EXPEDIENTES SIN ARCHIVO/ Diplomacia salvaje 

 

ADOLFO RAMOS ESPINOSA

La diplomacia es profesión y oficio, ciencia y arte.

Más que nada, es un arte: implica prudencia, persuasión, versatilidad, conciliación, tacto, elegancia en el actuar, manejo, intercambio, negociación.

La diplomacia es un medio, el instrumento del que se valen los sujetos de derecho internacional para desarrollar sus relaciones en la sociedad internacional.

Definición expresada por expertos que no sólo conocen el tema, sino que lo dominan extensa y precisamente.

Hacia finales del siglo XVIII, comenzaron a utilizarse los vocablos diplomatie, en Francia, y diplomacy, diplomat y diplomatist, en el Reino Unido, con referencia al “manejo de las relaciones y negociaciones entre naciones a través de oficiales del gobierno”.

Desde entonces, en palabras de algunos autores, un diplomático es “una persona autorizada a negociar en nombre de un Estado”.

Con mayor claridad puede decirse que otro concepto establecido, estipula:

Persuadir y disuadir constituye, la esencia de la diplomacia. Arte de dirigir el comercio con otros Estados, ciencia de las relaciones exteriores, comprende, la ciencia y el arte de la negociación. En un sentido lato, incluye la técnica y los procedimientos con que se conducen las relaciones interestatales.

La Enciclopedia Británica señala que la diplomacia es:

«El arte, ciencia o práctica de conducir las relaciones entre las naciones o la manera en que se conducen las relaciones internacionales”.

Este breviario viene a cuento, por un tema de moda que circuló en las redes sociales y donde el cónsul adscrito de México en Shanghái, China, Leopoldo Michel Díaz, protagonizó.

El video viral exhibe y muestra plenamente al cónsul adscrito cuando al referirse a un subordinado le espeta: “Chinga tu madre otra vez” y no conforme, lo amenaza con “partirle la madre”.

En el diálogo donde predomina un lenguaje que no es para presumirse entre servidores públicos, ni de ese ni de otro nivel.

Veamos el cuadro en toda su dimensión.

Pero la diatriba y el insulto, cobran mayores dimensiones cuando al escuchar que le recordaran el 10 de mayo, el empleado del consulado califica de “rémora” a Michel Díaz y le revira: “Cualquier cosa que quiera ver de aquí, trátelo con el cónsul general”.

Iracundo, el cónsul adscrito dice: “Yo sigo siendo su jefe. No se haga pendejo”.

—El jefe es el cónsul general — expresa el regañado.

—Él es el jefe máximo, pero yo también soy su jefe —

-¿Algo más? —.

—No me hables así —.

Entra el cónsul general, Miguel Ángel Isidro Rodríguez. “¿Qué está pasando aquí?”, preguntó.

Responde el subordinado: “Vino a gritarme e insultarme”.

—Hazme el favor de irte —espeta el cónsul general al adscrito.

Más en lugar de irse, toma valor y responde: “A mí no me hables así. Ésta no es tu oficina. Es la oficina del gobierno de México y yo soy tan funcionario del gobierno como tú. Por ser titular no me puedes hablar así”.

—Bueno, no le hables de esa manera al personal. No tienes derecho a insultar — dice el cónsul general.

—A mí no me hables de derechos porque te parto tu madre. Eres un culero —volvió a gritar Michel Díaz.

—Y tú eres una bazofia — le escupe en la cara Isidro Rodríguez.

—Bazofia tu chingada madre —revira el adscrito.

Neurosis en pleno y lenguaje de altos vuelos el exhibido por el personal del Servicio Exterior Mexicano, digno de ser llevado a foros internacionales como la ONU o la OEA.

Luego, presionados por las dimensiones que alcanzó el escándalo, la Secretaría de Relaciones Exteriores emitió un comunicado para informar que “se han iniciado los procedimientos disciplinarios correspondientes y para garantizar la seguridad del personal que ahí labora”.

El diplomático del lenguaje florido ya fue sancionado, pero seguro no es el único con esos atributos.

Dijera un clásico: Qué bonita familia.

ARCHIVERO

Au Pied de Cochon es un restaurante donde se sirven los platillos más emblemáticos de Francia. Platillos tradicionales. Cena francesa elegante. Sabor francés auténtico. Excelencia plena y sitio donde se pudo captar una imagen de alto contenido social. Ana Gabriela Guevara, la ilustre directora general de Conade, disfrutando platillos de alta exquisitez mientras los deportistas que no han recibido el apoyo económico gubernamental, se partían el alma para figurar en el alto rendimiento. Algunos lograron conseguir una presa, aunque para ello tuvieran que vender calzones o algunos objetos de su propiedad y estar presentes en los Juegos Olímpicos. Claro está que ahora la ex velocista se quiere colgar las medallas ante la complacencia de las autoridades superiores que permanecen ajenas a las denuncias que incluyen malos manejos de los recursos. Unos se ganaron la gloria y el respeto, mientras otros se llevan en las alforjas el presupuesto que desvían con mucha imaginación.

Y que conste, no son infundios. Los deportistas han dicho públicamente que a pesar del nulo apoyo, acudieron a la máxima justa a que puede aspirar un atleta no profesional, para representar a México.

Ahora solamente falta que la sonorense señalada por dar la espalda a los competidores, sobre todo a quienes participaron en actividades acuáticas, tiro con arco, boxeo y otras disciplinas, sea ratificada en un cargo que no únicamente le quedó grande, sino que fue utilizado para fines personales.

Aunque todo es posible.

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