MARTHA CANSECO GONZÁLEZ (SemMéxico, Pachuca, Hidalgo). Cada vez que hay hombres en los diferentes talleres que imparto siempre repito un ejercicio. Les solicito levantar la mano a quien se considera a sí mismo macho, nunca nadie la ha levantado.
Sin embargo, luego de hacer el análisis de lo que implican los roles y estereotipos de género más la construcción de la masculinidad llegamos a la misma conclusión, todos tendrían que haberlo hecho, el problema es sistémico.
Por eso no importa su nivel educativo, sociocultural, económico, de raza o etnia, ninguno se salva, en menor o mayor medida todos ejercen el machismo porque es una manera aceptada y aplaudida de ser hombre, eso sí hay demasiados que lo llevan al extremo de la toxicidad y la violencia.
Con este marco, sin duda resulta ridículo por esta razón, el argumento presidencial de que Pedro Salmerón no es un agresor machista porque es un doctor en historia, será muy doctor, pero es un hombre más corriente que común.
Por otra parte, asegurar que no lo es porque no hay denuncias, es falso existen, pero, para variar se duda de las mujeres, se les revictimiza, no se toman cartas en el asunto y se termina por proteger a los agresores machistas.
Infinidad de casos que se han revelador de catedráticos, escritores, científicos e intelectuales violadores y abusadores sexuales gracias tanto a las denuncias, los llamados “tendederos” en las universidades, y el MeToo de diversos ámbitos.
Sí la terquedad del presidente de sostener la designación de Pedro Salmerón como embajador de México en Panamá obedece exclusivamente a la amistad que el académico tiene con Beatriz Gutiérrez Muler, estamos fritos.
La esposa del presidente que se negó a encabezar al DIF nacional que dizque para no hacerle sombra a AMLO, resulta entonces que sí tiene injerencia en la política nacional e impone su atmósfera de cariño.
¿Qué se siente tener como amigo a un agresor machista?, sería la pregunta para Beatriz Gutiérrez. En alguna columna lo comenté cuando hacía la invitación a los hombres mexicanos, esos que no se consideran machistas, a salir a las calles a protestar por la violencia contra las mujeres, advirtiéndoles que tendrían que marchar junto a los violadores y agresores de sus esposas, hijas, madres, amigas, etcétera.
Es de entrada de una incongruencia fenomenal, empecinarse con el nombramiento de Salmerón, cuando en la misma cancillería mexicana existe el antecedente apenas del 2019 cuando el secretario de Relaciones Exteriores Marcelo Ebrard suspendió el nombramiento de Víctor Alberto Barreras Castro como cónsul en Las Vegas por que fue acusado de estupro.
Gracias a la periodista mexicana afincada en Estados Unidos, Dolia Estévez, se supo que Barreras había sido detenido en mayo de 2011 por tener relaciones sexuales con una niña de 14 años cuando él tenía 24. Señaló que Barreras quedó libre tras pagar una fianza.
¿Por qué no se aplica el mismo principio de justicia en el caso Salmerón?
Por lo pronto la cancillería panameña, ya fijó su postura, la cuál por cierto no se ha dado a conocer, pero intuyo que no es favorable al historiador sobre todo teniendo en cuenta las precisiones que en torno a la violencia contra las mujeres la ministra de exteriores de Panamá Erika Mouynes ha expresado en diversos foros internacionales.
Total, que sí el gobierno mexicano insiste en tener a un embajador agresor machista en Panamá, deseo de verdad que Panamá diga ¡no! esa es su potestad. Y sobre todo que la pareja presidencial mexicana no insista en acomodar a su amigo incómodo en otro país, exactamente como hace la iglesia católica con sus sacerdotes pedófilos que los esconde de capilla en capilla, o que termine dirigiendo alguna institución nacional para que pueda seguir violentando a las mexicanas.