TERESA GIL
Raro caso que un pasajero quiera obligar a que el avión que lo conduce, cambie la ruta de vuelo. Eso era común en otras circunstancias, en organismos opositores sobre todo. Aquí, desde México,g hubo algunos desvíos hacia Cuba. Y en tiempo de guerras es lo normal. Pero que en un viaje que se dirige a Tijuana un pasajero presione para que el avión de la línea Volaris se dirija a Estados Unidos es raro. Lo normal hubiera sido que el pasajero presionara para que lo bajara una línea como Volaris, tan poco respetuosa con el que viaja. A muchos nos ha pasado. Las notas de los medios han descrito el caso, sin que se sepa que hay en el fondo del asunto. Pero independiente de que la historia completa no la sabemos todavía, es raro pensar que un pasajero que trata de huir a otro país hable de esposa e hijos a los que luego no se mencionan, pese a que se dice que viajan con él en el avión. Más cuando un pasajero que conversó con él después de calmarlo, dijo que el agresor le había dicho que su esposa fue secuestrada. Un galimatías. Pero llegamos a la segunda parte del asunto.
INGENUIDAD DE LOS DE LA GUARDIA NACIONAL, QUE NO LO ENCADENARON
El asunto siguió adelante cuando los responsables del avión entregaron al pasajero a la Guardia Nacional (GN) en Guadalajara, donde habían hecho paro. Cuando los del GN llevaban al hombre para entregarlo al Ministerio Público, éste intentó salirse de la patrulla y con forcejeos escapar. La bronca interna fue tan fuerte que el carro chocó de una manera violenta y tres miembros de la GN y el infractor salieron heridos y conducidos a hospitales. Ahí es donde uno se pregunta si los guardianes pudieron ser tan ingenuos que dejan a un raro y presunto delincuente, sin tenerlo atenazado. Y permiten por esa circunstancia, que en determinado momento tenga arrestos para poder salir. Fue ingenuidad o quizá torpeza. Pero es un caso que si debería de ser puesto a discusión, porque es tan lamentable que no se puede comprender. Mas vivo fue Hércules Poirot en aquel caso que se le presentó en Muerte en las nubes (Ediciones Orbis 1983), cuando abordó un asunto tan raro como éste.
MUERTE EN LAS NUBES Y EL CASO DE LA AVISPA VENENOSA, QUE VOLABA
Hércules Poirot, el detective chaparrito y de cabeza redonda que escogió Agatha Christie para investigar sus crímenes, anduvo por todas partes y ahí lo encontraron y lo encuentran porque la autora sigue siendo muy leída, en todo tipo de lugares y transportes. El de un avión y además los barcos no suelen ser favoritos de ese investigador que se marea con los movimientos. Pero a veces, como el pasajero de Guanajuato tiene que hacerlo Y en un avión se topa con el caso de una mujer, muy rica por cierto, que aparece muerta sorpresivamente en su asiento, con una pequeña herida en el cuello. Lo singular es que una avispa volaba alrededor de ella y la lógica fue que la avispa venenosa la había picado. Pero abajo del asiento había un pequeño envoltorio muy similar al color de la avispa que puso a pensar a Poirot. Y en efecto dentro de los varios personajes, los prolegómenos de la novela y otros instrumentos que confirmaban la presencia de la avispa, había no obstante la sospecha que confirmó que aquel pequeño envoltorio contenía una aguja venenosa que alguien había clavado en el cuello de la mujer. Y que para engañar, había soltado al insecto. Todas las noveles de Christie, casi 80, tienen un esquema similar. Y si Poirot hubiera ido en Volaris hacia Tijuana, ya sabríamos la verdad del pasajero que el pasado domingo quiso entrar a Estados Unidos, sin temor a ser reportado.