ENTRELAZANDO/ Indolente

GERARDO CONDE. La frase salinista: “ni los veo, ni los escucho”, en respuesta a la censura de los perredistas; hoy, el inquilino de Palacio la vuelve a revivir y la hace suya, ante los hechos violentos en contra de los sacerdotes jesuitas en la sierra Tarahumara, en el estado de Chihuahua.

Mientras el dolor y el coraje soplaba en tierras chihuahuenses, por la tragedia vivida en manos del crimen organizado, el inquilino de Palacio jugaba su deporte favorito: el béisbol.

Como titular del Ejecutivo Federal, su atención está, en su propia agenda, y lo sucedido fuera de su bitácora, no es de su interés.

Así lo ha demostrado, en sus tres años de administración.

Ejemplos de su indolencia:

Los niños con cáncer y sus familiares que levantaron la voz y a pesar de sus estridencias públicas, no encontraron un eco a sus demandas, la indiferencia y la descalificación fueron las respuestas que recibieron por parte del inquilino de Palacio.

En el caso, del COVID-19, su postura fue de negligencia hacía los familiares que padecieron la pandemia, así como para los emprendedores que tuvieron que cargar el costo económico del confinamiento, ambos, recibieron un discurso ramplón.

Pero, dónde el inquilino de Palacio, ha mostrado su indolencia de manera mayúscula ha sido en el tema de la seguridad pública, es decir, en el combate al crimen organizado, donde sus discursos y sus acciones hablan por sí solos de qué lado está para salvaguardar la integridad de las personas y su patrimonio.

El dejarles la cancha libre, al crimen organizado, ha generado un solo vocablo: Impunidad, en perjuicio del ciudadano de a pie, y de aquellos que se atreven a la levantar la voz, al denunciar, lo que es visible.

A pesar de esta realidad que se vive en el país, en dos temas básicos para los mexicanos, la salud y la seguridad, el inquilino de Palacio se empeña en mantener su postura de indolencia ante la evidencia de los números negros que dan cuenta del fracaso de su política gubernamental.

Para él, los hechos son motivados por los conservadores para desprestigiar a su gobierno y al proyecto de la 4t, ya que sus datos dibujan otra realidad, la de su figuración, realidad, que se empeña en vender a diario en sus mañaneras.

Sin embargo, la estrategia copiada al salinismo: ni los veo, ni los escucho, no ha sido suficiente para callar las voces de indignación, ante los hechos y los registros cotidianos, que ponen en blanco y negro la indolencia del gobierno.

Pero, si las muertes de la pandemia del COVID-19 no han provocado un ápice de empatía en el gobierno morenista, por los hogares que se enlutaron, craso error; en el caso de los sacerdotes jesuitas, mantener esa postura de insensibilidad, no sólo lo pone en una situación incómoda frente a la comunidad religiosa, sino su falta, lo puede llevar a terrenos fangosos al insistir en su estrategia de: abrazos y no balazos, al no considerar el significado de golpear a un sector de la sociedad que tiene un gran impacto en la opinión de la gente.

En otras palabras, cuando se asesina a un sacerdote, no se mata a una persona, se asesina a toda una institución, no entenderlo, es correr un riesgo innecesario, que no se resuelve, jugando béisbol.

Hoy, la realidad, pone al inquilino de Palacio en un escenario de definiciones, es decir, de asumir su responsabilidad del porqué el elector votó por un gobierno de instituciones y de leyes que le dieran al ciudadano de a pie seguridad y bienestar, y no de falsedades.

Lo que haga o deje de hacer, hará una fotografía de la estatura de su gobierno, en materia de salud y de seguridad pública.

Ya se verá.

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