TERESA MOLLÁ CASTELLS (SemMéxico, Ontinyent, Valencia, España). Asistimos indignadas a la permanente ignominia patriarcal cotidiana. A veces creo que más que contraatacar, el patriarcado provoca permanentemente. De lo contrario, ¿Cómo se puede explicar que un entrenador como el del equipo femenino del Rayo Vallecano femenino, que es capaz de animar a una violación en grupo para crear vinculación de grupo siga sin ser cesado por el presidente de su club o, lo que sería esperable, sin dimitir?
Pero este, es solo un ejemplo de lo que estamos viviendo y que con temas como el puñetero debate sobre lo que ha ocurrido en el Benidorm Fest, nos tiene adormecidos como sociedad.
Y mientras nos encontramos con que un monitor deportivo elude la cárcel por abusar de la hija de cinco años de su expareja y se le permite seguir trabajando con criaturas. O con que la canción ganadora del puñetero festival de Benidorm es un alegato encubierto de la prostitución. O cómo en algunos medios de comunicación y al final de una noticia sobre el asesinato de las mujeres por terrorismo machista, se añade la coletilla de que nunca habían denunciado por violencia de género a sus asesinos, con lo cual y de forma indirecta se las acusa de su propio asesinato. O de cómo se revuelve la sociedad ante la muerte en general, pero ante los asesinatos de mujeres nos envolvemos en impasibilidad y en cierto halo de inevitabilidad estructural. O en como algunos políticos, sobre todo del PP son investigados por «presuntamente» cobrar a los presos de algunas cárceles los servicios de prostitutas, que previo pago, él les enviaba a la cárcel. O sea, proxenetismo carcelario. O cómo tenemos de normalizado el hecho de que nuestros adolescentes consuman pornografía como forma de iniciarse en el sexo. Una forma que cosifica y violenta a las mujeres como forma de relación.
Pero al parecer, nada de eso es importante. Las mujeres somos más de la mitad de la población, pero hay “señores” que nos siguen considerando un “colectivo”. Somos la mitad de quienes habitamos el planeta, pero la pobreza tiene rostro de mujer porque el rostro del hombre viene de la ocupación de espacios de poder que actúan para perpetuar el mantenimiento de sus privilegios históricos.
Nos matan, nos violan, nos abusan, nos prostituyen, pero la justicia, que sigue siendo más patriarcal que justa, siempre busca la forma menos perjudicial para el agresor que justa para las víctimas. Siempre encuentra algún eximente, justificación o artículo que mejore la situación de los agresores en detrimento del sufrimiento de la víctima. ¿Acaso hemos olvidado el terrible juicio de “la manada” y los votos particulares de la sentencia? ¿O el asesinato de Ana Orantes que, tras haber denunciado las palizas, la sentencia indicaba que había de compartir vivienda con su agresor que la acabó asesinando? ¿O los asesinatos vicarios de criaturas como Ana y Olivia o los que cometió José Bretón para dañar a las madres?
Tenemos, también, memoria patriarcal. Y construcción psicológica patriarcal. Vemos lo que ocurre, lo sabemos, lo sufrimos, pero en demasiados casos, cuesta demasiado actuar, porque el patriarcado lo ha construido todo para su éxito, para vencer en todas las batallas.
Parecía que con las movilizaciones de los años previos a la puñetera pandemia estábamos avanzando en desmontarlo per ha habido una movilización previamente silenciosa que ha calado en la pseudo izquierda posmoderna y se la ha apropiado. Con colores de diversidad se ha tintado, de nuevo el patriarcado para persistir. Sus teorías con tintes aparentemente modernos ocultan lo más rancio de las teorías patriarcales más neoliberales en donde desaparecen conceptos como solidaridad, cooperación y ya ni hablamos de sororidad en aras al cumplimiento de deseos personales. Y que se pretende convertir en leyes que penalicen a quienes los cuestionen. Y insisto, todo bajo el paraguas de la moderna diversidad que no es más que otra capa del patriarcado reinventado para mantener sus privilegios.
Y así nos va a las mujeres. Nuestros derechos LEGÍTIMOS, siempre a la cola, siempre pospuestos, siempre derivados en el tiempo.
Pero sobre modificar para hacer más equitativas las leyes, nada de nada. Más bien al contrario. Más represivas y con más poder patriarcal para seguir con mano de hierro a quienes lo cuestionen.
Y mientras la alianza entre capitalismo y patriarcado expande sus redes para tener más control y más poder.
La abolición de la prostitución se dilata en el tiempo, por todas las complicidades patriarcales que lleva implícita. La prohibición expresa de los vientres de alquiler no llega, porque existen demasiados beneficios económicos en juego. La pornografía busca endurecer los modelos violentos para seguir normalizando las violencias en las relaciones y, por extensión con los diferentes tipos de miedos que genera. Las acusaciones y persecuciones directas o encubiertas a quienes denunciamos el progresivo borrado de las mujeres se está convirtiendo en sistemática, Y así un largo etc., mientras la gauche divine, sigue a lo suyo y comprando postulados posmocapitalistaschupiguays que generan más opresión y más dolor a las mujeres y niñas.
En definitiva, consolidando las ignominias patriarcales de toda la vida, pero con la pátina de modernidad que ahora se lleva.
En fin, pese a los años, seguiremos en la brecha esperando ver la luz de alguna piedra que nos permita albergar la esperanza de nuevos tiempos que puedan disfrutar quienes vengan detrás de nosotras.
Como le decía hace unos meses a mi amiga Carola cuando en una entrevista me preguntó cual sería mi deseo, repito que mi deseo sería que las nietas de su hija pequeña pudieran caminar en libertad por las calles. Un deseo aparentemente sencillo, pero realmente complicado de cumplir.
Pese a todo, seguiremos trabajando para hacerlo realidad. ¿Te sumas al deseo y al trabajo? Si así es, ahí me vas a encontrar.