“¿Qué es un cínico? Es un hombre que sabe el precio de todo y el valor de nada”. Oscar Wilde
JORGE LUIS FALCÓN ARÉVALO* (Guerrero). El orate de Palacio Nacional pilotea por tierras de Centroamérica y el Caribe. Se observa en su espejo convexo, como el gran dador. El que ve y soluciona. El master de la benevolencia con dinero ajeno. El malafacha se siente un conquistador con un morral saturado de inmoralidad y un traje mal confeccionado antiético, pensando que lleva la panacea en sus huecas palabras.
Lujuria del ego y gula de popularidad son sus cargas. Un viaje al centro del continente americano aprobado por ladrones y cleptómanos que igual que el viajante, están tan embarrados de delitos, como el archivo personal del titular de la fiscalía general de la República. Le acompañan bufones, robadores, borrachines e intérpretes de sus sueños de grandeza.
Una travesía llena de simbolismos, enajenaciones, lisonjas, falsedades y exaltaciones de un pecador rumbo al patíbulo. Con una mano señalando a un inefable e impronunciable sucesor y con la otra, pide su salida, su éxodo.
La esencia del mito de la nave de los locos de Jerónimo Bosch y de Sebastián Brandt, comparable con la del loco de Palacio; es botarlo a la inmensidad del infinito y no regrese. Que se pierda en la profundidad de sus invenciones y el remolino de su desfase.
Un tipo sin patria, que quede errante en el murmullo de sus torpes frases y en la siniestra figura de su diabólico mundo.
La nave de los locos es real, se llama “4T”, y en breve no se le permitirá pernoctar en ningún lado. Su cargamento es de gente con peste política, lepra social, tuberculosis emotiva y cáncer económico. Su esencia los delata, son perniciosos, nocivos y dañinos.
“En la Edad Media los “insensatos” fueron quemados, golpeados y muchas veces tratados como animales. Se creía que existía “la piedra de la locura” y que esta se hallaba en el cerebro. Muchos fueron mutilados para extraer ese elemento del mal.”
No aportan, roban. No dan, mienten y no apoyan, traicionan.
@GradoCero_Gro