ADOLFO RAMOS ESPINOSA
Tarde o temprano, la ignorancia siempre pasa factura.
El anuncio a la Reforma Judicial, un proyecto donde debieran discutirse y presentarse propuestas para cambiar los modelos ejemplares para fortalecer las estructuras judiciales de México, sólo fue un aparador para exhibir una barbarie.
En manos de legisladores electos por tómbolas, sumisión, pago de cuotas y favores amistosos, el proyecto reformatorio quedó en manos de rústicos diputados y senadores.
La incultura, el analfabetismo y la ineptitud, fueron exhibidos en quienes aprobaron dictámenes que ni siquiera se tomaron la molestia de leer.
Más es entendible que así suceda, porque quienes votaron para validar una propuesta que no alcanzan a comprender, no son juristas ni expertos en Teoría General del Estado.
Y quienes presumen de impartir cátedra o ser doctores en la materia, tuvieron la oportunidad de mostrarse como lo que son: charlatanes y falsos redentores.
A la inexperiencia de esos legisladores, hay a que sumar su estructura de obediencia y subordinación en las que radica su verdadera esencia.
Sobran los que se desgarran las vestiduras para gritar que son mayoría porque el voto popular así lo decidió. Es cierto, pero eso no valida que hayan arribado al Congreso de la Unión por su capacidad y sus conocimientos.
Las pruebas ahí están.
No se trata sólo de inexperiencia legislativa, sino de un atraso educativo y desconocimiento total de las leyes y de los principios del derecho en todas sus ramas.
La nulidad que disfrutan en presumir, no es cuestión solamente de presentarse como representantes del pueblo. Va más allá porque las repercusiones serán un daño para toda una Nación.
Ingenuos son quienes alegan en las Cámaras de Diputados y Senadores, que son un bastión del partido gobernante. El verdadero argumento estriba en la ingenuidad de que por ser mayoría pueden hacer trizas la Constitución y las leyes que de ella se derivan.
Ex inexplicable que en la cerrazón demostrada, no se haya consultado, escuchado y tomado en cuenta a juristas que han dedicado toda su vida al conocimiento y análisis de los efectos de esa reforma.
También grave es escuchar en el entorno familiar y social, a quienes pregonan tesis de salvajismo verbal frente una estructura educativa que les permita tener un razonamiento coherente.
La simpleza usada por muchos que ni siquiera han tenido en sus manos una Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos o saben lo que es haber pisado las aulas de nivel medio y superior, con enorme facilidad descalifican a un Poder Judicial que no conocen a fondo y ni siquiera superficialmente.
Argumentos válidos para ellos, como para muchos de los que figuran en las nóminas del Poder Legislativo, es lo que escuchan y dicen otros con una simpleza que debiera darles vergüenza.
En esa ignorancia hay ciudadanos que opinan barbaridades mientras evaden al fisco, se roban la luz, no pagan predial, no terminaron ni la secundaria y todo lo sustituyen con la necedad y el atraso en el que son felices.
La confrontación dada en las altas esferas del poder, tiene como amplio antecedente el desconocimiento de la autonomía que debe prevalecer en la división de poderes.
Arropados por la sumisión y la esclavitud a que se someten, es solamente para justificar la humillación con se visten para arrodillarse y encadenarse a la opresión que ellos mismos se diseñaron a la medida.
Lejos estamos de entender la trascendencia de los efectos que originarán los cambios constitucionales que atropellan la dignidad y pisotean los principios jurídicos en los que México se sume.
Quienes piensan que el poder es para someterse y rendirse con un acatamiento que raya en el oscurantismo, habrán de lamentarlo en un futuro no muy lejano.
Con un poco de imaginación debieran pensar que la temática irá en torno a la inseguridad, la gobernabilidad, el combate a la pobreza, la educación, la salud y una inmensa gama de problemas que aquejan a los mexicanos.
El error forma parte de un vasto catálogo de sandeces. Tonterías expresadas sin rubor ni vergüenza. Un alarde de torpezas que no deben alarmar si se toma en cuenta la ignorancia que predomina.
Que se juzgue sin pudor alguno, al Poder Judicial con ofensas proferidas por personas surgidas del analfabetismo. De quienes en la incultura asumen el valor de su forma de vida.
Son humillantes los vocablos y adjetivos con que se refirieren a los Ministros de la Corte, pero no es inocencia, ni es ingenuo. Es incapacidad y da escalofrío que lo presuman.