para variar y no perder la costumbre, en el gobierno de la 4T como lo hacía el ex priista Alejandro Murat, se les protege.
De ahí que es común en México observar cabinas telefónicas, paradas de autobuses, terminales camioneras, trasporte público y puertas de oficinas, así como algunos comercios y sobre todo las redes sociales, están “empapelados” con fichas de búsqueda de mujeres, generalmente jóvenes ¿quién está detrás de la trata y las desapariciones? El crimen organizado.
Buscadoras de sus familiares están sistemáticamente en riesgo, algunas han perdido la batalla al ser asesinadas o también desaparecidas, por buscar a sus hijas e hijos, cuando hacen su tarea impuesta en un país donde la autoridad no responde, se esconde.
Los feminicidios y el crimen organizado están ligados, en primer lugar, por los redituables negocios que implican: la proliferación de armas y el pago a comandos para cometer este tipo actos, hablamos del sicariato feminicida, que apareció en aquellos municipios (que como ya sabemos no son pocos) donde hay presencia del crimen organizado y donde la vida de las mujeres tiene un precio, se paga sin problemas.
Basta leer las notas informativas al respecto donde se señala que el asesinato fue cometido por “un comando armado”, que además utilizaron “armas de alto poder”, que los sicarios viajaban en motos, que fueron alcanzadas en la vía pública o de plano que entraron a sus domicilios y peor aún, lo de siempre, que se dieron a la fuga. El problema es la falta de investigaciones y la altísima impunidad que señala Olamendi.
La delincuencia organizada tiene efectos profundos en la vida de las mujeres, nadie puede estar segura frente a la cada vez mayor presencia de consorcios delictivos compuestos por grupos mafiosos, redes criminales, actores integrados al Estado-gobiernos, actores del sector privado y extranjeros, porque lo otro que nos recuerda el Índice Global del Crimen Organizado es que estos grupos operan en regiones diversas.
El tráfico, la trata y el feminicidio por comandos armados deben ser objeto de preocupación, porque una cosa si es cierto, cuando nos alcance el destino, debemos tener claro que ya no hay regreso.
Las guerras, los conflictos armados internos y las operaciones del crimen organizado tienen relación directa con la violencia contra las mujeres. Y lo otro, que dejo aquí este 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, es la cifra de mujeres en el mundo afectadas por esa violencia patriarcal.