EPISTOLARIO/ ¡Qué poca Alma Mater! 

ARMANDO ROJAS ARÉVALO. JORGE: EDUARDO MATOS, el célebre antropólogo mexicano, egresado y maestro de la UNAM, fue galardonado el pasado día 18 de este mes con el Premio Princesa de Asturias en Ciencias Sociales 2022. Esto es una sonora cachetada a los enemigos del saber científico y a quienes se dicen “descubridores de la verdadera historia de México”.

El galardón enorgullece a la UNAM y a los universitarios, como también representa un gran honor para todos los mexicanos que de la Máxima Casa de Estudios hayan egresado y luego fueron catedráticos en ella, quienes recibieron el Premio Nobel: ALFONSO GARCÍA ROBLES, OCTAVIO PAZ y MARIO MOLINA.

Sería interminable la lista de distinguidos mexicanos egresados de la UNAM, sólo cito a EFIGENIA NAVARRETE, quien como directora de la Facultad de Economía alentó y apoyó el Movimiento del 68. Por cierto, es l primera mexicana que obtuvo una maestría en economía en la Universidad de Harvard.  Extrañamente, tan universitaria ahora omite hacer cualquier comentario a favor de la UNAM sobre lo que su amigo y jefe piensa y dice de la Institución.

Todos quieren entrar a la UNAM. Hay que ver que la Casa tiene la mayor matrícula estudiantil de todas las universidades de América Latina, y cuenta con uno de los campus más grandes del mundo. Sus numerosas publicaciones e investigaciones en todas las áreas del conocimiento la convierten en la institución mexicana con mayor producción científica. Todos los mexicanos laureados con el Premio Nobel han pasado por esta casa de estudios.

(Solamente algunos datos a volapié: La UNAM fue fundada en 1910 como Universidad Nacional de México por JUSTO SIERRA, quien deseaba revivir una versión liberal de la difunta Real y Pontificia Universidad de México; la más antigua de Norteamérica, obtuvo su autonomía en 1929 que le otorgó la capacidad de autogestionar su presupuesto, administración y currícula sin interferencia gubernamental. La construcción de Ciudad Universitaria (CU), la hicieron algunos de los arquitectos y artistas mexicanos más destacados del siglo XX. En 2007 fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Además, se considera uno de los campus más atractivos al turismo en todo el mundo. En 2009 la universidad fue premiada con el Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades.

(La UNAM es una corporación pública, descentralizada del Estado, basada en los principios de libertad de cátedra y d investigación, e inspirada en todas las corrientes del pensamiento, sin tomar parte en actividades militantes y cualquier interés individual)

Hace 59 años, cuando llegué de mi pueblo, con el estómago vacío y hambriento de saber más, dos grandes almas de cobijaron y marcaron mi vida: La Ciudad de México, que me abrió los brazos, y la UNAM en la Preparatoria número Uno. Soñé muchos años vivir en la metrópoli, pero mi mayor ilusión era entrar a la UNAM que, creo, es la misma aspiración de todos los jóvenes mexicanos que quieren estudiar una carrera profesional.

La Ciudad de México fue como una matrona que me arropó con cariño, y la Preparatoria, con los murales de RIVERA, el salón llamado El Generalito” y el enorme anfiteatro, era  fascinante. Para mi eran mundos nuevos. Asombrosos.

Viví por unas semanas en un hotel de paso ubicado en Argentina, junto a la antigua Librería Porrúa,  barriendo y trapeando para desquitar el gasto, y  luego en el cuarto de azotea de un añoso edificio sobre la calle Guatemala, frente al patio de Catedral, donde los conserjes o sacristanes sembraba milpa.

Años de muchas necesidades, pero felices. Aprendí a valerme por mí mismo y a disfrutar el exiguo salario que devengaba en una fábrica de fibras para lavar trastes en la calle de Moneda, en pequeñeces que me hacían alegre la vida: Ir al cine que me quedaba a tres cuadras, el sábado tomar café en La Bombi, en Guatemala y Brasil; comprar mi primer traje en abonos en la sastrería Catedral, e ir a los bailes de la Colonia Chiapaneca en el Riviera.

Al terminar la Preparatoria entré a Medicina, en Ciudad Universitaria, donde como “bautizo” me encerraron el primer día una noche completa en el frío anfiteatro, rodeado de cadáveres despellejados y partidos en pedazos  por los maestros con el escalpelo o bisturí.

El camión “Roma-Mérida-Cozumel” me llevaba a CU y me devolvía. Los veinte centavos de ida y veinte de regreso, más la torta del mediodía, dejaban en ayunas mi bolsillo, pero ¡ya estaba en Ciudad Universitaria! Medicina era –y es- una carrera demandante y cara. Los libros del “Burro” Quiroz tenían un precio inaccesible para los muertos de hambre como yo, e ir a la biblioteca a consultarlos llevaba varias horas porque había fila esperándolos. Dedicar horas y horas al estudio, me dejaba sin respiro, y aparte debía dejar de trabajar porque la carrera no permitía la dualidad. O estudias o trabajas.

Sin embargo, o estudiaba o trabajaba para comer, vestir y  pagar la renta del cuarto. Pero cuando terminaba el segundo año de Medicina, con 10 kilos menos de peso y los pantalones y zapatos rotos, me cambié de carrera y entré a la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, en donde con los años fui miembro del claustro académico por dos décadas.

A la Ciudad de  México mi agradecimiento hasta el último de mis días, y a la UNAM mi vida.

No sé por qué los universitarios permitimos burlas y la descalificación a la Universidad. Incluso, ha sido generosa con ellos que tardaron muchos años en titularse porque iban a clases cuando querían. La omisión de los universitarios, a quienes el Alma Máter les dio carrera y a miles los hizo famosos, es infame.

Hoy la UNAM, “rankeada” entre los mejores universidades del mundo por sus investigaciones, sus planes de estudio, sus maestros y ser cuna de la intelectualidad, pasa por una crisis de conciencia, por las burlas y denostaciones. ¿Dónde carajos –perdón- están los universitarios de cepa? ¿Dónde el Rector y los ilustres académicos? ¿Dónde los directores de escuelas, institutos y facultades? ¿Dónde los que se dicen maestros, pránganas dejan pasar las humillaciones a la cultura, la ciencia y el arte?

La UNAM nos ha dado mucho. Carajo, no la dejemos sola. No nos quedemos callados.

SOBRE LAS “EMINENCIAS” CUBANAS QUE VENDRÁN a enseñarle a los médicos mexicanos cómo se ejerce la Medicina, hay que puntualizar: El presidente no tiene facultades, ni el secretario de salud, ni el de educación para avalarlo. El único que podría validar la excepción, es el Congreso. Además requiere una visa para poder laborar.

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