EL OTRO DATO/ La tauromaquia seguirá en La México

JUAN CHÁVEZ

Habrá corridas para buen tiempo.

Eso decidió la jueza que negó la suspensión definitiva al amparo de la asociación civil «Todas y Todos por Amor a los Toros» contra las corridas de toros en la Plaza México.

¡Maravilloso! A mí me encanta la fiesta brava. Suelo ver sábado y domingo las corridas de los años 2019 y 2020 en un canal de televisión abierta.

Mi padre me inculcó la afición a los toros, la fiesta brava que es nacional y que vivió grandes momentos en la Independencia. ¡A Miguel Hidalgo y Costilla le encantaba las corridas de toros!

Mi papá me llevaba a los toros, en la antigua plaza de la Condesa, a principios de los años 40 del siglo pasado, cuando era un niño pequeño.

Tuve el infortunio de presenciar, en la corrida del domingo 29 de diciembre de 1940, la cornada que el toro “Cobijero” le infligió a Alberto Balderas, y que le costó la vida.

Cuentan que Alberto Balderas exclamó: ¡Estoy muerto!, según cabeceó en su primera plana, a ocho columnas El Universal.

Aquella trágica tarde, Balderas vestía un terno canario y plata, color considerado de mal fario en el ambiente taurino.

Hizo el paseíllo al lado de José González “Carnicerito de México” y Andrés Blanco, a quien esa tarde concedió la alternativa.

Una oreja le cortó Balderas al segundo toro de la tarde, un ejemplar de nombre “Rayado” que le propinó una fea voltereta.

La tragedia vendría en el tercero con “Cobijero” que le tocó torear al “Carnicerito de México” y que cuando brindaba su estocada final, lo miró extrañamente y Balderas entró al quite;  fue el momento que se dio la mortal cornada.

Los momentos fueron dramáticos, el pitón del toro le partió el hígado, además la arteria hepática.

La cornada era evidentemente mortal y Balderas falleció a las 17.43 horas en la propia enfermería del coso, donde los doctores Javier Ibarra y José Rojo de la Vega nada pudieron hacer por salvarle la vida.

Tras el relato de tal tragedia, me preguntarían como sigo siendo aficionado a la torería. Y respondería que así es la vida. Que cada quien tiene sus gustos y aficiones. Y que los disfruta porque hay libertad y que bajo esta consiga no debe prosperar el juicio que seguirá después de que la jueza

Sandra de Jesús Zúñiga negó la suspensión definitiva que había solicitado la asociación civil “Todas y Todos por Amor a los Toros” para frenar las corridas de toros en la Plaza México.

Cabe recordar que la jueza había ordenado la suspensión inmediata de las corridas de toros, al conceder una suspensión provisional en el juicio de amparo que tramitó dicha asociación civil, misma que un Tribunal Colegiado revocó tras ser impugnada por la empresa La Plaza México.

A través de un mensaje en una red social, el diputado del Congreso de la Ciudad de México, Jorge Gaviño Ambriz, uno de los impulsores del amparo contra los espectáculos taurinos, señaló que la juzgadora determinó negar la suspensión.

Falta por decidir el fondo del asunto y es esperarse que siga el mismo camino jurídico de la negativa de la suspensión definitiva al amparo.

La tauromaquia es el arte de lidiar toros a pie o a caballo y su origen se remonta a la Edad de Bronce. Su forma moderna es la corrida de toros, fiesta que nació en España en el siglo XII y que también se practica en Portugal, Francia, Perú, Venezuela, Ecuador, Colombia y Costa Rica.

La forma actual del toreo comienza en 1723, año en que el rey Felipe V prohibió a los nobles torear, práctica que hacían a caballo.  Empezó a hacerlo entonces por su cuenta la gente modesta, provocando el entusiasmo y afición del gran público. Es en este momento también cuando se construyen las primeras plazas de toros permanentes en las ciudades más importantes.

Las corridas de toros son una costumbre muy arraigada en España a pesar de sus muchos detractores, y su larga tradición ha dejado un buen número de palabras y expresiones en el lenguaje popular.

Los festejos taurinos se celebraban desde la conquista de nuestro país por muy diversos motivos, los acontecimientos de la monarquía española, la llegada de un virrey, la búsqueda de recursos para resolver desastres naturales, la construcción de obras públicas y hasta para financiar actividades militares.

En la quinta carta de relación que envió Hernán Cortés al Rey en 1526, menciona que a su regreso de Las Hibueras -hoy Honduras- el día de San Juan de ese año “se estaban corriendo ciertos toros…” Para ser exactos fue el 24 de junio de 1526 y se tiene como referencia histórica de la primera corrida de toros en nuestro país.

Pero no fue sino hasta el 13 de agosto de 1529 cuando se instituyeron de manera oficial las corridas de toros para conmemorar el aniversario de la toma de la Gran Tenochtitlán.

Las corridas de toros por esos años fueron en la plazuela llamada Del Marqués, que era parte del terreno que actualmente ocupa la Catedral de la Ciudad de México.

Hace casi 500 años, por 1527, Juan Gutiérrez de Altamirano, primo de Hernán Cortés, importa doce pares de toros y vacas de lidia de Navarra, España, para la Hacienda de Atenco, situada en el estado de México, fue así como nació la Ganadería de Atenco que es considerada la más antigua del mundo.

La plaza de Toros Rodolfo Gaona, ubicada en el municipio de Cañadas de Obregón, en el estado de Jalisco, es considerada la más antigua de América, aunque algunos señalan que no hay otra en el orbe con tanta historia.

En 1810 durante la Guerra de Independencia, siguieron celebrándose corridas de toros, aunque hay poco conocimiento de ellas, los periódicos o gacetillas de la época no les daban la menor importancia.

Un hecho muy relevante de nuestra historia es que el Padre de la Patria, era muy aficionado a la fiesta brava, fue ganadero y criador de toros bravos de lidia, en tierras de Guanajuato donde tenía su hacienda, llamada El Jaripeo.

Según varios libros de historia y documentos de la época, para el año 1810 y posteriores, durante la Guerra de Independencia, se llevaron a cabo varias corridas de toros.

Resulta interesante conocer a detalle que a Miguel Hidalgo y Costilla como aficionado a la fiesta brava e incluso, el también insurgente capitán Ignacio Allende gustaba del toreo a caballo. Lamentablemente son escasas las menciones en documentos históricos o documentaciones oficiales que se tienen de estos hechos.

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