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Rosa Elena S. Barrios
Ciudad de México, 11 de septiembre (entresemana.mx). Qué lástima que el discurso de odio y discriminación de las mañanas funcione, que los ciudadanos de a pie creamos que debemos separarnos en dos clases, los chairos y los fifís. Me preocupa cuando veo que una comunidad tranquila, “clasemediera”, de repente abre frentes de guerra en los grupos de charla de aplicaciones como WhatsApp.
El presidente debería ser el primero en buscar la unidad de los mexicanos, sin importar dónde viven, cuánto ganan, que estudiaron, en que trabajan. Pero no, constantemente está reclamando a los conservadores, a los aspiracionistas, pirrurris e incluso a los intelectuales, investigadores, universitarios, periodistas, mientras se apoya en el “pueblo bueno” que dice lo apoya.
De esto se ha hablado ya mucho, se le ha criticado tanto como él lo ha hecho con todos los que no coincidimos con el. Las particularidades no importan, la generalidad le da más fuerza a su discurso de división y odio.
Es inconcebible que el jefe del Ejecutivo divida a los mexicanos con calificativos que encasillan, con referencias históricas que salen de contexto, pero lo peor es que sus palabras trasciendan a la base comunitaria y familiar. Preocupa el ánimo de los ciudadanos, que hoy se enojan, se reclaman, se apartan por tener una visión distinta.
Conciliar es la tarea, sobre todo en el vecindario, cuando se tiene historia, cuando unidos han ganado batallas para que su barrio, colonia, pueblo tengan lo que necesita, lo que merece, o para evitar que lo transformen sin tomarlos en cuenta.
No importa si vivimos en una casa de lámina, en un departamento o una gran residencia; si gano el sueldo mínimo o mucho más, eso no es condicionante para tener sueños, aspiraciones, para trabajar duro, llevar el alimento a los hijos, levantarse temprano, ir a la escuela, prepararse, querer una vida mejor, un México más justo.
Que si los de antes dejaron un cochinero, tampoco es pretexto para no dar resultados, para no mejorar. Pongamos de ejemplo a los que reciben de herencia una casa en ruinas, habrá quien se la pase llorando porque la casa que recibió no está linda y dirá es que no la cuidaron, no la mantuvieron, gastaban dinero en otras cosas; pero, seguro también hay quien se ponga a trabajar, a ahorrar, a administrar, y a poco a poco embellecer ese legado.
Como dicen, el vaso medio lleno o medio vacío dice mucho de tu capacidad emprendedora.
PÉSAME. Trascendió una mujer que era símbolo de fuerza, clase, inteligencia y unidad. Hoy la realeza puede ser un asunto de marketing y publicidad, pero sin duda la historia de Gran Bretaña no se cuenta sin sus reinas y reyes, princesas y príncipes. Con aciertos y errores, la reina madre siempre se mantuvo fiel a la corona, apegada al protocolo y representó con dignidad a su pueblo. Descanse en paz la Reina Isabel II.
