JUAN CHÁVEZ
El ataque de Estados Unidos a Irán abre la puerta a una era de inestabilidad mayor en la región, y quizá en el mundo entero.
Por lo pronto, los intercambios de bombardeos Israel-Estados Unidos contra Irán, marca el paso a lo que ya hay que considerar la guerra de EU contra Irán y posiblemente Siria, pues Damasco fue “miseleada” el domingo.
Irán sigue atacando a Israel y el domingo abrió fuego contra la base aérea de Estados Unidos en Qatar, en respuesta a la destrucción de sus cuatro bases nucleares por misiles anti bunker que en la semana Trump dispuso se lanzaran con lo que, de hecho, Gringolandia se sumó a las hostilidades del Medio Oriente.
Comienza la “venganza” de Irán: Lanza misiles contra base de EU en Qatar… pero son interceptados. También dispone, por acuerdo parlamentario, cerrar el estrecho de Ormuz para frenar el petróleo y gas que por miles de toneladas sale de los países petroleros rumbo a Europa, Japón y Corea del Sur.
Irán lanzó ataques contra bases de Estados Unidos en Qatar e Irak, según su televisión estatal.
El ataque de Irán a la base militar de Al Udeid era esperado por EU y aliados, reportó una fuente familiarizada con el tema.
La televisión estatal iraní anunció este lunes ataques de Irán contra bases estadounidenses en Qatar e Irak como represalia por los bombardeos del viernes contra instalaciones nucleares del país persa.
Un testigo radicado en Doha informó haber escuchado ocho explosiones separadas, aunque no estaba claro cuántas de ellas eran misiles que impactaron contra Qatar, que explotaron en el aire o defensas aéreas que impactaron sus objetivos.
El presidente Donald Trump ya había advertido a Irán que cualquier medida retardatoria por el bombardeo a sitios nucleares desencadenaría nuevas acciones estadounidenses.
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Los tres países pasan por ser los principales aliados de Irán en el Consejo de Seguridad de la ONU en este momento.
Lo que es un hecho irrefutable es que Estados Unidos, una vez más, está en guerra.
La decisión de Trump, que hasta hace unos días aún contemplaba una ventana diplomática, respondió a la presión creciente de Israel, cuyos ataques previos no lograron desmantelar por completo la infraestructura atómica iraní.
Washington aportó el poder de fuego necesario para penetrar búnkeres fortificados. Los tres ataques de EU fueron contra instalaciones nucleares, según reveló Trump ayer por la noche.
Con ello, se apostó a una acción quirúrgica y definitiva. Pero las consecuencias apenas comienzan.
Teherán ya ha declarado que cualquier límite ha sido sobrepasado. Putin, al lado de Irán, califica de “agresión absolutamente injustificada”, el ataque de EU y se encienden los focos de una guerra “no declarada”, pero ya tan real como los continuos disparos de misiles por las partes involucradas.
La televisión iraní mostró ayer la localización de las bases militares de EU en Medio Oriente y amenazó abiertamente con ataques. El liderazgo iraní ha calificado el ataque como un acto de guerra directa y ha prometido represalias “en todos los frentes posibles”.
Las amenazas no son infundadas. Las milicias vinculadas a Irán en Irak, Siria, Yemen y Líbano ya han activado en el pasado protocolos de ataque contra bases estadounidenses y contra intereses israelíes.
Algunos analistas alertan incluso sobre la posibilidad de ataques cibernéticos o sabotajes a infraestructura crítica en países aliados de Washington.
La sombra del terrorismo internacional también se cierne sobre Europa y América del Norte, ante la posibilidad de que se reactiven células durmientes del extremismo islámico.
En el plano regional, la posibilidad de que el conflicto escale a una guerra abierta es ya una preocupación central.
Aunque el domingo por la noche aún no había un pronunciamiento de Rusia, se teme que condene el ataque y sugiera la posibilidad de que se active el pacto militar Rusia-Irán para apoyar la defensa del Estado persa.
La incertidumbre no es solo estratégica: también es económica.
En un contexto global marcado por una frágil recuperación tras los ajustes monetarios y la desaceleración de China, una guerra prolongada en Medio Oriente podría desestabilizar las cadenas de suministro, encarecer energéticos y elevar la volatilidad financiera.
Los países emergentes, altamente dependientes de las importaciones de energía, enfrentarán un encarecimiento de insumos y presiones inflacionarias inmediatas.
Lo que comenzó como una ofensiva para desmantelar un programa nuclear ha evolucionado en una amenaza de crisis global.