GERARDO CONDE. Alejandro Moreno, más conocido como “Alito”, continua al frente del PRI a pesar de acumular 10 derrotas electorales que equivalen a igual número de entidades federativas, gobernadas por el priismo, desde que asumió la dirigencia de su partido.
Tiene la cara tan dura que su imagen de altivez la mantiene sin ninguna raspadura.
No ha aprendió de su progenitor Manlio Fabio Beltrones, la “dignidad política”, cuando la situación electoral obliga, como fue su caso, como presidente del PRI, en el 2016, que perdió las entidades de: Durango, Tamaulipas, Quintana Roo y Veracruz, y sin discursos estridentes, asumió su responsabilidad y renunció al cargo.
Hoy, el flamante “Alito”, sin morderse la lengua, le da la vuelta a la página como si no hubiera pasado nada el 5 de junio, donde el priismo perdió dos bastiones históricos: Hidalgo y Oaxaca.
Para él solamente existen los triunfos aliancista del 2021 que frenaron la ley Bartlett en la Cámara de diputados, y las elecciones del 2022 a gobernador donde ganaron los candidatos aliancistas en Aguascalientes y Durango.
Con esos triunfos en la bolsa, camina como un “Rock Star”, mostrándose ante los priistas y frente a los panistas y perredistas, como un vencedor, porque en su óptica ha doblegado al aparato oficial que representa Morena.
Bajo esa lógica camina, su arrogancia, es su único acompañante para encarar los comicios de Coahuila y del Estado de México en el 2023, donde se pondrá en juego la vida institucional del PRI.
Ante tal circunstancia política-electoral; hoy, los expresidentes del Revolucionario Institucional, los que lo aplaudieron y lo erigieron como presidente del PRI; se acuerdan de que existe “Alito” y lo convocan a debatir y a reflexionar por la fortaleza y la vigencia del PRI.
Dice el refrán: “más vale tarde, que nunca”.
Después de que el PRI está en el ataúd y con tres clavos, los priistas convocantes voltean a ver a su partido, tratando de recuperar lo perdido en la gestión de “Alito”: “la dignidad política”.
En otras palabras, le harán ver a su marioneta que todo tiene un principio y un final, es decir, en la política como en la vida, hay que saber llegar, estar, e irse cuando llega el momento, y ese saber se llama: Dignidad.
Palabra mágica que “Alito”, omitió, porque en su visión y misión, entendió, que su papel como dirigente: era jugar a la “oposición”, sin importar el costo electoral.
Pero, hoy sus promoventes, se asustan de sus resultados.
Por eso el llamado de sentarse y reflexionar qué hacer para salvar el cascarón del partido hegemónico y mayoritario que fue el PRI, ante un dirigente miope e impresentable ante la ciudadanía, que lo lleva al despeñadero, sin carta de defunción.
Ante tal escenario, los expresidentes, tienen una sola salida, renovar el Comité Ejecutivo Nacional, sin demasiados formulismos, si quieren escribir otro final de la historia del PRI, en la era de AMLO.
Dar el manotazo, es recuperar un aliento de “dignidad” para presentar otra cara al priismo nacional y, con base en ello, invitar al PAN a que redefina su dirigencia para darle una bocanada de frescura a la fórmula “aliancista” en su quehacer público, legislativo y partidista, como estrategia política-electoral con miras al 2024.
No dar el manotazo, es poner el cuarto clavo en el ataúd del PRI y, por ende, en la misma Alianza, al seguir allanando el avance de Morena, porque su éxito no está en sus candidatos “rentables”, sino en la propia incapacidad política de los integrantes de la Alianza por México.
Ya se verá.
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