LA COSTUMBRE DEL PODER/ “La Chingada”, ¿nombre del rancho, una actitud o un proyecto de gobierno? (IV/V)

GREGORIO ORTEGA MOLINA

*¿Alguien conoce la escritura pública de “La Chingada”? ¿Sabe cuántas hectáreas tiene, qué tipo de construcciones la integran y cuánto vale? Ni manera de saberlo, lo único constatable es que AMLO ya chingó

La actitud es clara, pues las decisiones del presidente de la República van en un único sentido: el control total del poder, lo mismo con el nombramiento de Lenia Batres que con la fumigación de los desaparecidos, sin importar que las camas, los lugares en las mesas y los pupitres de las escuelas o los empleos continúen abandonados.

Otra vez Octavio Paz en Los hijos de la Malinche: “El que chinga jamás lo hace con el consentimiento de la chingada (en este caso la sociedad entera, incluidos los mil millonarios). En suma, chingar es hacer violencia sobre otro. Es un verbo masculino, activo, cruel: pica, hiere, desgarra, mancha. Y provoca una amarga, resentida satisfacción en el que lo ejecuta (¿O no Andrés Manuel?)”.

Poco importan las condonaciones de impuestos, los contratos logrados, las concesiones recibidas, pues además de agradecer la merced, el beneficiado permanece consciente de que todo se lo debe a su manager, quien tarde o temprano puede “chingarlo”, de una u otra manera; también con la certeza de que la seguridad física, la del magnate y su familia, siempre es incierta, porque gran parte del territorio nacional está en manos de la delincuencia. ¿Qué tantos San Fernando hay en la república?

¿Cuántos de los integrantes del Congreso Federal y de los congresos locales, de los miembros del gabinete, del Poder Judicial, de las comisiones de justicia y seguridad, de los integrantes de los equipos de las precandidatas, muestran interés y leen la investigación de Marcela Turati? Ya hace 24 años, durante una comida con Alejandro Gertz Manero, organizada por Octavio Campos para algunos integrantes de la Dirección de Noticias de TV Azteca, el entonces secretario de Seguridad dijo que “hay lugares de la república donde no entra la policía”. Así las cosas, evoquemos la obra de Paz.

“La palabra chingar, con todas estas múltiples significaciones, define gran parte de nuestra vida y califica nuestras relaciones con el resto de nuestros amigos y compatriotas. Para el mexicano la vida es una posibilidad de chingar o de ser chingado. Es decir, de humillar, castigar y ofender. O a la inversa. Esta concepción de la vida social como combate engendra fatalmente la división de la sociedad en fuertes y débiles (fifís y chairos). Los fuertes -los chingones sin escrúpulos, duros e inexorables- se rodean de fidelidades ardientes e interesadas (es así que importa más la lealtad que los conocimientos). El servilismo entre los poderosos -especialmente entre las castas de los políticos, esto es, de los profesionales de los negocios públicos- es una de las deplorables consecuencias de esta situación. Otra, no menos degradante, es la adhesión a las personas y no a los principios. Con frecuencia nuestros políticos confunden los negocios públicos con los privados”.

¿Alguien conoce la escritura pública de “La Chingada”? ¿Sabe cuántas hectáreas tiene, qué tipo de construcciones la integran y cuánto vale? Ni manera de saberlo, lo único constatable es que AMLO ya chingó.

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