EL ÁGORA/ El México deseable

OCTAVIO CAMPOS ORTIZ

La presidente de México, Claudia Sheinbaum Pardo, presentó su programa sexenal de gobierno mediante cien compromisos, con los que se podrá estar de acuerdo o no como políticas públicas para reactivar al país, pero es indispensable que establezca un estilo personal de gobernar que la diferencie de su antecesor y no caer en el continuismo de un proyecto político transexenal. Arribó al poder con un alto porcentaje de aceptación, más allá de los votos que la llevaron a la presidencia y esos positivos los debe aprovechar para desmarcarse de la imagen que se ha creado de que no se inicia un nuevo sexenio, sino que arranca un Maximato.

Muchos de los compromisos que anunció en su plan nacional de desarrollo alientan la esperanza de que el país puede tener otro derrotero, recuperar mucho del tiempo perdido, pero en otros rubros pareciera no procurar el fortalecimiento de la democracia, sino consolidar una presidencia imperial y ejercer un poder omnipresente, omnipotente y omnímodo, sin contrapesos y una división de poderes artificial.  Pretende acabar con la ciudadanización del árbitro electoral y se echa la soga al cuello con el carácter vinculante de la revocación de mandato; tal pareciera que acepta el guion que le imponen y evita las consecuencias de no acatarlo.

Pero más allá de las dudas sobre el manejo de la política interior, inicia la administración con el beneficio de la duda sobre su actuación y se espera demuestre la necesaria independencia que debe tener del pasado inmediato.

La mayoría de sus compromisos deben traducirse, con realismo y voluntad política, en acciones o políticas públicas que logren la completa gobernabilidad en el país, el combate eficiente al crimen organizado, el regreso de la paz y la tranquilidad social, el cese de la violencia y las masacres, además de dar seguridad a poblaciones enteras para que no sean desplazados de sus comunidades. Una efectiva estrategia de seguridad permite disminuir la incidencia delictiva y someter al narcotráfico y otros jinetes apocalípticos como la trata de personas, el tráfico de armas, el lavado de dinero e ilícitos graves como la extorsión, el cobro de derecho de piso y el secuestro.

Los compromisos del plan sexenal de gobierno deben estar encaminados a lograr un verdadero desarrollo económico y social, con tasas razonables de crecimiento, generación de empleo, control de la inflación, impulsar la inversión y dar certeza jurídica a los emprendedores, combatir el comercio informal que hoy parece sostener la economía nacional, pero que no paga impuestos ni salarios justos o prestaciones a los subempleado, además de desplazar la comercialización de los productos nacionales. México requiere de recuperar el desarrollo y regresar a ser de las primeras economías del mundo, porque ello permitirá una mejor distribución de la riqueza y el mexicano tendrá un verdadero estado de bienestar, propósito de este gobierno.

Entre las primeras acciones de gobierno se requiere redefinir la política exterior no solo para volver a ser referente en el concierto internacional, sino para negociar los diversos paneles o controversias que hereda del mal manejo que se hizo de las relaciones con nuestros socios comerciales.

El sistema nacional de salud es otro requerimiento que atenderá la nueva administración, para lo cual deberá alejarse de la falsa, absurda e inalcanzable idea de tener un modelo danés. Hoy se requiere reestructurar un anquilosado sector de salubridad en crisis que no da atención integral, oportuna y eficiente a sus derechohabientes; además ahora si debe atender a 30 millones de mexicanos que quedaron sin servicios de salud por la absurda desaparición del Seguro Popular, reemplazado por una entelequia llamada INSABI.

También la educación tendrá que ser una prioridad para el régimen, quien debe rechazar el esquema ideologizante que heredó para establecer un modelo educativo competitivo, de excelencia y calidad que prepare a las futuras generaciones para atender los requerimientos de un mundo globalizado que utiliza la inteligencia artificial y ya no requiere de mano de obra barata, sino de científicos y técnicos expertos que den solución a las demandas de la industria, los gobiernos y las instituciones científicas al servicio de la sociedad. La globalización demanda de profesionistas más especializados.

Para todo ello, el plan sexenal debe contemplar un nuevo pacto social que involucre a todos los sectores sociales, pacto civilizado, incluyente y respetuoso que aliente la unidad nacional y evite el divisionismo. Ese es el México deseable, está en la voluntad política de la mandataria empatar sus compromisos con los requerimientos del México real.

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