MARTHA CANSECO GONZÁLEZ (SemMéxico, Pachuca, Hidalgo). Gracias al foro que organizó la UNAM sobre las precisiones en torno al sexo y al género, me quedan claras como nunca sus diferencias. El sexo es todo el paquete biológico con el que nacemos que incluye cromosomas, gónadas, hormonas, genitales, glándulas y que son distintos para hombres y para mujeres.
Así entonces solo hay tres variantes, se nace hembra, varón o intersexual (que presenta rasgos biológicos de ambos).
El género por otra parte, es un producto social y cultural creado por la humanidad que impone cómo debe ser un hombre y cómo debe ser una mujer. El género varía en tiempo, cultura y sociedad, hay muchas maneras de ser mujer y muchas maneras de ser hombre.
El género se aprende a través de roles y estereotipos.
Una característica del género es que nada está por escrito, pero todas y todos lo damos por hecho, esa es la razón por la cual es tan fácilmente reproducible, no cuestionamos nada nos lo tragamos como pastillas de limón.
Esta aclaración es muy importante de señalar, ante los hechos ocurridos la semana pasada en el caso del fiscal general de la nación Alejandro Gertz contra su cuñada Laura Morán y su sobrina política Alejandra Cuevas, que llegó hasta la Suprema Corte de Justicia del país.
Más allá del evidente abuso de poder, corrupción y misoginia de Gertz Manero la conclusión a la que llegó la SCJN, es muy importante para todas las mexicanas.
El fiscal y su achichintle inventaron una figura que no existe como delito en la ley, “garante accesoria”, con el fin de hacer responsables a su cuñada y su sobrina de la muerte de su hermano Federico, un hombre de más de 80 años con varios padecimiento graves.
“Garante accesoria” significa que ellas debieron garantizar la supervivencia de Federico, porque tendrían que haberlo cuidado, más allá incluso, de sus posibilidades físicas y de sus pocos o nulos conocimientos de medicina y de cuidados ¡pues ni que fueran súper mujeres!
En suma, sí la SCJN le hubiera hecho el “favor” a Gertz y hubieran resuelto contra ellas, habría quedado un precedente legal de imponer un rol y estereotipo a las mexicanas como las únicas responsables de los cuidados y aún más como garantes de la sobre vivencia de personas enfermas y desvalidas.
Por rol de género se nos ha impuesto a las mujeres el papel de cuidadoras, estemos preparadas o no para ello, queramos o no hacerlo. Y lo peor, es que nos los han mandatado desde la perspectiva del amor, se afirma que es un acto de amor hacia las y los demás.
Lo cierto es que, cuando ese acto de amor se convierte en obligación, deja de ser un acto de amor para convertirse en eso, en una obligación, en consecuencia, no se reconocen ni se valoran.
Participé en los foros de consulta tanto a nivel estatal como nacional para elaborar el programa PROIGUALDAD. Acá en Pachuca, cuando mi amiga Conchita Hernández Aragón, directora del Instituto Hidalguense de las Mujeres, me ubicó en la mesa de cuidados, la verdad, no entendí ya que tengo muchos años analizando la violencia de género.
Sin embargo, luego de escuchar lo que las compañeras expusieron y mi propio análisis en torno a los cuidados, llegamos a la conclusión de que la imposición de éstos a nosotras, por supuesto, es una forma más de violencia.
Lo que propusimos en el foro es que haya una revolución de los cuidados. Que haya una Secretaría de estado para que impulse una nueva política hacia ese tema, que incluya la capacitación y que ese compromiso no sólo lo asuma el estado sino todas y todos los mexicanos, ya es hora.
¡De la que nos salvamos!
Cambiando de tema, no quiero dejar pasar la oportunidad de recomendarles el programa “Tortillas sin fecha de caducidad” que conduce mi querida amiga Norma Mogrovejo que busca rescatar la voz y las vivencias de mujeres lesbianas mayores de 50 años. Norma es la autora del libro “El amor que se atrevió a decir su nombre” sobre el movimiento lésbico en México y América Latina.
Esta es la liga, también lo pueden seguir por YouTube.