>> 20 años de que un nombre icónico se volvió mierda
>> Ojalá AMLO rescate del olvido a trabajadores y viudas
ROBERTO FUENTES VIVAR. Este lunes14 de noviembre se cumplen 45 años del nacimiento de Unomásuno.
El 14 de noviembre de 1977 fue un día histórico para el periodismo nacional. Nació un diario que renovó la comunicación en México, que reivindicó los diarios tabloides (aunque en su inicio no fue exactamente tabloide), que generó un nuevo fotoperiodismo, que evolucionó la caricatura, que abrió espacios a quienes no los habían tenido, que promovió el debate a las ideas inteligentes, que venció la censura y que estuvo a la altura de una sociedad necesitada de información, orientación, cultura y entretenimiento.
Por ser el 45 aniversario del nacimiento de Unomásuno, retomó -adecuándolos- algunos párrafos que escribí hace cinco años, porque hoy se cumplen:
45 años de esa noche en cual nació un medio que revolucionó el periodismo en México. Una noche larga, como de parto, de cigarrillos y alcohol esperanzados.
45 años de una noche en que uno más uno fuimos todos, al unir las palabras y juntarnos en un solo nombre: Unomásuno. Un grupo que nos fuimos formando primero en Prado Norte, desde julio de 1977, hasta esa noche en que la tinta de fundió de inmortalidad.
45 años de que un centenar de periodistas festejábamos el número uno del Uno, tomando un ron (la mayoría éramos roneros y frecuentábamos el África con nuestro jefe Marco Aurelio Carballo, aunque no faltaban los bebedores de brandy -tan en boga en esa época- o del whiskey que siempre estuvo presente) y acumulábamos esperanzas, como si fueran sueños.
45 años de que días antes, desde la redacción de Miguel Ángel 94, allá en Mixcoac, habíamos hecho dos números doble 00 y, si no me equivoco, 12 números 0. En uno de esos dobles ceros aparece una nota mía como principal, pero sin firma.
45 años de que esa noche en que Manuel Becerra Acosta bebía la tinta de los ejemplares como si fueran hálito de triunfo.
45 años de que una planta de casi 50 reporteros (no incluyo a otros periodistas mesa o de internacionales) hicimos historia –los menciono en el orden en que aparecemos en los anexos del libro “Unomásuno: victorias perdidas del periodismo mexicano (1977-1089)” de Genoveva Flores-: Fernando Ramírez de Aguilar, Jorge Reyes Estrada, Víctor Manuel Juárez, Luis Gutiérrez, Jeanette Becerra Acosta, Amalia Farías, Mario Alberto Reyes, Fernando Belmont, Miguel López Saucedo, Rafael Cardona, Raymundo Riva Palacio (corresponsal en Washington), Antonio Andrade, Aarón Nakayama, Fernando Meraz, Pedro Cervantes, Roberto Fuentes Vivar, Andrés de Luna, Enrique Loubet Jr., David Siller, Abelardo Martín, Guillermo García, Luis Arenas, Jaime Avilés, Santiago González Nattall, Fernando de Ita, Susana Covarrubias, David Martín del Campo, Antonio Marimón, Luis Alberto Rodríguez, Carmen Lira, Agustín Gutiérrez Canet, Alejandra Ortiz, Germán Ramos Navas, Horacio Carril, José Ureña (corresponsal en Jalisco), Roberto Vallarino, Kateri Aragón, Juliana López, Miguel Ángel Velázquez, José Manuel Fortuni, Elena Urrutia, Arturo Lomelí, Luis R. Botello, Guadalupe Irízar, Verónica Díaz (corresponsal en Acapulco), Julia Maciel y Rodolfo Roja-Zea.
45 años de que además de estos reporteros, muchos otros periodistas ya eran de esa familia, estaban ahí como redactores, auxiliares, correctores o se incorporaron más tarde a la nómina o al trabajo diario, como René Arteaga, Memo Mora, Chalo Álvarez del Villar, Javier Molina, Alberto Aguilar, Jorge Hernández Campos, Hugo Cheix, Roberto Bolaños, Paty Zama, Mario García Sordo. Víctor Avilés, Ramón Márquez, Ramón Colombo, Carlitos Duayhe, Armando Satow, Fernando Macías, Gregorio Rosas Herrera, Patricia Cardona. Ricardo del Muro, Blanche Petrich, Angélica Quesada, Carlos Ferreyra, Iván Restrepo, entre otros.
45 años de que la UNAM apoyó financieramente, por instrucciones del rector Guillermo Soberón, el nacimiento de un diario que cambió la forma de hacer periodismo en México.
45 años de que comenzaba a vislumbrarse el verdadero nuevo periodismo en nuestro país, en el cual se intentó conjuntar la literatura con el diarismo, con el quehacer de una noche de guardia o de una nota exclusiva.
45 años de una noche en que todos fuimos uno más uno y Unomásuno fuimos todos. De una madrugada fría en la que Fernando Meraz salía de su alejado rincón junto a las ventanas de Miguel Ángel 94, en la que el gordoche Ramírez de Aguilar hacía bromas y lanzaba su bonhomía a todos los que éramos sus hermanos en ese entonces (además de sus verdaderos hermanos Emilio y Alma Rosa, quienes también estaban en la fiesta), en la que Marco Aurelio Carballo se relajaba unos minutos antes de retomar ideas para sus órdenes de información del día siguiente, en la que Abelardo Martín repartía nervios, en la que Reyes Estrada mostraba un relajamiento acorde con su personalidad, en la que Toño Andrade bromeaba con no poder pronunciar la eñe, en la que Luis Gutiérrez –guitarra en ristre- cantaba algún bolero (ahí estoy con él en una foto, que no tengo, pero la llegué a ver en nosédónde, cantando ese día), en la que Katery Aragón repartía sonrisas y los reporteros le mirábamos los ojos y algo más, en la que Cornejo se burlaba de su ronquera con su famoso “no me grites”, mientras que Charly Narváez me decía ¡salud hermanito!, en la que Amalia Frías hacía gala de su hiperactividad (meses antes ella y yo habíamos roto el silencio del expresidente Días Ordaz), en la que David Martín del Campo tenía aún rojas sus carreteras, en la que Carmen Lira hablaba por teléfono porque había una huelga que estaba a punto de estallar, en la que López Saucedo quizá rezaba, en la que Nakayama externaba su sempiterno mal humor y descontento, en la que Luis Botello se ponía los lentes para mirar de cerca las cuartillas, en la que Rafael Cardona ensayaba las palabras para volver exquisita la ironía, en la que el Patán Velázquez vociferaba como si fuera de día, en la que Víctor Manuel Juárez ya no llenaba su cabeza con futbol americano sino con periodismo, en la que Jaime Avilés pensaba dos veces una palabra antes de pronunciarla en voz alta, en la que Rodolfo Rojas Zea mostraba su caballerosidad por todos los pasillos de la redacción, en la que Ramos Navas, Luis Alberto Rodríguez, Santiago González Natall, Mario Alberto Reyes y yo ya nos sentíamos como en casa -aunque éramos los ajenos de la historia de muchos-, en la que Hugo Leonel del Río adelantaba la encíclica Urbi Et Orbi, en la que el deporte se fundía con la cultura, en la que los huesos eran la estructura ósea que sostenía a la redacción, en la que corresponsales se juntaba con corrección de estilo, en la que la mesa era hermana de la dirección, en la que en el piso de abajo se hacían cuentas, en la que a mis espaldas estaba la oficina de Carlos Payán, en la cual había un diario que no manchaba las manos ni el nombre, pero que soñó con ser el primer periódico nocturno de México y no pudo por intereses ajenos, en la que decir periodismo era sinónimo de nombrar a Unomásuno.
45 años de que se fundó un diario de referencia obligada, luego de que un año antes habíamos participado, muchos de quienes estuvimos en la fiesta del 14 de noviembre, en la otra fiesta con Don Julio Scheler y los hermanos de Proceso, cuando en noviembre de 1976 salió el primer número del semanario.
45 años de que la nota era la nota y no un comercial, ni una propaganda partidista, de que una crónica era disfrute y un reportaje era, entonces sí, el género maestro. Periodismo se escribía con P mayúscula.
45 años de que todos los días leíamos las kilométricas órdenes de trabajo de Marco Aurelio Carballo; de que fotógrafos como Christa, Héctor y María y muchos otros rebozaban clics para ilustrar las primeras planas del día siguiente; de que Magú, El Fisgón, Vázquez Lira y otros más hacían renacer la caricatura mexicana.
45 años de que se creó un nombre que fue orgullo: Unomásuno. Un nombre que se fue desdibujando hasta ser hoy una caricatura mal hecha de hace más de cuatro décadas. Un nombre que fue adquirido como mercancía por un grupo de mercenarios del periodismo mexiquense, los Libien, que llegaron dando órdenes a los directivos (ahí estaba yo ese fatídico 20 de noviembre de 2002) para corromper la palabra periodismo y convertirla en extorsión. Un diario del que quedó un cabezal ametrallado, mientras que desde hace ya 20 años los trabajadores y directivos estamos en una huelga que no acaba de terminar.
45 años de que el periodismo estaba vivo, de que palpitaba un corazón recién nacido, de que las venas de tinta nos corrían por las venas aún jóvenes.
Dos décadas de traición y olvido
Dentro de un mes se cumplirán 20 años de que los trabajadores de Unomásuno iniciamos una huelga contra el periodismo de corrupción y extorsión al que querían obligarnos.
20 años de que el nombre Unomásuno fue adquirido por una familia señalada por el gobierno estadounidense con posibles relaciones con el narcotráfico.
20 años de que, personalmente (en este entonces había yo regresado como subdirector a Unomásuno tras haber participado en la fundación de La Jornada) le dije a Naim Libien Kaui que no me prestaba a hacer un periodismo gangsteril.
20 años de que todos los trabajadores de Unomásuno (sindicalizados y de confianza) iniciamos una huelga que hemos ganado en todas las instancias.
20 años de que la familia Libien se dedica cotidianamente a darle puñaladas a un nombre que había sido sinónimo de profesionalismo, para convertirlo en mierda.
20 años de que esos trabajadores, que iniciamos la huelga el 13 de diciembre de 2002, exigimos justicia, porque hay muchos compañeros fallecidos que no pudieron disfrutar de la indemnización correspondiente.
20 años de que se suman viudas sin que el IMSS les permita su derecho a una pensión digna.
20 años de que muchos trabajadores en edad de jubilarnos nos topamos con la negativa del IMSS a ejercer ese derecho que por ley nos corresponde.
20 años de que, por detalles a veces nimios, se nos impide cerrar ese ciclo, obtener la liquidación correspondiente y una pensión acorde con nuestros derechos.
20 años de que el nombre Unomásuno pasó de ser un referente periodístico a convertirse en un pasquín que deshonra el cabezal que se inició hace 45 años.
Ojalá, hoy que se cumplen 45 años del nacimiento de Unomásuno y a 20 años de iniciada la huelga de los trabajadores, el presidente Andrés Manuel López Obrador nos rescate del olvido al que se nos ha postrado a quienes nos honramos con haber iniciado la primera huelga de consciencia en el periodismo mexicano, el 13 de diciembre de 2002.
Ojalá, de manera directa, instruya a su coordinador de Comunicación Social, Jesús Ramírez Cuevas (quien tal vez heredó en su estancia en La Jornada el espíritu del Unomásuno que nació hace 45 años); al director del IMSS, Zoé Robledo (quien incluso en una ocasión recibió el Premio Nacional de Periodismo); a la secretaria del Trabajo y Previsión Social, Luisa María Alcalde Luján (cuyos padres fueron cercanos a Unomásuno y a La Jornada en algún momento de su vida), y al secretario de Gobernación, Adán Augusto López (quien sabe que son las largas luchas), para que se nos haga justicia a los trabajadores de Unomásuno en huelga.
Dice el filósofo del metro: en 25 años se murió un nombre de todos colectivo para convertirlo en mierda particular.
Tianguis
La marcha de este domingo sí fue ciudadana, acudieron a “defender la democracia” muchos demócratas como: Claudio X. González, Gustavo de Hoyos, Santiago Creel, Vicente Fox, Margarita Zavala, Marko Cortés, Alejandro Moreno Cárdenas, Los Chucos (Jesús Zambrano y Jesús Ortega), Beatriz Paredes Rangel, Roberto Madrazo, Mauricio Tabe, Lía Limón, Sandra Cuevas, José Narro Robles, Elba Esther Gordillo, Claudia Ruiz Massieu, Miguel Ángel Osorio Chong, Alfa González, Juanito, Silvano Aureoles, Rubén Moreira, Diódoro Carrasco, Ildefonso Guajardo, Enrique de la Madrid y varias docenas de políticos, empresarios, diputados y senadores más. Es decir ciudadanos sin partido. ¿Cuántos de ellos son democráticos? ¿Les dará vergüenza a los panistas marchar junto a esos priistas y a los priistas junto con esos panistas y perredistas?.. Sí es cierto que fue multitudinaria, 12 mil personas calculó Martí Batres, secretario de gobierno capitalino y 200 mil los organizadores. Lástima que, con sus acciones, demostraron su carácter democrático. Vivo en una zona cercana a Paseo de la Reforma. Desde temprana hora comenzaron a llegar Mercedes Benz, Audis, BMW y otros coches de al menos medio millón de pesos, a buscar dónde estacionarse. Y sí, su decencia y carácter democrático se hicieron notar. Dejaron sus coches estacionados en lugares prohibidos y hasta en entradas de cocheras particulares. Claro, también había decenas de autos estacionados en doble fila con los choferes adentro. ¿Para qué escatimar cifras? Si hubieran sido los 200 mil que dicen los organizadores o 500 mil seguirían siendo una minoría que no entiende que los otros, los pobres, existen y tienen iguales derechos que ellos… Personalmente creo que fue un desacierto haber declarado contingencia ambiental y el “Hoy no Circula” pues les dio bandera a los manifestantes y a la oposición. Sé que no se trató de una medida determinada por la marcha. Como decía Juan Gabriel “Pero qué necesidad”. Lamentablemente la contingencia pasará a la historia como una posible medida en contra de la marcha, aunque se haya tratado de una cuestión técnica. Creo en la Cuarta Transformación y considero que hay que ver estas marchas en su contexto real y hasta alentarlas. Y ese contexto es ¿quiénes marcharon y por qué?