DULCE MARÍA SAURI RIANCHO* (SemMéxico, Mérida, Yucatán). La violencia digital expresada en Yucatán se encuentra todavía bajo investigación, sin que hasta la fecha haya consecuencia alguna sobre quienes abrieron y administran el chat..
Dos situaciones recientes han vuelto a poner en entredicho el derecho de las mujeres y las niñas a una vida libre de todo tipo de violencia.
Uno, que ha sido reseñado en los medios de comunicación con gran amplitud porque involucra a una persona —Pedro Salmerón— propuesta por el presidente de la república como embajador de México en Panamá.
El otro, acontecido en esta ciudad de Mérida, es la denuncia sobre un sitio conformado en redes sociales —“Zorritas UAM”— para intercambiar vídeos, fotografías y demás material donde las involuntarias protagonistas son jóvenes universitarias, mujeres de esta tierra.
Los casos guardan un común denominador: involucran a instituciones de educación superior, ITAM y UNAM, para el nombrado embajador; y las universidades yucatecas Anáhuac Mayab, Autónoma de Yucatán y Marista, a las que pertenecen alrededor de 1,300 “ligados” a la red citada. Ambos casos tienen en común la aparente impunidad que, hasta ahora, ha protegido a sus autores.
El presunto embajador, cobijado incluso por la mayoría de Morena en el Senado, ha resistido testimonios de sus víctimas a los cuales se les ha ignorado bajo el fácil argumento de no contar con la interposición de denuncias penales (si así hubiera sucedido, estarían exigiendo la sentencia firme para actuar).
Violencia digital en Yucatán
La violencia digital expresada en Yucatán se encuentra todavía bajo investigación, sin que hasta la fecha haya consecuencia alguna sobre quienes abrieron y administran el chat que concentra lo “impúdico, torpe, ofensivo al pudor”, es decir, lo obsceno de estas conductas.
La Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia (Lgamvlv) establece en su artículo 13 las definiciones de hostigamiento y de acoso sexuales. Tendemos a confundir ambas conductas que concurren en el desprecio absoluto a la dignidad femenina.
Comencemos con el hostigamiento sexual que se define como el ejercicio del poder en una relación de subordinación real de la víctima frente al agresor en los ámbitos laboral y/o escolar.
A Pedro Salmerón se le acusa de haber hostigado a sus alumnas o a estudiantes de las instituciones donde impartía clases, como fue el caso del ITAM, en la carrera de Ciencias Políticas. Como maestro, Salmerón gozaba de una posición desde la cual podía dispensar “favores” o podía sancionar “desprecios”, con malas notas, cargas adicionales de trabajo académico, etc. Desde la función magisterial ejerció el poder para presionar a sus víctimas hasta conseguir la aceptación a sus requerimientos, tal como se ha podido constatar en las denuncias revividas en los últimos días.
Ya en abril de 2019 el ITAM había prescindido de sus servicios ante las reiteradas acusaciones en su contra; sin embargo, la investigación interna se detuvo, quizá inhibida por el cargo que recibió Salmerón en la administración lopezobradorista. Su nombramiento como embajador en Panamá resucitó con gran fuerza esas y otras denuncias del mismo tenor.
Las víctimas, juzgadas
Sin embargo, son las víctimas las que ahora se encuentran en entredicho: que por qué tardaron tanto en dar a conocer sus reclamos, que no han formalizado la denuncia penal, entre otros argumentos para quitar fuerza a las voces levantadas. A su vez, diversas organizaciones panameñas han solicitado a su gobierno que niegue el beneplácito indispensable para representar a México en la nación del Canal. El escándalo internacional puede escalar, con un costo considerable para la imagen de nuestro país ante millones de mujeres que tienen fundadas exigencias para poner fin a la impunidad.
Lo menos que se esperaría de un gobierno que dice apoyar a las mujeres y su derecho a una vida libre de violencias y de una Secretaría de Relaciones Exteriores que se ha autodefinido como “feminista”, es que el nombramiento de Pedro Salmerón entre a la “congeladora” en el Senado, una especie de limbo legislativo que permite corregir las malas determinaciones presidenciales.
Diferencia entre hostigamiento y acoso
A diferencia del hostigamiento, el acoso sexual es una forma de violencia en la que, si bien no existe la subordinación como en la relación maestro-alumna o jefe-empleada, hay un “ejercicio abusivo de poder que conlleva a un estado de indefensión y de riesgo para la víctima, independientemente de que se realice en uno o varios eventos”. (Art. 13, Lgamvlv).
Es justamente lo sucedido en Yucatán, en ese chat que se “alimenta” de material audiovisual obtenido sin el consentimiento de las víctimas, quizá varias de ellas menores de edad. ¿Qué lleva a un conjunto de jóvenes privilegiados —porque lo son desde el momento que asisten a una institución de educación superior— a abusar de su poder para vejar a las mujeres, posiblemente con las que comparten aulas y jornadas escolares?
Esta situación: ¿es la constancia del fracaso en la transformación del núcleo duro de la cultura patriarcal, que descansa en la “cosificación” de las mujeres, entenderlas como objeto de placer y a disposición de los hombres sin restricción alguna?
La llave que cierra la sangría social de la violencia contra las mujeres en sus distintas manifestaciones es, en el corto plazo, el fin de la impunidad. No sólo para poner a acosadores y hostigadores, feminicidas y violadores, a los causantes de la violencia doméstica, a la disposición de las autoridades de procuración e impartición de justicia, sino que la sociedad desarrolle sus propios mecanismos de exclusión de la convivencia colectiva de todos aquellos que hayan incurrido en actos de abuso de poder contra las mujeres y las niñas.
Libertad cercenada
En 2022 se cumplen 34 años del estreno de la película “Acusados”, protagonizada por Jodie Foster. Filmada en 1988, muestra cómo la cultura entonces prevaleciente pone a la víctima como agresora que “obligó” a los hombres a violarla por su conducta “provocadora”. Cómo vestía, cómo bailaba, y cuando dijo “me retiro”, su decisión no fue aceptada y, por el contrario, fue violentada en un “espectáculo” compartido por actores y espectadores.
Hoy, las mujeres jóvenes tienen también cercenada su libertad: vestirse, bailar, moverse. El primer paso para recuperarla tiene que ser la sanción a los acosadores de “Zorritas” y al impresentable embajador.
*Licenciada en Sociología con doctorado en Historia. Exgobernadora de Yucatán