LA COSTUMBRE DEL PODER/ Desterrado, migrante, refugiado o perseguido político (III/V)

GREGORIO ORTEGA MOLINA

*Los que hoy se mueven a través de las fronteras de las naciones, desafían el mar, las selvas, los desiertos, no son escoria. Cada una de esas personas tiene su historia que, en el alud de las llegadas, no buscamos tiempo y recursos para conocer, y luego nos arrepentimos de no haberlo hecho, porque son iguales a esos seres humanos que Marcela Turati nos descubre en San Fernando: última parada

Otra palabra en desuso es “bracero”. En realidad, México exportó y exporta brazos para el trabajo agrícola, y ahora se establecen acuerdos también con Canadá. La idea es clara y despectiva, la alumbró Vicente Fox: los mexicanos hacen allá los trabajos que los “negros” rechazan. Fue políticamente incorrecto, debió usar el término afroamericano, o afrodescendiente.

Acá lo curioso es que, además de echar fuera a los jornaleros agrícolas, también expulsamos políticos en desgracia, por aquello de una pésima negociación en su muy personal impunidad. ¿Dónde vive Ernesto Zedillo? ¿Dejó el refugio estadounidense Felipe Calderón? ¿Por qué Enrique Peña Nieto eligió España como santuario? Porque es un euromillonario ignorante, incapaz de ser congruente en el idioma de Shakespeare. ¿Qué impulsó a Emilio Lozoya Austin a correr a Marbella y esconderse en un sitio para multimillonarios?

Quizá destierro y deportación tienen un mismo origen. Ambas palabras indican que te sacan de tu hogar, tu refugio, tu patria, por razones políticas, aunque el deportado también recibe esa sanción por otro tipo de crímenes, como ocurre con los que dan con sus huesos en Siberia.

¿Y deportado y refugiado? Durante el segundo lustro de los setenta y el primero de los ochenta, tuve oportunidad de compartir espacios laborales y responsabilidades con argentinos y chilenos. Conservo con estima Recuerdo de la muerte, texto testimonial de Miguel Bonasso sobre la dictadura argentina que él puso en mis manos con afectuosa dedicatoria; recuerdo con horror esa conversación sostenida con Óscar Cuellar, cuando me avisó que su hija Camila deseaba regresar a Santiago, en Chile, una vez anunciada la amnistía. Le advertí que era pronto. La despidió en el aeropuerto de la ciudad de México, y nunca más supo de ella.

Los que hoy se mueven a través de las fronteras de las naciones, desafían el mar, las selvas, los desiertos, no son escoria. Cada una de esas personas tiene su historia que, en el alud de las llegadas, no buscamos tiempo y recursos para conocer, y luego nos arrepentimos de no haberlo hecho, porque son iguales a esos seres humanos que Marcela Turati nos descubre en San Fernando: última parada.

¿Qué ocurre en el mundo? ¿Es únicamente consecuencia del reordenamiento económico global? Creo que hay algo más, que no queremos o no sabemos ver.

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