ROCÍO FIALLEGA
SemMéxico, Ciudad de México. Cierro los ojos y puedo acudir a la planicie en la que cada árbol representa a mis ancestros, yo quiero sentirme un roble, pero a veces soy un sauce llorón, o un castaño, viendo mis frutos secos tostados en una fogata. No, soy una jacaranda, porque cuando florezco es evidente, y a veces necesito reposo para resurgir.
Puedo reconocer en mis ancestros: nogales dando semillas sabrosas, proyectando su amor y dejando huella; frutales, ofreciendo sus olores y sabores sin pudor, extendiéndose hacia el cielo; también quienes dan lata como cocos y usan sus peinados de palmeras, con flexibilidad y entereza; una encina maravillosa en el camino de la Orden Militar de Santiago; un ciprés serio y formal.
También un sabino sabio y fuerte, y allá del otro lado un agave, aferrándose a la vida y sobreviviendo ante la adversidad; un colado baobab, saliendo del planeta de El Principito; una acacia que quiere curar a quienes tienen enfermedades respiratorias, es decir, que están tristes y todavía no se enojan; un álamo con sus hojas como estrellas, recordando nuestra relación con el cosmos.
Y hay un olivo que ya no quiere tener miedo, pero no lo puede evitar; por allá un manzanillo de playa o árbol de la muerte, que en sus frutos contiene la toxicidad que asegura su letalidad; y un cedro virtuoso, solemne y medicinal.
Me siento parte de esta maravillosa y enriquecida planicie, en la que se entretejen mis raíces con las de mis ancestros, puedo ver y sentir su fuerza, su valor, también su destino y su dolor; acepto lo que coincide con mi esencia y renuncio a ciertos patrones, acciones y creencias.
Quiero crecer, aceptar que cada estación me llevará en algún momento a la transformación total y quizá la alquimia sea convertirme en papel para seguir escribiendo o una mesa para escuchar el murmullo maravilloso de la conversación de una sobremesa, o una cama para el descanso reparador, también ser solamente un leño que sea parte de una fogata para volver al cielo luego de ser ceniza, desde mi luz y mi obscuridad, sabiendo que el tiempo no existe y la vida es eterna.