HALLAZGOS/ Siete años

Eran tus siete años

y en algún rincón de tu alma

tenías tus alas.

N.C.

ROCÍO FIALLEGA (SemMéxico, Ciudad de México). Nellie Campobello, la Centaura del Norte, la Dama de las lilas, la Mujer de manos rojas, ella, la mujer montaraz que nos enseñó a leer la Revolución Mexicana con la mirada más veraz, la que creó coreografías y enseñó a bailar a tantas generaciones, que hoy apenas conocen la historia del Ballet de la Ciudad de México, la hija de Rafaela, Francisca Ernestina Moya Luna, la que nació un 7 de noviembre de 1900, alguna vez tuvo 7 años.

Actualmente se conocen más las obras en prosa Cartucho. Relatos de la lucha en el norte de México (1931) y Las manos de mamá (1947), pero Nellie empezó su danza en las letras con la poesía: Yo! Por Francisca (1929), para seguir después con Tres poemas (1957) y Abra en la Roca (1960, en la compilación Mis Libros).

Es en Abra en la Roca, en el apartado Presencia de un conocimiento cruel, encontramos el poema “Fieras y Nieve”, en el que la sensibilidad de esa niña de 7 años nos lleva a las reflexiones más profundas sobre la desigualdad, la soledad, la impotencia de la pobreza: “A tu cuerpo se adhería la nieve / se adhería como brasa, / y tú, llorando, como una rebelde / tenías que olvidar, olvidándola. / Y no decir de las almas / que callaban su dolor. / En la nieve de su infancia // Tus siete años fueron, / de infortunio y de tristeza. / Sólo había para ti una luz / la luz que brotaba de la leña / cuando sonriendo, te hacías / un lugar, junto a la leña. // Saber que tuviste siete años / es la razón de no pensar en y tu infancia / y querer que se aleje el recuerdo, / como se va una nube negra /detrás de la nube blanca.”

Critica la injusticia social y las actitudes soberbias, ella florece sobre la nieve de las montañas y también es espuma cresta del oleaje, para esa niña de siete años, la riqueza material es una efímera ilusión: “Ellos seguían durmiendo / en su cruel egoísmo/ y satisfechos relamían / el pan de sus trigos / y hacían brillar el oro de sus sortijas / como hilos de escorpiones /que estrangula sus dedos”.

También clama por respuestas, hasta encarar al poder superior para que dé cuenta de las injusticias de la humanidad: “¿Dónde está el dios de ellos niños? / Querías gritar, y gritaba tu deseo / ¿Está en la montaña?, decías / ¿está en este desierto?”.

Cuando vi por primera vez la fotografía de Nellie Campobello rescatada por Jesús Vargas Valdés en el libro Nellie Campobello. Mujer de Manos Rojas (imagen propiedad de Eugenio Flores, quien las recibió de su tía Enedina Hinojos), no pude evitar ver a la niña, la mujer, la madre, la anciana, todas juntas en su rostro, con su vestido de flores y sus botas vaqueras, y la veo exclamando también: “Eran tus siete años / y en algún rincón de tu alma / tenías tus alas. / Y grietas en las manos; / parecía que tú sola con los dedos / hubieras roto un candado. // Quisiste abrir / una hermética y pesada puerta / y querías tu Dios,  / y el camino; el que fuera derecho / a un tibio lugar, / sin frío y sin voces airadas/ donde -olvidando- poder olvidar. // Los que miraron tu rostro, / sin escuchar tu lamento, / tienen grabada en su mente, / la imagen sombría de tu cara ya vieja, / de niña muy sola, buscando refugio / en el dios de los niños.”

Ese corazón de niña hizo que sublimara la violencia de la revolución, para devolverle a la autoridad materna su legitimidad, porque abreva de las palabras de Rafaela con su propio lenguaje, porque con sus manos se construyó a sí misma y defendió su pensar sobre todas las cosas.

Cada 7 de noviembre la honro y la recuerdo, con su búsqueda y su encuentro, con sus alas y sus palabras, su fuerza y valentía.

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