EL OTRO DATO/ Un Papa que abra la Iglesia a la mujer

JUAN CHÁVEZ

Dios nos hizo, hombre y mujer, iguales y a su semejanza (Génesis 1-27-29).

Entonces, ¿por qué la Iglesia católica no le otorga a la mujer el derecho de dirigir los santos oficios? Es decir, que sea consagrada como sacerdotisa a plenitud. Que llegue el día, inclusive, que sea investida Papisa.

Ya es tiempo de que la religión que inauguró Jesús hace más de dos mil años, haga a un lado la discriminación a la mujer que siempre ha ejercido.

El mismo Jesús hizo menos a la mujer cuando Pedro le recriminó que una mujer, María Magdalena, figurara entre sus discípulos.

–No te preocupes Pedro, la vestiré de hombre.

De tal forma, por otra parte, surgió el llamado “discípulo consentido” al que llamó Juan.
La acción de Jesús abrió las puertas a la desigualdad de género. Uno de sus grandes yerros en sus predicas por el Alto Gólgota.

Un acérrimo creyente, ante el nombramiento del sucesor del Papa Francisco, que habrán de llevar a cabo los 133 miembros del Colegio Cardenalicio con derecho a voto y ser votados por ser menores de 80 años, me comentó:

“Creo en el Espíritu Santo. Fue él quien me ayudó a aprobar el examen de Trigonometría en el bachillerato. Espero que inspire a los cardenales para que el sucesor de Francisco sea conservador, de modo que preserve en la Iglesia el espíritu de su fundador, y al mismo tiempo progresista, para que no la inmovilice y haga en ella los cambios que millones de sus fieles pedimos, cambios fincados en el respeto a la naturaleza humana, en la consideración a la mujer y en la comprensión a los que ahora son rechazados por quienes ponen el dogma por encima del amor”.

En otras palabras, insinuó que el nuevo Papa tenga los tamaños necesarios para ubicar a la mujer en el sitio que le corresponde, y que le ha sido negado por milenios, y que participe en todos los ritos y mitos de la religión católica.

Y dado que el cónclave de los cardenales para la elección del nuevo Papa es de eminencia espiritual si es de esperar que el Espíritu Santo fije tal anunciación en el ánimo de los cardenales electores, para que la Iglesia de tan importante paso y quede incorporada a los adelantos que los países han llevado a cabo en aras de suprimir las desigualdades de género.

No hay que perder de vista que la semejanza con Dios se refiere a la parte espiritual; la que nos separa del mundo animal y nos prepara para tener el dominio que Dios nos dio sobre la creación, y mantener una relación con nuestro Creador. Podríamos decir que somos como Dios en el sentido de que se nos ha dado un poder especial sobre la Tierra.

Por lo tanto, ser creados a imagen de Dios significa que fuimos creados para relacionarnos. En esencia, nuestra necesidad más fundamental es amar y ser amados. En definitiva, Dios nos creó a su imagen para que pudiéramos glorificarlo y disfrutar de una relación eterna, íntima y amorosa con él.

El mundo católico ya no quiere una iglesia inmovilizada, sometida al poder del cuadro que domina el Vaticano.

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