Ricardo Burgos Orozco
Ciudad de México, 27 de junio (entresemana.mx). En lo días recientes las lluvias han provocado caos, mucho tránsito y la saturación de los trenes en todas las líneas que están funcionando del Metro. Agravó la situación la suspensión por varias horas — en la mañana — de la Línea 3 el miércoles 22 de junio por una revisión del sistema de suministro eléctrico. Los usuarios tuvieron que usar autobuses RTP que habilitaron las autoridades mientras se reanudaba el servicio.
La Línea 3, que corre de Universidad a Indios Verdes. Es la tercera de mayor número de pasajeros con 21 estaciones; hace correspondencia con las líneas 6, en Deportivo 18 de Marzo; la 5, en La Raza; la B, en Guerrero; la 2, en Hidalgo; la 1, en Balderas; la 9, en Centro Médico, y la 12, en Zapata, aunque desde el 3 de mayo del año pasado no está funcionando.
Después que disminuyeron los contagios de Covid hay un número mucho mayor de gente que utiliza el Metro. Ninguna ruta es tranquila. Recuerdo por ejemplo la Línea A, que antes me tocaba abordar todos los lunes en la mañana desde Pantitlán hacia La Paz, ya en el Estado de México; tenía mucha suerte que a esa hora, las ocho de la mañana, la gente venía de territorio mexiquense a la Ciudad de México, al contrario de donde yo iba.
Pero otras ocasiones no he tenido tanta suerte como cuando me toca ir en las mañanas de Balderas a Chapultepec, de la Línea 1. Ahí tengo que esperar dos o tres trenes para poder subir; los vagones vienen muy llenos y es imposible abordar de inmediato.
La semana pasada en otro de mis recorridos, ahora en la Línea 7, que va de El Rosario a Barranca del Muerto, estaba en la estación Mixcoac cuando de pronto vi a una persona mayor de 60 años que rebasó peligrosamente la franja amarilla. Por un momento pensé que caía o él mismo se iba a lanzar; miró hacia las vías energizadas mientras yo estaba a punto de llamar a un vigilante por si acaso. De pronto, un policía gritó a los lejos para advertirnos que nos alejáramos de la orilla del andén. Eso sacó de concentración al hombre y se retiró hacia la pared. Yo respiré tranquilo.
El cúmulo de gente en los andenes es muy peligroso porque muchas personas se quedan en la orilla en la desesperación por tener un buen lugar o cuando menos lograr subirse al vagón. Eso sucede en todas las estaciones, sobre todo en las mañanas y en las tardes, es decir, en las horas pico, aunque hay gente que dice que a todas horas los trenes están saturados.
Otro aspecto que he observado es que les gusta mucho quedarse en las puertas de salida. No se distribuyen a lo largo del vagón. Ayer estaba punto de bajar; un joven de unos 25 años estaba delante de mí; pensé que iba a salir y se quedó obstruyendo; tuve que empujarlo a un lado y salir, aunque la gente ya venía entrando.
Viajar diario en el Metro es una aventura que no siempre resulta satisfactoria, pero no deja de ser el transporte más rápido y seguro que existe en la ciudad; eso sí, cuando se descompone es el caos.