FERNANDO IRALA
La falta de agua en la ciudad de México ha hecho crisis, una cuyas causas tienen decenios e incluso siglos, que fue ignorada y desatendida mucho tiempo, y que no se resolverá pronto.
Se ha anunciado la reducción de los caudales del sistema Cutzamala y diversas medidas para hacer rendir el disminuido flujo.
La causa inmediata es el abatimiento del nivel de las presas del mencionado sistema, como resultado de lluvias insuficientes durante el año pasado.
Pero el tema tiene una larga historia, la cual comienza prácticamente con la fundación de la legendaria Tenochtitlan.
Sin embargo, a diferencia de la civilización azteca, que con una avanzada ingeniería resolvió la disposición de agua potable a la urbe montada en medio de lagos, unos de agua dulce, otros salados, con la conquista española se iniciaron políticas en las que al agua se le trató como un elemento indeseable, al grado de secar los lagos y, todavía el siglo pasado, entubar los moribundos ríos.
Hoy, los resultados están a la vista y las consecuencias las resentiremos por décadas. Tenemos una gigantesca y sedienta metrópoli ubicada a más de dos mil 200 metros sobre el nivel del mar, cuyas provisiones de agua potable vienen de sobreexplotar los mantos freáticos que inevitablemente se agotarán, y del sistema de presas y afluentes de las sierras orientales que ahora se está secando porque también se le extrae líquido en exceso y los bosques están desapareciendo.
Hace medio siglo, por lo menos, que los expertos dieron la voz de alarma sobre la previsible crisis e hicieron varias recomendaciones. Una de ellas, traer agua del río Tecolutla y de otras fuentes aún más lejanas, la cual se desechó por los altos costos. Otra, invertir en sustituir la red urbana, originada cuando la ciudad apenas rebasaba el primer cuadro, a la cual se le fueron agregando sin mucho orden las extensiones necesarias a medida que la urbe crecía; junto con esto, cuidar fracturas y fugas por las cuales se escapa una cantidad estimada hasta en un tercio del flujo, fenómeno causado por el hundimiento diferenciado de la ciudad, debido precisamente a la extracción de agua del subsuelo.
Pero cuando la izquierda llegó al poder en la ciudad de México, hace más de un cuarto de siglo, hizo con el agua lo que con otros problemas torales de la capital: hacer como que éstos no existían. Son obras que no se ven y por lo tanto no dan votos.
Ahora que la sequía nos ha alcanzado, es un poco demasiado tarde para remediarlo. Nos pasará lo que con muchas otras riquezas del país. Empezar a cuidar el agua potable cuando ya se está acabando.