TERESA MOLLÁ CASTELLS (SemMéxico, Ontinyent, España). Una hermosa palabra que pretende integrar a todas las personas bajo del paraguas de los derechos humanos. O, dicho de otro modo, una expresión que pretende erradicar privilegios, dando, a todas las personas el mismo estatus social.
Y, al mismo tiempo, una expresión que ha sido colonizada por lobbies interesados en hacer negocios con el pseudo sufrimiento de personas vulnerables, sobre adolescentes cuya inseguridad les hace todavía más vulnerables si cabe.
Con esta expresión hermosa y llena de dignidad han construido su bandera aquellos que, bajo el ¿neo? concepto de modernidad, proponen el borrado de las mujeres como sujeto político y que, además pretenden apropiarse del feminismo. Y todo ello adobado con infinidad de medios aportados por farmacéuticas y clínicas privadas que “arreglan” aquello que la naturaleza ha hecho mal.
Y, no contentos con ello, se inventan un neolenguaje muy moderno, eso sí, con el que se pretende, entre otras cosas, usurpar espacios de seguridad conquistados por las mujeres. E incluso, espacios reivindicativos propios del feminismo. Además de contar entre sus aliados más firmes, a políticas de corte reciente que venían a salvar el mundo gritando “Sí se puede” sin avisar que dentro de esa expresión también estaba incluido e implícito el borrado de las mujeres.
Bajo esa pseudo diversidad mal entendida cabe todo. Incluida la exclusión de las mujeres como sujetos políticos víctimas de desigualdades y de discriminaciones específicas por haber nacido mujeres. Si, mujeres con sexo de mujer. Mujeres sexuadas que son violadas, asesinadas, agredidas, menospreciadas, discriminadas, y un largo etc. por haber nacido mujeres.
Pero resulta que ahora y con el nuevo neolenguaje inventado y aprendido a base de repetición y odio hacia las mujeres que reivindicamos seguir defendiendo nuestros derechos y eliminar nuestras desigualdades, ser mujer se ha convertido en un deseo.
Un deseo al que se puede acceder y del que se puede renegar en cualquier momento. Y para ello, se han organizado y han copado una parte importante del Gobierno, haciéndole creer que son un caladero de votos importante debido al ruido permanente que generan y a las, no siempre confesables, complicidades con las que cuentan, para intentar aprobar leyes que son atentatorias contra los derechos de más de la mitad de la población que somos las mujeres.
A poco que rasquemos, advertimos que, como dice la comedia de Shakerpeare, solo hay mucho ruido y pocas nueces. Porque lo que están intentando a bombo y platillo es ni más ni menos que asentar identidades a base de saltarse procedimientos administrativos que, para acreditar otras situaciones son insalvables. Porque el cambio de nombre registral, así como otros derechos, ya se contemplan actualmente en la legislación vigente.
De nuevo se hace presente y patente la necesidad impuesta por el patriarcado, no solo de mantener privilegios, sino de aumentarlos a cualquier precio. No solo se trata de ser lo que YO quiera en cada momento. También se trata de que ese sea mi privilegio, aunque para ello tenga que volver a someter los derechos de otros seres humanos libres y ya sometidos que son las mujeres. Esa es la verdadera esencia de quienes claman por SU diversidad excluyente y perversa para con las mujeres.
¿Es ese el mundo que queremos dejar a nuestras niñas nacidas o por nacer?, ¿El de un mundo en el que sus derechos no solo no están garantizados, sino tampoco su futuro de posibles luchas por el odio generado por lobbies que no las van a dejar ni siquiera defenderse de las agresiones que esos mismos grupos de presión generan? ¿De verdad pretenden que nos quedemos calladas las feministas ante la magnitud de sus pretensiones, como la de borrarnos como sujetos políticos específicos y desde las escuelas? Seguro que eso es lo que desearían. Pero también es igual de seguro que no lo van a conseguir.
La diversidad es un tema tremendamente bello para permitir que nos sea arrebatado y confinado a los deseos de unos cuántos con las complicidades políticas actuales y, seguramente futuras.
Como dice mi amiga Tere Nieto Cobo, cuando dices que eres feminista, se sobreentiende que eres activista social. Porque el feminismo es una lucha transversal de los derechos de las mujeres en todos los ámbitos de la vida. Y, precisamente es así, porque como dadoras de vida, buscamos vidas plenas y sin discriminaciones ni desigualdades.
Precisamente por todo ello, desde el feminismo, denunciamos que los deseos de unos pocos no deben convertirse en leyes que, esencialmente, niegan los derechos conseguidos o por conseguir de más de la mitad de la población que somo las mujeres. Si este principio no se tiene claro, mal favor se nos va a hacer a las mujeres presentes y futuras. Pero no a las “sentidas”, a las mujeres reales nacidas con sexo de mujer.
Diversidad si y toda la del mundo, pero no a costa de los derechos de las mujeres que, por serlo sufrimos lo que el patriarcado nos ha impuesto. Esto es otra estrategia del patriarcado para mantener y aumentar privilegios. Y, quien o lo entienda, tiene un franco problema que, desde el feminismo, le podemos explicar para que lo entienda. Si quiere, por supuesto.