OLIMPIA FLORES ORTIZ (SemMéxico, Zaachila, Oaxaca). “El pensamiento crítico es tener el deseo de buscar, la paciencia para dudar, la afición de meditar, la lentitud para afirmar, la disposición para considerar, el cuidado para poner en orden y el odio por todo tipo de impostura.” Así dijo el filósofo y científico inglés Francis Bacon (1561-1626), a quien le preocupaban los problemas de la moral y la política.
Ha cundido la sensación de que el Presidente de la República López Obrador traspuso un umbral tras del cual ya no hay retorno. La pretendida exposición que hizo en su cotidiana sesión matutina de propaganda, de los ingresos del periodista Carlos Loret de Mola, en reacción a la exposición que la agencia Latinus hizo previamente del estilo de vida y la cuestionable y oscura manera de sustentarlo de su primogénito José Ramón López Beltrán, nos mostró al personaje incapaz del autogobierno de su persona y la prudencia del estadista. Recordaremos al episodio como el de La Casa Gris.
La trascendencia de los hechos supera al reduccionismo de suponer que es un conflicto de la opinión pública que se circunscribe a estar a favor de López o en su contra, por más que se asuma como el profeta de una transformación de la patria.
El derecho a la proclama del ¡NO! es inalienable. No hay ningún bien superior que lo pueda suprimir como pretende la cabeza única del régimen autoritario que ha terminado de perfilarse con esta simbólica anécdota para la posteridad, no porque antes no se hubiera ya manifestado el talante censor y persecutor de nuestro tirano de marras; sino por la acción inédita e impúdica de violar la Ley en vivo y transgredir los derechos humanos del popular personaje acosado por el régimen a los ojos de todo el país. A López ya no le cupo cálculo alguno, abandonado a su arrebato colérico revelador de su impotencia para derruir los argumentos del periodista que le ha hecho a la sociedad el servicio de denunciar que “el rey va desnudo”.
El clamor en redes
Es ociosa la discusión en torno al hashtag #TodosSomosLoret porque asumirlo va más allá del periodista mismo, para manifestarse en defensa de la Libertad de Expresión, igual que en su momento no se trató de la defensa de Florence Cassez, o en estos tiempos de la persona de Rosario Robles, sino de la Justicia misma. Lo asumí en Twitter porque la coyuntura amerita pronunciamiento y el hashtag significa que estamos en contra de la atrabiliaria actitud presidencial que ha desbordado los límites legítimos y legales del poder.
Replicar el hashtag es por mí y por todes, no particularmente por Loret, cuya trayectoria periodística puede convencernos o no. A mí no me gusta su documentada inconsistencia ética ante cámaras; y me disgustó mucho el videopanfleto De Panzazo, al que se prestó el videoasta Juan Carlos Rulfo (quien dejó de parecerme sublime) para exhibir con una mirada reduccionista al magisterio mexicano, ajenos a la complejidad que constituye como un gran tejido social presente en todo el territorio nacional. Yo paso de consumir a Loret de Mola, no lo necesito.
Sin embargo, el hashtag hizo lo suyo sumando 252.5 K Tweets y una duración de la tendencia de varias horas acompañado de un space abierto en Twitter que duró 9 horas 45 minutos, al cual se conectaron un millón de escuchas. Ya se hará en estos días un análisis ponderado de la trascendencia de ese hecho, a la luz de lo que pueda o no de ahí derivarse, sin perder de vista además los marcados sesgos en la composición social de los acudientes a la convocatoria. Pero una vez más, lo que importa en este momento es rechazar la impunidad presidencial y no la postura chata de la radicalidad de quién sabe qué purismo de no hacerle el caldo gordo a “la derecha”. Es tiempo de movernos sin estrecheces y no de andar bailando sobre tábulas rasas.
El odio en el Presidente
En su columna sabatina en Milenio Diario, escribe ayer el literato Xavier Velasco “El odio, ya se sabe, es pegajoso. Nada enceguece tanto a quienes suelen dar libre curso a su tirria como la inconsecuente neutralidad del público. Quien odia exige cómplices, y quien se niegue a serlo de inmediato irá a dar en fast track a su lista negra. Al rencor y la inquina hace falta sumarse sin pensarlo, puesto que el pensamiento tiene siempre sus dudas y éstas jamás le caben a la gente que vive para odiar. Pues, al contrario, son sus ideas fijas las que le dan licencia de ejercer la ruindad y la vileza cual si fuesen virtudes encomiables. Dicen que la miseria ama la compañía, ¿y no es verdad que al odio le fascinan los ecos?” https://www.milenio.com/opinion/xavier-velasco/pronostico-delclimax/las-coartadas-del-odio
El Presidente López Obrador, es presa de sus pasiones, y sus decisiones no se rigen por la racionalidad que amerita la responsabilidad de un estadista. Su impudicia mostrada el memorable viernes 11 de febrero de 2022, marca un antes y un después en su gestión. El coro fácil no la tiene fácil.
El resentimiento como sustrato de la política del obradorismo
Ya decía Nietzsche en la Genealogía de la Moral en 1887, que el resentimiento es una fuente de juicios morales. Y añado que, de maniqueísmos como traducción política, porque significa una fuerza de cohesión. Los nacionalismos que de ahí derivan, son violentos y sólo traen “desolación”. López Obrador se vale del resentimiento, por eso es nacionalista (nos colonizaron, nos despojaron) y no es marxista en cuanto a basar la estrategia en la lucha de clases. El resentimiento es una fuerza inmensa que sólo lleva a la desolación. Esta reflexión me la encuentro en un artículo del poeta, ensayista, editor y traductor Julio Hubard en el suplemento Laberinto de Milenio este sábado.
La política del obradorismo se juega “en el terreno del resentimiento [colectivo], donde el sucedáneo de la justicia es la nganza.”
https://www.milenio.com/cultura/laberinto/delresentimiento
El compromiso que nos comprometa
¿Cuál es el compromiso de las/los/les intelectuales y por supuesto del periodismo? ¿Es decir, de quienes no renunciamos al pronunciamiento al que nos lleve el pensamiento crítico? El de ir más allá de los compromisos políticos; con el argumento práctico contra lo práctico.
¿En qué consiste la traición de les intelectuales? En atribuirse la representación de la verdad, no somos profetas, sino servidores de la verdad. O en rendirle tributo al erigido en profeta.
Inspirador artículo de Mark Lilla a propósito del libro de Julien Benda, La traición de los intelectuales. https://letraslibres.com/revista/el-escriba-y-el-profeta/
El intelectual debe decirle la verdad al poder, allí en donde el poder viola los derechos o practica la injusticia. Las leyes y las instituciones para proteger los derechos y castigar las injusticias, son cosa de la política. Pero si las/los/les nuevos políticos fallan, y hay nuevos abusos, también serán denunciados y juzgados. Siempre, como trabajo de toda la vida. Ese es el compromiso eterno del intelectual. Enunciar el ¡No! ante toda transgresión.
El falso profeta nos quiere gobernar desde la mentira. La verdadera traición intelectual es la de quienes se pretenden inocentes colaborando con la mentira.
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