Ricardo Burgos Orozco
Ciudad de México, 16 de enero (entresemana.mx). Trabajé un tiempo en el Instituto Politécnico Nacional; todos los días viajaba muy temprano en el Metro desde División del Norte hasta La Raza. De ahí transbordaba hacia a la Línea 5 con dirección a Politécnico y después una caminata de unos 15 minutos a la oficina entre amplias avenidas e instalaciones de la institución. Me gustaba pasar siempre por el establo donde tenían cuatro o cinco burros blancos, símbolo del IPN.
En aquel tiempo jamás pensé que cuatro años después la Línea 3 iba a escenificar una tragedia más de las que han ocurrido en el Metro y que han provocado personas fallecidas y lesionadas. El sábado 7 de enero por la mañana dos trenes chocaron entre las estaciones Potrero y la Raza, dicen que por la falla de un cable del sistema de señalización que indica a los operadores cuando deben avanzar y cuando detenerse los trenes.
Este nuevo accidente se suma a la tragedia del 3 de mayo de 2021 cuando se desplomó un tren entre las estaciones Olivos y Tezonco de la Línea 12; también recordamos el incendio del 9 de enero del mismo año en el Puesto Central de Control (PCC) número 1 – la instalación quedó destruida y apenas hace unas semanas anunciaron un nuevo PCC –. Tampoco podemos olvidar el alcance de dos trenes en la estación Tacubaya el 11 de marzo de 2020. En estos tres acontecimientos hubo 28 personas fallecidas y más de 200 heridas.
Del sábado 7 al martes 10 de enero duró suspendido el servicio de la Línea 3 en las estaciones Potrero, La Raza, Deportivo 18 de Marzo e Indios Verdes, Durante esos días parado, hubo servicio de autobuses que hacían el recorrido para los usuarios, pero no se dieron abasto. Varias personas anduvieron corriendo y llegaron tarde a sus trabajos o a sus respectivos destinos.
El sábado 7 mucha gente se quedó atrapada en los vagones durante más de una hora mientras llegaba el rescate. No sabía qué estaba pasando y en qué momento iban a sacarlos. Personal del Metro tuvo que cortar la corriente para que los pasajeros – la mayoría mujeres — pudieran caminar entre las vías, llegar a la estación y ser atendidos. Lamentable y triste el fallecimiento de una jovencita universitaria.
Siempre me ha parecido muy cuestionada la presencia de comitivas de funcionarios que solamente van a tomarse la foto, no apoyan, solamente estorban la atención a los accidentados y así sucede cada vez que hay una tragedia; mejor deberían quedarse en su oficina y desde ahí coordinar. Es el caso de la jefa de gobierno, Claudia Sheinbaum, el grupo de directivos y allegados que acudieron al lugar de la tragedia para simplemente “estorbar” el rescate.
Lo peor es que continúan dándose incidentes en todas las líneas: fallas, retrasos, cortos circuitos, conductores en estado de ebriedad, trabajadores acusando limitaciones técnicas para operar. Claudia Sheinbaum y los funcionarios presumen que sí hay mantenimiento; con todo y eso, deseamos no se presente otra tragedia.
Ahora los pasajeros tienen miedo de viajar en el Metro. No es para menos. Me pasa, me tenso cuando de pronto se detiene un tren o se apagan las luces; no sé qué puede pasar en esos segundos o minutos de espera. No imagino lo que vivieron cientos de personas el sábado 7 de enero.