Ricardo Burgos Orozco
Ciudad de México, 21 de marzo (entresemana.mx). Hace unos días leí del fallecimiento de una persona que se arrojó a las vías del tren en la estación Consulado de la Línea 5 del Metro. Según las notas periodísticas, el hombre tenía sólo 25 años de edad. Difícilmente sabremos qué determinó a un joven tomar una decisión de ese tipo y dejar en el sufrimiento a sus familiares, a sus padres, tal vez a sus hijos.
Las autoridades del Sistema de Transporte Colectivo informaron que ya han disminuido mucho los incidentes de este tipo en sus instalaciones, aunque cada ocasión que una persona decide quitarse la vida ahí, por supuesto que provoca mucha repercusión tanto en los medios como en los propios usuarios y más allá.
Erick García, médico psiquiatra de la Asociación Mexicana de Tanatología, opinó que la gente elige suicidarse en el Metro porque es un medio efectivo, rápido y de fácil acceso puesto que el boleto de entrada cuesta cinco pesos.
Todos los especialistas coinciden que el suicidio es un problema de salud pública donde ocurra. Las principales causas para que una persona determine quitarse la vida – en el lugar que sea – son las enfermedades mentales, algún padecimiento terminal, la depresión, el desempleo, los duelos – una separación, un rompimiento o la pérdida de un familiar –.
Me enteré que el Metro tiene un programa que se llama Salvemos Vidas, que permite detectar y atender personas con crisis emocionales en riesgo de pretender suicidarse dentro de sus instalaciones. Tengo entendido que cuentan con especialistas médicos para llevar a cabo ese apoyo. De acuerdo con sus comunicados, ya han ayudado a mucha gente, aunque no sé si le den seguimiento para evitar que las víctimas reincidan.
Xavier Vivas, uno de los trabajadores más experimentados del Metro, me comentó que un aspecto que pocas ocasiones se toma en cuenta es el impacto psicológico y emocional que provoca al conductor de un tren– hombre o mujer – ser testigo y “responsable” del fallecimiento de un usuario al arrollarlo con su vehículo o verlo caer a las vías energizadas.
Dijo que por fortuna él no ha sufrido un accidente de esos, pero le ha tocado observar a compañeros que han tenido percances de ese tipo y después tener que estar sometidos durante semanas a tratamientos y, lo peor, separados de sus actividades cotidianas en el Metro.
Xavier explicó que conoció a una conductora que duró tres meses con atención médica y después le costó mucho trabajo regresar a la convivencia cotidiana con sus familiares, amigos y colegas en el trabajo.
Es lamentable y muy triste que una persona decida quitarse la vida en el lugar que sea, pero en el Metro las consecuencias van más allá para sus familiares, amigos, conocidos, también afectan con su desafortunada decisión a los trabajadores que se ven involucrados, ya sea conductores, vigilantes, personal médico y los propios usuarios.