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ADRIANA DELGADO RUIZ/ @AdriDelgadoRuiz
¿Reformas que beneficiarán a los trabajadores en lo inmediato pero con costos que pueden terminar pagando muy caros los jóvenes en el futuro? Jornada semanal de 48 a 40 horas, aumento al salario mínimo siempre por arriba de la inflación, pensiones al 100 por ciento para la gran mayoría, muchas más vacaciones. Suena bien, ¿no? En cambio, no hay iniciativas sobre productividad, capacitación y competitividad.
El sector empresarial no ha expresado ninguna oposición a mejorar las condiciones laborales pero sí ha puesto El Dedo en la Llaga de no calcular con cuidado y responsabilidad las consecuencias para toda la economía del país, para los trabajadores que buscan proteger y para las empresas que generan riqueza, empleos y los impuestos que mantienen al gobierno.
La reducción de la jornada laboral implica un aumento inevitable en los costos laborales de las empresas porque tendrán que pagar más horas extras o contratar más trabajadores para cubrir sus turnos de producción, considerando además los periodos vacacionales más amplios ya legislados. La lógica es simple: si cuesta más generar un producto o servicio, el precio aumenta lo que significa más inflación.
Si el salario mínimo sube anualmente más que la inflación, ¿problema resuelto? No, de hecho, lo aumenta y puede convertirlo en una gran bola de nieve. La carrera precios-salarios es un círculo vicioso muy difícil de romper que ha llevado a múltiples economías a grandes crisis inflacionarias y escasez, dando el tiro de gracia a toda la economía.
Los aumentos por decreto suelen ocasionar distorsiones en el mercado sin resolver mucho realmente. En 2018, el 15.7 por ciento de los trabajadores ganaba el salario mínimo y al final de 2023 ya era el 37.4 por ciento, lo que documenta dos circunstancias: que los aumentos no generaron el mismo efecto en los sueldos en general y que ahora hay tantos empleados ganando el mínimo que el efecto en la inflación será cada vez mayor.
¿Es todo el riesgo de crisis? No. A eso hay que agregar que si también se aprobara la iniciativa de pensiones, no habrá recursos públicos que alcancen para soportar el costo de pagarlas, lo que llevaría al país a niveles de endeudamiento inmanejables o a dejar a un lado el gasto público en infraestructura, salud, educación y seguridad pública, que de por sí están en condiciones desoladoras.
Claramente, la ruta es otra: productividad, impulso a la innovación, ahorro, cultura financiera. Hay que dejar el populismo y discutir con visión de país.
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