ARTURO MORENO BAÑOS (Hidalgo). La afirmación de Andrés Manuel López Obrador de que ya tiene preparado un “testamento político” en caso de que él falte, despertó más dudas que certezas. No sólo porque, tras su salida del Hospital Militar donde le practicaron un cateterismo de emergencia, el presidente habló por primera vez abiertamente sobre su condición de salud, sino porque la idea de que él decidirá qué pasa ante su posible ausencia y quién quedaría en la Presidencia, contra dice totalmente a la Constitución
Andrés Manuel López Obrador ha hecho de la fragilidad de su salud un tema público y recurrente al grado de decir que podría no terminar su mandato por alguna fatalidad.
No reveló contenido y con ello, fiel a las tendencias en su gobierno, desató el torbellino de especulaciones y rabietas de sus contrarios. El artículo 84 de la Constitución dice que al fallecer el Presidente, el cargo lo ocupa provisionalmente el secretario de Gobernación, en este caso Adán Augusto López, y debe convocarse a sesión del Congreso para elegir al sustituto que concluya el periodo hasta 2024.
Por ese lado no hay sorpresas. Regularmente los testamentos políticos de los líderes llaman a la unidad de los suyos, a no dividirse porque ello destruiría la obra del dirigente y a resistir el vendaval de los contrarios. Y hacen encargos. Lenin, el líder de la revolución rusa, propuso a sus camaradas en su “Testamento Político” que removieran a Stalin del cargo de secretario general del gobernante Partido Comunista de la Unión Soviética por ser “extremadamente rudo” y mejor designaran a un personaje tolerante, leal y bondadoso. El 22 de mayo de 1924 en una reunión secreta, los líderes comunistas de la URSS, con votación de 30 votos contra 10, decidieron no hacerle caso a Lenin y ratificar a Stalin en la dirigencia.
El testamento político fue revelado hasta después de la muerte de Stalin quien gobernó su país bajo el terror. Mao Tse Tung, gobernante de China por 27 años, tuvo recurrentes crisis de salud. En una de ellas, cuando se insinuó la posibilidad de que se hiciera a un lado en plena Revolución Cultural que tanto daño hizo a su país, se agudizaron las pugnas internas. Entonces el líder escribió un poema.
Era enero de 1963: “Hay tantas tareas que piden a gritos que sean hechas/ ¡aprovechen los días, aférrense a las horas!/ los cuatro mares se embravecen, nubes y aguas se enfurecen/los cinco continentes se estremecen, vientos y truenos rugen/ ¡acabemos con todas las pestes!/nuestra fuerza es irresistible”.
Mao pintaba raya. Acabar con las pestes era reducir a cenizas al os opositores y evitar cualquier señal de “capitalismo”. En junio de 1976, ya en su lecho, meses antes de morir, Mao dijo a los suyos: “(La revolución cultural) es una herencia que se debe transmitir a la siguiente generación. ¿Cómo legarlo? Si no puede ser pacíficamente, que sea en medio del caos. Si ello no se realiza adecuadamente puede producirse una matanza. Solo el cielo sabe lo que ustedes harán”. En septiembre de 1976 murió Mao y Den Xiao Ping, su rival, quedó en el poder, emprendió reformas en una economía de mercado y modernizó a China. El testamento político de Mao fue desconocido.
El 31 de julio de 2006 Fidel Castro publicó una “Proclama” que cimbró a Cuba. Reveló que su salud era frágil por lo que estaba obligado a permanecer en reposo y abandonar sus cargos dirigentes por lo que los delegó “con carácter provisional” en su hermano Raúl Castro y otorgó tareas específicas a Carlos Lage, un literal primer ministro, y Felipe Pérez Roque, canciller fiel.
“Pido al Comité Central del Partido y a la Asamblea Nacional del Poder Popular el apoyo más firme a esta Proclama”, signó. En su extraordinario libro Cuba, el futuro a debate, el periodista Gerardo Arreola hace una reseña de cómo Raúl Castro desmontó paulatinamente el legado de su hermano Fidel y de la defenestración de Lage y Pérez Roque junto con otros personajes fidelistas. La Proclama no fue atendida. Fidel murió el 25 de noviembre de 2016.
Ho Chi Minh, líder de la revolución vietnamita, escribió el 10 de mayo de 1969 en su testamento: “Si debo partir de este mundo, no hay nada que sienta más que poderlos servir más tiempo. Después de mi muerte, los grandes funerales deberán ser evitados para no gastar el tiempo y el dinero del pueblo”. No dejó, en ese documento, encargos específicos. Fue humilde. Murió en septiembre de 1969 y en su país es un héroe sin mácula. Vietnam la pasa un poco mejor que Cuba.